Público
Público

La responsabilidad del líder

Fainé está en el ojo del huracán de la conversión histórica de las cajas

VIRGINIA ZAFRA

Es uno de los hombres más orgullosos de trabajar para una caja de ahorros. Lleva haciéndolo casi 30 años y las defiende en público casi como si él mismo las hubiera creado. Una caja es sinónimo de obra social y eso, para Isidro Fainé, es lo que de verdad importa. Es el alma de La Caixa, como rezan insistentemente sus anuncios publicitarios. El resto del negocio financiero es casi accesorio, apenas una vía para conseguir el dinero que después se reinvierte en la sociedad. Sin embargo, el guerrero de las cajas tiene ahora la ingrata tarea de reconvertirlas, de dirigir su transformación en bancos y de ver cómo poco a poco dejan de ser lo que siempre fueron. Y lo hace precisamente porque quiere que pervivan, porque es consciente de que las cosas han llegado a una situación tan complicada que la única forma de sobrevivir es reinventarse.

Desde la atalaya de la presidencia de la patronal del sector, la CECA, Fainé intenta que esto no sea la muerte de las cajas sino sólo un rediseño, una nueva forma de hacer lo mismo de siempre aunque sea con un traje diferente. Lleva semanas intentando que el Gobierno, instigado por el Banco de España, no obligue por decreto a las cajas a convertirse en fundaciones. Ha tenido que aceptar una ristra de imposiciones, pero ha conseguido que las cajas pervivan de alguna manera, aunque sea en la retaguardia. A partir de ahora, todas, o casi todas, se limitarán a ser las propietarias de los bancos que creen y a los que traspasen sus negocios financieros. Y se centrarán, casi exclusivamente en muchos casos a gestionar la obra social con los dividendos que les pague el banco.

Fainé se planteó convertir a La Caixa en una fundación. En el plan que tenía entre manos hace pocas semanas, la caja traspasaba todo su negocio a un banco y se convertía en fundación para administrar la obra social y la propiedad del banco. Pero al final no lo ha llevado a cabo íntegramente así. Ha optado por mantenerse como una caja y no avanzar hacia la fundación (tiempo tiene para hacerlo). Quizá era demasiado contradictorio estar luchando desde la CECA por evitar una imposición que desde La Caixa se ve tan buenos ojos como para implantarla. En la caja catalana son conscientes de que, de alguna manera, son el espejo en el que se mira todo el sector y saben que sus movimientos no sólo tienen que convencer a sus clientes y los que serán sus inversores, también tienen que ir acordes con lo que puede aceptar e imitar el sector.

Fainé tenía que hacer esta operación (las nuevas normas internacionales de riesgos prácticamente le han obligado a ello) aunque le ha costado mucho tomar la decisión. No era fácil asumir que uno deja de ser caja (eso por lo que ha luchado tantos años) para convertirse en banco. La responsabilidad del líder.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias