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Las trampas de la derecha

El PP intenta convertir a Zapatero en 'el problema', como hizo con González

GONZÁLO LÓPEZ ALBA

El método es tan viejo como conocido: se atribuye al adversario lo que nunca ha dicho, se propala la mentira con el aplomo de quien dice la verdad y, finalmente, se le exigen responsabilidades por haber dicho lo que no dijo.

Es lo que hizo la semana pasada el ex presidente José María Aznar cuando, en una entrevista en TVE la misma que con él en el poder ocultó hasta la existencia del líder de la oposición, afirmó: '[José Luis Rodríguez Zapatero] dijo estando en la oposición que estaría ocho años, vamos a ver si cumple'.

Nunca ha dicho tal cosa Zapatero, ni estando en la oposición ni siendo ya inquilino de la Moncloa. Si en algo ha tenido un cuidado especial ha sido en evitar cualquier pronunciamiento que pudiera atarle en esta decisión. Aprendió la lección en los bigotes chamuscados de Aznar.

Al ex presidente, que ahora se presenta como modelo de higiene democrática a imitar, le falla tanto la memoria sobre lo ajeno como sobre lo propio. No le movió un impulso ético cuando en 1994, después de sufrir su segunda derrota frente a Felipe González, declaró en la cadena Ser: 'Si alguna vez los españoles me dan la responsabilidad del Gobierno, sólo me presentaré una vez a la reelección'.

La prueba de cargo la aporta quien fue su principal asesor de Comunicación, según cuenta en Pacto de Caballeros (Belacqva, 2002 ) Cristina de la Hoz, periodista especializada en información sobre el PP: 'Cuando [Miguel Ángel] Rodríguez recuerda el origen de esa promesa, sonríe y, en ese gesto tan característico suyo, se mesa la barba por los carrillos con las dos manos y después se pasa el índice por el cuello.

-No sé por qué se me ocurrió esa tontería, yo qué sé. Lo dijimos y cayó bien, pues adelante. Lo malo es que ahora parezco yo como el maldito mamón. (...)'.

El PP actúa a sabiendas de que los votantes se identifican más con el líder que con el partido

Pues eso. Ahora pretenden que el 'maldito mamón' sea Zapatero.

Otro ex presidente, Felipe González, cuenta que la media de permanencia de los jefes de Gobierno en Europa es de siete años. Él gobernó durante casi 14, pero en su cuenta el total se divide por dos con el argumento de que durante los primeros siete 1982 a 1989 no existió una oposición digna de tal nombre la ejercía entonces, con un grupo muy minoritario, Manuel Fraga, de forma que sólo cabe contabilizar los siete que tuvo como alternativa a José María Aznar, hasta que perdió las elecciones en 1996.

González había intentado en varias ocasiones dar paso a otro candidato, pero el PSOE no quiso renunciar a su mejor caballo de carreras hasta que reventó en la pista. Según ha contado él mismo, una de sus principales motivaciones para promover su relevo fue que las encuestas indicaban que tenía un alto índice de rechazo en la población y, después de que se hubiera reconstruido la convivencia con la Transición, no quería echar leña al fuego del atávico cainismo entre los españoles. Parte de ese rechazo tuvo que ver con sus muchos años de gobierno y los escándalos de corrupción, pero otra parte fue convenientemente azuzada por la derecha, en el sentido más amplio de la expresión, tras concluir que González era imbatible con la única fuerza de los votos.

La derecha está reproduciendo ahora aquella estrategia con Zapatero, a sabiendas de que en España los votantes se identifican con el candidato antes que con el partido cuya lista electoral encabezan. De ahí que, aprovechando el inevitable desgaste producto del tiempo y el sobrevenido por la crisis económica, martillee en la idea de que Zapatero 'es el problema', para España y para el PSOE, aunque otros gobernantes no anden mejor. La popularidad de Sarkozy en Francia está por debajo del 40% y la de Obama en EEUU ya había caído por debajo del 50% antes del varapalo electoral Massachusets.

Acusará al presidente de apego al poder si anticipa a destiempo su candidatura para 2012

La lógica reserva y el respeto a los tiempos de Zapatero ha hecho cundir el nerviosismo entre los dirigentes socialistas, propensos a perder el temple cuando el viento sopla de proa. Unos los más , porque viendo que la popularidad del presidente está en horas bajas, creen que la mejor forma de echar una mano es con declaraciones de respaldo a su liderazgo. Otros porque, siendo como es el principal activo del PSOE, temen que si se va pierdan los cargos que dependen del designio presidencial y los conquistados con el apoyo de su tirón electoral. Y algunos también porque, ante la posibilidad de que la decisión final pudiera ser no optar a un tercer mandato, quieren disponer de tiempo suficiente para preparar el asalto a la sucesión.

Lo más probable es que Zapatero vuelva a ser el candidato socialista por falta de alternativa y porque ningún capitán que se precie de tal nombre abandona el barco en medio de la tormenta y también que confirmarlo ya apaciguara las inquietudes internas, pero hacerlo cuando lleva consumido menos tiempo de su segundo mandato del que aún le queda por cumplir daría paso sin duda a una feroz campaña de deslegitimación por su presunto apego a la poltrona.

Si Zapatero optara a un tercer mandato y ganara de nuevo en 2012, acumularía 12 años en el poder y 16 en la primera línea de la política. Pero si el ganador fuera Rajoy, encadenaría siete años en el Gobierno como ministro y vicepresidente, ocho en la oposición y, aplicando la doctrina Aznar, ocho en la Presidencia; es decir, 15 años en el poder y 23 en la primera línea de la política.

A la postre, las elecciones no se ganan en las encuestas ni en las tertulias, sean mediáticas o de sobremesa. Se ganan en las urnas.

 

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