Este artículo se publicó hace 15 años.
Un matadero al aire libre por la "Fiesta del Sacrificio"
Al igual que el resto de los musulmanes, los egipcios celebraron hoy una de sus festividades más importantes, el "Eid al Adha" o "Fiesta del Sacrificio", durante la cual fueron degollados miles de carneros y vacas.
Coincidiendo con el tercer día de la peregrinación a La Meca, El Cairo, la ciudad más poblada del mundo árabe, se convirtió desde el alba en un auténtico matadero al aire libre.
En improvisados corrales, ubicados en las aceras, bajo los puentes e incluso en los garajes, el ganado se amontonaba ajeno al destino que le esperaba, y se hacía por un día un hueco en las calles generalmente abarrotadas de coches.
Muy cerca, grupos de hombres afilaban los cuchillos, preparados para sacrificar a las reses con la cabeza en dirección a la "Kibla" (muro que indica la orientación hacia La Meca).
Para que el sacrificio sea "halal" (permitido para el islam), el matarife debe pronunciar una oración ritual en acción de gracias mientras degüella al animal.
A las 9:00 horas (7:00 GMT), el carnicero Ali Mahrus, que ejerce esta profesión desde hace 20 años, había acabado ya con 25 carneros.
"A lo largo del día sacrificaremos unos cien", afirmó a Efe Mahrus, quien trabajará hasta media tarde, cuando volverá a su casa para celebrar este día especial con su familia.
En su local, situado en una calle principal del acomodado barrio cairota de Zamalek, el kilo de carnero se vendía a 23 libras egipcias (4,2 dólares), y el de vaca a 20 (3,7).
La fuerte tormenta caída durante la noche no desanimó a los egipcios, que desde primera hora de la mañana empezaron a conmemorar el sacrificio hecho por el patriarca Ibrahim (Abraham), quien, como muestra de sumisión a Dios, ofreció la vida de su hijo.
En El Corán, el vástago protagonista de esta historia fue Ismael y no Isaac, como asegura la tradición judeo-cristiana. Alá, clemente, le perdonó la vida e Ibrahim sacrificó un carnero en agradecimiento.
A la carnicería de Mahrus acudió el egipcio Ali Saker a comprar un carnero, por el que pagó 1.500 libras (275 dólares) y que seleccionó previamente entre las decenas que había en un gran corral ubicado bajo un puente enfrente de la tienda.
Sin embargo, no todo el animal es para su familia, ya que esta festividad se ha transformado con el tiempo, de un acto de sumisión a Dios, a uno de generosidad con el prójimo, por lo que la carne ha de repartirse entre los allegados y los fieles más necesitados.
"La mitad es para nosotros y la otra mitad para los pobres", aseguró Saker a Efe, y subrayó que esta fiesta es un momento para que la gente de escasos recursos "pueda comer carne, un alimento que prácticamente no prueban durante el resto del año".
La caridad se practica con profusión estos días, al igual que en Ramadán, y algunas empresas egipcias importantes han abierto cuentas bancarias para que las personas pudientes hagan donativos destinados a los pobres.
También en las zonas más populares se vivía el ambiente festivo, y en El Cairo islámico eran muchos los carniceros y padres de familia que se afanaban a destajo en el sacrificio de reses, ya fuera en la calle o en patios interiores.
Sentada en una silla en una estrecha calle que rodea la mezquita de Al Azhar, la institución más prestigiosa del islam suní, la abuela Rasmeya esperaba con paciencia a que el matarife terminara de preparar su carnero.
Esta mujer, que se reunirá con sus tres hijos y sus nietos para almorzar, pensaba cocinar "ful" (puré de habas cocidas) y "fattah" (un guiso de carne típico en Egipto), acompañado de arroz y salsa de tomate picante.
"Cada año la carne está más cara", se queja Rasmeya, quien pertenece a la clase humilde y asegura que los precios son inaccesibles para muchos egipcios.
Los más pobres han tenido que optar por hacer cola delante de las carnicerías subvencionadas por el Estado, donde la carne se vende más barata, o aguardar una ración donada por algún compatriota con recursos.
Aunque durante el "Eid al Adha" es también costumbre estrenar ropa nueva y hacer regalos a los pequeños de la casa, las calles cairotas no eran hoy el mejor lugar para pasear con zapatos nuevos, pues estaban tapizadas de barro, agua y sangre.
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