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"El sueldo es lo peor para un político"

Ex secretario general del PSE-EE y niño prodigio de la política. Hijo y nieto de dos ilustres Nicolases, en casa le tocó ser Nicolasín

JESÚS ROCAMORA

Un abuelo socialista concejal del PSOE (Nicolás el serio) y un padre dirigente sindical de UGT (Nicolasito) convirtieron a Nicolás Redondo Terreros (Portugalete, 1958) en Nicolasín. En casa había que diferenciarse y más cuando el salón parecía 'un Congreso de los Diputados, pero de izquierdas. Por allí pasaba Felipe González, Txiqui Benegas, Enrique Múgica, Pablo Castellanos... Aquello te daba una sensación de calentura, así que desde pequeño he podido decir lo que quería. Siempre he sido moderado, pero nunca me he callado', recuerda hoy.

Nada raro por tanto que, cuando por allí le preguntaban qué quería ser de mayor, Nicolasín, en plan repelente, dijera que abogado y periodista. Casi : 'Como todo el mundo, quise ser muchas cosas. No conozco a nadie que haya querido ser una sola. Siempre me han dominado dos tendencias. Una, el derecho y la abogacía. Otra, el periodismo. Paradójicamente, estudié derecho y no lo ejerzo, pero hoy estoy en una radio haciendo de tertuliano'. En el fondo, reconoce mientras coge la pizarra y escribe con la tiza, a él sólo le preocupaba 'ser libre'.

Todo aquello, dice, no tuvo nada que ver con que luego se decantara por la política. 'Al margen de esas broncas, en casa hablábamos poco de política. Teníamos la necesidad de estar muy unidos. Sobre todo había unidad familiar. Es más: me afilié a Juventudes Socialistas sin que mi padre lo supiera', dice. Le afilió otro padre: el de Patxi López, Eduardo López Albizu, Lalo.

Pero estamos yendo muy rápido. Precisamente la política hizo que, cuando Nicolasín todavía era un crío, a su padre y a Ramón Rubial los desterraran a Las Hurdes, ese pedazo de tierra seca rodeado de más tierra seca, que no estuvo unida al resto de España por ninguna carretera hasta 1922, y del que Buñuel recordaba que por allí nadie cantaba nunca. Detrás se fue toda la familia, en un coche conducido por Enrique Múgica, que tardó casi dos días. Para dos niños de 8 y 4 años (Nicolás y su hermana Idoia), aquel lugar, 'sin escuela, con un río y el perro de la Guardia Civil como únicas distracciones, fueron como unas grandes vacaciones. ¡Estábamos todo el día en la calle!'.

Quizá por eso, hoy Redondo no cree que el sitio donde nacemos nos marque de forma indeleble. 'Soy poco identitario', resume. 'Admito que mucha gente se sienta orgullosa exponiendo lo que nos diferencia, en vez de lo que nos une. Pero me parece un aburrimiento vivir todo el día con una intensidad suprema tu condición de extremeño, vasco o catalán. Yo no me levanto de una forma especial. Y no creo que ninguno de los que se denominan nacionalistas lo hagan. Es más, muchos se levantan como yo, no preocupados por el idioma o lo que son y no son, sino por cómo pueden pagar la hipoteca o si tienen la salud de su hijos cubierta. Los otros son sentimientos que deberían entrar en la esfera de lo privado y de los que estamos haciendo algo público. Y no podemos hacer política con ello: política es otra cosa'.

La política hoy, dice, 'no es una profesión y el sueldo es lo peor para un político. Es lo que le hace cambiar de opinión incluso dentro de su partido. Quien lo hace no será nunca un gran político, sino un gran profesional. Pero el ser humano es conservador. No critico a la gente que quiera vivir bien. Eso sí, si quieres vivir bien, hay ciertas profesiones a las que no te puedes dedicar. Una es la política'.

Pues permítame que me ponga tocapelotas, pero le recuerdo lo que dijo Iñaki Anasagasti en su blog tras su nombramiento como consejero de FCC: que iba a forrarse. ¿Le molestó? 'No. Lo terrible es que el único que salió a defenderme fue Urkullu. Ni los sindicatos ni los empresarios lo hicieron. Eso demuestra la capacidad de presión que tiene el miedo'.

Nicolasín se casó tarde, casi a los 40. '¡No es raro!', protesta: 'Lo hice a la misma edad que muchos amigos. ¡Patxi López se casó un mes antes! Luego he visto que sí, que la gente, cuando les digo que mi niña tiene 10 años, alucina'. Hablando de su hija, Redondo opina que la educación en España 'no está a la altura de la información que poseemos. No nos damos cuenta de que la aparición de Internet sólo es comparable a la imprenta. Internet es más importante, explosivo e incontrolable. ¿Qué pueden hacer nuestros hijos con la educación convencional que les damos?'.

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