Este artículo se publicó hace 13 años.
Rouco y el Vaticano apadrinan la nueva orden ultra de monjas
En un acto en Burgos, 181 religiosas crean la congregación
Hacía décadas que la Iglesia española no vivía un acto como el de esta tarde en la catedral de Burgos. Cuando la fe cristiana no pasa por sus mejores momentos, y en el que su mensaje no logra calar entre los más jóvenes, 181 chicas copaban la nave central del templo vestidas con el hábito de monja. Eran las integrantes del Instituto Iesu Communio (comunión de Jesucristo), una orden de clausura surgida en el seno del monasterio de clarisas de Lerma (Burgos) y que oficializó su nacimiento. El nuncio del Vaticano en España, RenzoFratini, y el presidente de la Conferencia Episcopal, Rouco Varela, estaban allí para apadrinarlas.
"Nosotros estamos contentísimos. Tenemos a dos hijas. Una lleva seis años y medio y la otra, tres", sonreía uno de los centenares de familiares que acudieron al templo. "Hay diez parejas de hermanas y una de trillizas", explicaba orgullosa la mujer. Otro de los padres explicaba que van a ver a su hija una vez cada dos meses. "Están felicísimas, ¿no las has visto cómo sonreían?", añadía la hermana de otra al finalizar la misa.
El papa dio ya en diciembre su visto bueno al grupo de sor Verónica
Hay quienes hablan de "milagro" cuando se refieren a este florecimiento de vocaciones. Mientras otros conventos españoles agonizan y tienen que reclutar a monjas en Latinoamérica, a Lerma acuden decenas de muchachas de clase media y con estudios. Pertenecen a familias que siguen el camino neocatecumenal (conocido como Kikos) y otros movimientos conservadores del cristianismo en España. Los sectores de la Iglesia más progresista mantienen sus recelos hacia la nueva orden.
Con el visto bueno del papaEl pasado mes de diciembre, el papa dio el visto bueno para que el grupo, liderado por la carismática sor Verónica, de 44 años, se desligara de la orden franciscana y tuviera identidad propia. Pusieron en escena el cambio de identidad. Más de 200 sacerdotes asistieron a una misa de acción de gracias oficiada por el arzobispo de Burgos, Francisco Gil.
Al acto acudió otro centenar de chicas que aspira a entrar en el convento
También era sorprendente para los tiempos que corren, que otro centenar de chicas jovencísimas desee ingresar en el convento. Vestidas de calle, con una sonrisa de oreja a oreja, entraban presurosas a la sacristía minutos antes de que empezara la misa. "Somos amigas de las monjas", se evadían. Allí, en la sacristía, se resguardaban monjas y novicias. Justo a las cinco de la tarde, entraron en procesión a la nave central, a la que sólo se podía acceder con invitación.
El acto estaba tan calculado que la presencia de varios medios de comunicación enervó a los encargados de la organización. "Cinco de mis hermanas son monjas y no quieren fotos", insistía uno de ellos mientras se colocaba con los brazos abiertos ante los cámaras para evitar que tomaran imágenes.
De la lideresa de la congregación, sor Verónica, se dice que tiene línea directa con el Vaticano. Con Rouco mantiene una relación estrecha. No en vano le dedicó unas palabras de agradecimiento al finalizar la misa, que duró dos horas. Sor Verónica, de movimientos delicados y mirada compungida, hizo de maestra de ceremonias cuando las 181 monjas de su nueva congregación renovaron los votos que había tomado por primera vez como clarisas. Las besaba en la cabeza mientras ellas se arrodillaban en el altar de la catedral.
Como hiciera Verónica Berzosa en 1984, la mayoría dejó sus estudios para dedicarse a la vida contemplativa. Verónica, hermana del obispo de Ciudad Rodrigo, dejó sus estudios de Medicina apenas un trimestre después de haberlos iniciado. Tenía 18 años. Se mostró convencida de aquella decisión: "Me apasiona pertenecer a la Iglesia".
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