Este artículo se publicó hace 16 años.
Recuperar la "honra" por 600 euros
El himen, esa membrana que si llegaba intacta al matrimonio era símbolo de pureza y certificaba la "honradez" de una mujer, como antaño decían nuestras abuelas, puede ser restaurado con una pequeña intervención quirúrgica que en los últimos años ha devuelto la virginidad perdida a muchas mujeres.
Una práctica tan antigua como universal y que era una de las muchas "habilidades" de esa vieja alcahueta, meretriz en la juventud, que es Celestina, el personaje creado por Fernando de Rojas a finales del siglo XV.
La operación, de apenas media hora de duración, se practica con anestesia local y no requiere hospitalización. Por ella hay que pagar entre 600 y 3.000 euros.
Mujeres de raza gitana o de religión musulmana, culturas en las que llegar virgen al matrimonio es todavía hoy una costumbre ancestral y una obligación, aunque sólo para ellas, son, en un 95% de los casos, según la ginecóloga Otilia Martín Crevillén, las principales demandantes de esta cirugía.
Mujeres de entre 20 y 24 años, y en el caso de las gitanas todavía más jóvenes, que se ven obligadas a recurrir a esta "trampa" ante el temor a ser rechazadas por quien se convertirá en su esposo o por sus propias familias, que entienden la virginidad como un bien de alto precio.
Martín Crevillén, que realiza unas 50 himenoplastias al año, restauró el primer virgo en 1993. "Antes no existía demanda. Se ha incrementado con el aumento de la población inmigrante. Si se realizaba alguna era de forma silente", relató a EFE.
MOTIVOS RELIGIOSOS O SOCIO-CULTURALES
Por la consulta madrileña de la doctora María Jesús Barba, especialista en cirugía cosmética, pasan todos los años, y desde hace diez, unas quinientas mujeres que por motivos religiosos o socio-culturales necesitan ir "puras" al matrimonio, casi siempre concertado por unos padres que nunca aceptarían lo contrario.
Pureza que ha dejado de preocupar a las nuevas generaciones de españoles, que según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) se inician en el sexo a una edad cada vez más temprana.
Según el estudio "Fecundidad y valores en la España del siglo XXI", elaborado por el CIS en 2006, el 38,5% de los españoles dejan de ser vírgenes entre los 15 y los 19 años, y el 33,9% entre los 20 y los 24. Sólo el 12,7% vivió su primera experiencia sexual entre los 25 y los 29.
A conclusiones similares ha llegado la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS), que en un estudio de 2005 certificaba que el 6% de los españoles mantiene su primera relación sexual antes de los 14 años, el 39% entre los 14 y los 17 y el 30,3% entre los 18 y los 19.
"La virginidad ha dejado de ser un tabú. Sólo se mantiene intacto en algún círculo social cerrado", dijo a EFE el doctor Carlos San Martín Blanco, secretario general de la FESS. "La sexualidad -recalca- ya no es un valor estigmatizado por el pecado".
Los españoles vivimos de forma "más positiva" nuestra sexualidad, "lejos de la rigidez" de cánones sociales e imposiciones vigentes hasta no hace mucho tiempo. "Las españolas -apunta el doctor San Martín- ya no conciben la virginidad como una ofrenda al hombre".
En el 63% de los casos, según el estudio de la FESS, el joven se inicia en el sexo con un novio/a, el 21% con un amigo/a, el 9,6% con prostitutas/os y sólo un 6,4% con un desconocido.
SECRETO Y ANGUSTIA
Las mujeres musulmanas acuden a las consultas previas y a la operación "siempre en secreto y muchas veces angustiadas", solas o en compañía de una amiga, "casi nunca con la madre", relata Otilia Martín Crevillén, y siempre con la obsesión de "quitarse un peso de encima" ante el temor a ser "repudiadas".
"Vienen convencidas de que tiene que ser así, de que perder la virginidad antes del matrimonio es una deshonra para su familia. Y con el temor de que su vida puede incluso peligrar", cuenta la doctora Barba, quien recuerda que a más de las tres cuartas partes de las mujeres del mundo "se les obliga a ir puras al matrimonio". "Ahí está -dice- la realidad de los crímenes de honor".
Las jóvenes gitanas encaran el problema sin tanta angustia, pero casi siempre convencidas de que, por tradición, la "flor de su virginidad" debe estar intacta la primera noche. Además, tendrán que demostrarlo públicamente, ante toda la parentela, -la famosa prueba del pañuelo-, antes y después de la boda. "Vienen a la consulta con su madre, su abuela, las hermanas, las amigas....", comenta la doctora Barba.
La experiencia de la doctora Martín Crevillén es que las jóvenes gitanas van "más obligadas que convencidas".
NINGÚN FALLO
Al margen de estos dos grupos sociales, son contadísimos los casos, relatan ambas doctoras, de españolas que recurren a la himenoplastia antes del matrimonio. Casi siempre son mujeres que, después de una ruptura matrimonial, inician una nueva relación sentimental "y quieren hacerlo intactas", cuenta María José Barba.
"También -añade- he atendido a prostitutas de 'alto standing' que han encontrado en la virginidad un reclamo para captar clientes. Conozco a una que se ha hecho la operación siete veces".
En cualquier caso, son intervenciones en las que no puede haber "ningún fallo. Todo tiene que quedar perfecto, sin la más mínima duda, porque antes de la boda habrá un examen minucioso para comprobar que el virgo de la novia está intacto", dice la doctora Barba, a cuya consulta acuden además de españolas, mujeres desde Francia y Marruecos. "Prefieren poner tierra de por medio", apostilla.
La himenoplastia se realiza como mínimo un mes antes de la fecha de la boda, para que cicatrice bien, aunque Otilia Martín recomienda tres a sus pacientes, que en todos los casos "abandonan la clínica por su propio pie, sin problemas", concluye.
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