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Machu Picchu

El 'boom' turístico deja fuera a los descendientes de los incas

PERE RUSIÑOL

Si te encuentras a una cholita vendiendo artesanía es que aún queda un buen trecho para llegar a Machu Picchu. Así es la joya de la corona del turismo peruano y uno de los símbolos del turismo de masas y globalizado: cualquier beneficio para la población local es pura coincidencia.

Uno de los templos emblemáticos del poderío que en algún momento tuvieron los incas antes de que Colón cruzara el charco es ahora recordatorio perenne de la miseria en que se encuentran muchos de sus descendientes. Machu Picchu se ha convertido en un icono mundial del turismo una de las Siete Maravillas del Mundo de la Unesco, el sueño aventurero de miles de personas, pero muy pocos en Cuzco, la región andina que lo alberga, pueden sacarle partido.

Cualquier visitante, si quiere, se percata de ello en seguida. Ni siquiera necesita saber que el tesoro de Machu Picchu las más de 4.600 piezas que el explorador estadounidense Hiram Bingham se llevó en 1912 sigue en la Universidad de Yale pese a las promesas sempiternas de que se devolverán a Perú. Basta con querer llegar a Machu Picchu: para viajar de Cuzco el antiguo centro del imperio inca y hoy capital del departamento a Aguas Calientes, la localidad más cercana a Machu Picchu, sólo se puede ir en tren. Y únicamente con una empresa: PeruRail, controlada por la británica Orient Express.

La concesión la ganó en 1999 en una de las medidas liberalizadoras de Alberto Fujimori y ahí sigue: el servicio es malo, pero la compañía cobra en dólares 50 el trayecto, de tres horas y paga en soles. Todo en régimen de monopolio: 2.500 pasajeros al día, 365 días al año. Siempre lleno. Y si no te gusta, sólo tienes la opción de ir en helicóptero.

Ésta es la música de la aventura: dentro de la ciudad perdida hay un solo hotel, el único lugar que permite explorar el paraíso inca cuando cae el día y la gran mayoría de los turistas se ven obligados a irse. Se llama MacchuPichu Sanctuary Lodge y lo gestiona ¿sorpresa? Orient Express. También aquí cobra en dólares y paga en soles. El precio deja fuera a cualquier vecino: una noche cuesta entre 852 y 1.440 dólares. Siempre lleno, también. Otro negocio redondo con el argumento de proteger el espacio de los destrozos de la masificación.

La venta de artesanías y comida dentro de Machu Picchu y alrededores están férreamente controladas y las cholitas de la zona que se acercan a la meca turística son diariamente expulsadas, delante de todo el mundo. Y con muy malos modos.

Las cifras oficiales revelan hasta qué punto el negocio turístico deja fuera a la gente del lugar: 26 años después de que Machu Picchu fuera declarada Patrimonio de la Humanidad y entrara en la vorágine del turismo de masas, Cuzco sigue siendo una de las regiones más pobres de Perú: en 2007, el último año disponible, el índice de pobreza alcanzaba el 57%, por encima incluso del 53% de 2003. Sólo el 40% de las casas cuentan con servicio de desagüe.

En mayo, la policía empezó a acordonar la ciudadela. A nadie le pilló por sorpresa que grupos indígenas hayan amenazado con asaltarla.

 

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