Este artículo se publicó hace 15 años.
Donde el mar no sólo guarda pescado
A principios de los ochenta Carmen se enfrenta a una mala noticia: uno de sus hijos está enganchado al caballo.
Por rías gallegas como esta de Vilagarcía discurren las barcas, los pescadores, las gaviotas. También las drogas, por qué no decirlo. En los ochenta, muchas madres escuchan la palabra heroína por primera vez. Como Carmen Avendaño, que lideró el movimiento social de base contra el narcotráfico. Una peli lo recuerda: Heroína.
Al principio, Carmen me resulta seria y de expresión dura, pero a los pocos minutos comprendo que es tan sólo su envoltorio para los primeros cinco minutos. Nos pedimos un par de cafés y hablamos de mi viaje, de Galicia y de la lluvia. Luego ya le pido que me cuente cómo empezó todo, aunque le confieso mi apuro porque supongo que estará harta de recordar esa parte nada fácil de su historia. Pero no, Carmen es una persona fuerte. Me da la sensación de que asume perfectamente cada parte de su vida, y que sabe que la decisión que tomó un día de liderar todo un movimiento social tiene también esta parte, la de contarlo.
Se remonta a principios de los ochenta, cuando la heroína se abre paso en España. Carmen, empresaria y muy ligada a los movimientos sindicales y sociales, se enfrenta a una mala noticia: uno de sus hijos le confiesa que está enganchado al caballo. "Nuestro conocimiento de las drogas era aún lejano, entonces no preocupaba ni a la gente comprometida, nos cogió desprevenidos", asegura.
Carmen me cuenta cómo comenzó a contactar con gente, con psicólogos, con médicos, con otras madres con historias parecidas a la suya. El tejido asociativo comenzó a hilarse y a transmitir a las administraciones la necesidad de abordar el problema de la droga. "Denunciamos lo que estaba ocurriendo en Galicia: una reconversión de los contrabandistas de tabaco, que se pasaron al hachís y la heroína", explica.
Se recorrieron toda Galicia denunciando lo que sucedía, explicándoselo a la gente en la calle, en los barrios, en las rías, al lado mismo de los barcos donde se traía la droga. Y como siempre que alguien remueve mierda, las llamaron locas.
"Nos despreciaban, nos amenazaban en los pueblos donde hacíamos presencia, intentaron hasta matarme". Mucha gente de a pie las apoyó y tomó su lucha como propia, al fin y al cabo eran los hijos de todos los que comenzaban a engancharse a una droga hasta entonces ignorada o endiosada.
"La heroína vino con un halo de gente guapa, de follador, de tio que aguanta toda la noche", recuerda Carmen.
A principios de los ochenta Carmen se enfrenta a una mala noticia: uno de sus hijos está enganchado al caballo
Me hiela cómo habla de su historia. De sus dos hijos enganchados a la droga. De todo lo que ha aprendido en estos años. "Es muy duro asumir el deterioro de tus hijos, comprender sus robos cuando tú educas a tus hijos en lo mejor". Me hiela cuando cuenta que de la primera junta directiva de su asociación, la mayoría han muerto. No eran más mayores que ella, simplemente les consumió la lucha diaria, su drama particular.
A ella también estuvo a punto de llevársela por delante, pero aquí sigue. Un día, en el hospital, le dijo a su familia: "No os preocupéis porque yo quiero vivir". Y ahora de su jardín salen manzanas, mandarinas, membrillos, nísperos, peras. "Cuando la vida es dura, a las personas las hace más sensibles, más sabias".
La asociación que fundó Carmen en los ochenta, y posteriormente la fundación, han robustecido la sociedad gallega. Programas de ayuda a las familias, a los presos, asesoramiento jurídico, terapias, integración laboral y social, concienciación...No paran, y siguen. Carmen recorre institutos y universidades hablando sin tapujos.
Sobre la legalización"¿La legalización? Va a ser necesaria, no soy partidaria de las prohibiciones pero sí de las seguridades, sobre todo la protección de las personas más débiles. Me preocupa la falta de conciencia y el mercado incontrolado, como con el alcohol, todo sabemos que en muchos sitios se vende a menores aunque esté prohibido", reflexiona.
Me quedo con la sensación de querer hablar más con ella, de que me cuente más. Y me quedo con la sensación de que por mucho que trate de contar, de describir, de transmitir mi encuentro con Carmen, hay cosas que en el papel se quedan cortas.
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