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"Mi niña decía que había algo raro, y yo: ¡pues bájate de ahí!"

Las familias de las víctimas pasaron la noche en vela esperando datos en Ifema

SUSANA HIDALGO

Un chico que ayer hubiese cumplido 23 años. Un hombre de Aranjuez (Madrid) que está desolado porque ha perdido en el accidente a su ex mujer y a su hija de siete años. Una madre que no deja de repetir: 'Y mi niña me decía que aquí hay algo raro, mamá, que el avión sale con retraso... y yo... ¡pues bájate de ahí!'. Varios niños canarios que volvían de un viaje a Madrid como premio por sus buenas notas.

Una chica latinoamericana que contesta sin soltar su paquete de kleenex: 'Sí, me han hecho la prueba de ADN. No, no sabemos nada'. Distintas historias se cruzaron ayer en el recinto ferial Ifema de Madrid, adonde acudieron los familiares a identificar a las víctimas de la catástrofe aérea. Hay una familia entera de Baviera (Alemania) que ha muerto y en La Guardia de Jaén han perdido a Juan, Mercedes y su hija Merche, de seis años. Un misionero destinado en Camerún tampoco ha sobrevivido al vuelo.

Noche en vela

Muchos familiares pasaron en Ifema toda la noche, atendidos por los psicólogos, aferrados a las mantas rojas que les había proporcionado la Cruz Roja y esperando el resultado de las identificaciones.

De vez en cuando, salían a fumar un cigarro; se los podía ver tirados en el vestíbulo del pabellón o con la mirada perdida. Alguna madre perdió el conocimiento, el sofocante calor que hacía ayer por la mañana tampoco ayudaba. 'Ya tenemos controlado al que ha montado el número en el Samur Social', comunicaba un agente de la policía nacional por la emisora.

Raquel, hija del ex futbolista del F. C. Barcelona Juan Carlos Pérez Rojo, está entre las víctimas. Formaba parte de la tripulación del avión. Trascienden más datos: dos de los primeros cadáveres que han sido identificados son los del comandante, Antonio García Luna, de 38 años, y el copiloto, Francisco Javier Mulet, de 32. Ambos tienen los brazos partidos por el último esfuerzo en intentar levantar la nave.

La tripulación

Los familiares abandonaron en cuentagotas las instalaciones de Ifema, una vez hubo terminado la visita protocolaria de los reyes. Un autobús negro llevaba y traía a los afectados. Una mujer sale a la calle con su marido. Él le pasa el brazo cariñosamente alrededor del cuello. Hace un calor insoportable, pero ella se arropa con el chal como si tuviese mucho frío.

Otros familiares no quieren fotografías y se tapan la cara con el bolso hasta que ya están sentados en el autobús. Allí recuestan la cabeza contra el cristal.

Coches funerarios

Mientras todo esto ocurría en el pabellón habilitado para atender a los familiares de las víctimas, en la otra punta de Ifema, en la zona de mercancías, entraban y salían decenas de coches funerarios para trasladar los cadáveres al cementerio de La Almudena. Una imagen que se les evitó a los parientes y que, ajenos justo al otro lado del recinto, seguían repitiendo: 'No puede ser, no puede ser...'.

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