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París mira a la fructífera y mutua inspiración entre fotografía y pintura

EFE

Hace más de 150 años la naciente fotografía tejió una correspondencia con la pintura que, difundida por el movimiento prerrafaelita inglés, inspiró obras que ahora llegan a París en una exposición que alberga el Museo de Orsay.

La corriente pictórica que surgió en 1848 contra las normas establecidas por la Royal Academy alimentó y se nutrió de fotógrafos como Julia Margaret Cameron o Lewis Carroll, el autor de "Alicia en el país de las maravillas", cuyos estudios y retratos parecen ahora extremadamente frágiles en la tenue luz de la muestra parisina que abre hoy sus puertas.

"Una balada de amor y muerte: fotografía prerrafaelita en Gran Bretaña, 184-1875", es el título de la exposición que permite descubrir la fructífera interacción entre la fotografía y aquellos pintores que pretendían innovar mirando y admirando a los primitivos italianos anteriores a Rafael.

El Museo de Orsay y la National Gallery de Washington unen fuerzas para mostrar cómo Roger Fenton, Henry White o William J.Stillman obtuvieron con la técnica del negativo con colodión húmedo resultados tan nítidos y precisos como los perseguidos por los pintores de la "hermandad" prerrafaelita.

Esta técnica aparecía como ideal para el retrato, era más rápida y transparente que el daguerrotipo y los fotógrafos compartían con los pintores tanto el gusto por el trabajo en la naturaleza como el interés por prestarse con sus experimentos a servir de base para la recreación pictórica.

John Ruskin, inspirador del movimiento prerrafelita, ve en la fotografía "la mejor invención del siglo" y encarga al personal de su servicio doméstico que tomen cientos de daguerrotipos de motivos de la naturaleza y de la arquitectura medieval.

Ambos aparecen imitados por los pintores, quienes a su vez sirven de modelo para los fotógrafos que, con la técnica perfeccionada, quieren hacer "arte".

Y emplean dos y más negativos al tiempo para intentar captar en una obra los detalles de una puesta de sol o del efecto de éste sobre las nubes que su material fotográfico aún no les permite alcanzar de una única toma.

El mismo mínimo detalle, imposible para el ojo humano, intentan lograr en sus pinturas por ejemplo un John William Inchbold, en "La capilla de Bolton Abbey", exhibido en París junto a la prueba sobre papel albuminado de Roger Fenton, sobre el mismo motivo.

Y el efecto contrario es el que consigue con sus retratos Julia Margaret Cameron, la gran excéntrica nacida en 1815 en la India que descubrió la fotografía a los 48 años y que se dedicó a ella con tal intensidad que inspiró con su trabajo a los pintores más destacados de la corriente, como George Frederick Watts.

De Cameron la exposición del Museo de Orsay exhibe numerosos de ejemplos de sus trabajos, en los que se advierte el resultado del intenso intercambio entre fotógrafos, pintores y escritores durante el comienzo del último tercio del siglo XIX.

El taller de Cameron en la Isla de Wight se convirtió en lugar de peregrinación para muchos de ellos, entre los que figuraba Charles Lutwidge Dodgson, más conocido como Lewis Carroll, conquistado para la fotografía, y de quien es el retrato de la pequeña "Amy Hughes", que forma parte de la muestra de París.

Cameron firma el retrato de "Maud", que no ha salido del Museo para esta exposición porque lo atesora Orsay. En él se ven los trazos por los que Dante Gabriel Rossetti, uno de los principales representantes del movimiento prerrafaelita, hizo mundialmente conocidos a sus integrantes.

Homero, Dante, Keats y Shelley son los inspiradores de pintores y fotógrafos, como lo son los cuentos medievales, las obras de Shakespeare y la inagotable lista de "inmortales" autores ingleses que, traducidos en óleo y sobre papel albuminado, se intercambian constantemente "artistas" y "técnicos".

En la última parte de la exposición -abierta hasta el 29 de mayo- destaca "Fading away", la fotografía compuesta con cinco negativos de Henry Peach Robinson que chocó por su representación de la muerte con personajes "vivos".

Cuando se exhibió, esa escena de la agonía de una tuberculosa inquietó a quienes consideraban que un tema perfectamente aceptable para la pintura aún no era apto para la fotografía, de cuyo rango, a pesar de la intensidad de su contacto con el arte, todavía se dudaba.

Javier Alonso

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