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La última revolución cubana es el cine digital

Las nuevas hornadas de directores de la isla crean un cine sin censura e independiente del aparato estatal

SARA BRITO

No son una generación. Y tampoco están arropados, en la mayoría de los casos, por el aparato del Estado cubano, como sí estuvieron los directores que les precedieron. Muchos están vinculados a la escuela de San Antonio de los Baños, pero otro buen puñado es totalmente autodidacta. Lo que une a la nueva oleada de cine cubano es su condición de independientes.

Las claves son un formato, el digital, y una urgencia por expresarse, 'sin miedo a la censura, sin pasar por los protocolos', como apunta el director de 31 años Arturo Infante, autor del cortometraje Utopía (2004) y del más reciente Gozar, comer y partir, dos hitos de este cine independiente, que funcionan por su irreverencia, su economía de medios y su originalidad narrativa.

Infante es uno de los que conforman un ciclo que trae a la Casa de América de Madrid lo mejor de la Muestra de Jóvenes Realizadores Cubanos de la Habana, el punto de encuentro que reúne desde hace ocho años a las generaciones más jovenes de directores. 'Aunque sea una muestra apoyada por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), no hay censura, ni líneas marcadas, ahora bien, es un espacio muy limitado', aclara Infante.

'Los jóvenes no tienen que esperar a que les aprueben un proyecto, y enfrentan mecanismos de distribución nuevos, eso condiciona su mirada', apunta el veterano director Fernando Pérez (Suite Havana), que ha apadrinado la última edición de la muestra.

'La libertad práctica de lo digital es el punto en común más importante', reconoce la documentalista Susana Barriga de 27 años, quien hace dos meses se hizo con una mención del jurado de la Berlinale por su corto The Illusion, filmado con cámara oculta. A la muestra trae dos cortos, también documentales, Patria y Cómo construir un barco donde priman los gestos, las miradas y un existencialismo esperanzado al abordar el tema clásico de la emigración.

En efecto, los documentales son una de las señas de identidad de las nuevas generaciones. En los 90 el género 'se deprimió al no existir los recursos, ahora con el cine digital se tiene el acceso', apunta Fernando Pérez.

En este cine joven, la revolución no usa proclamas. Se trata de una disidencia ética y estética, que huye del reduccionismo, y que aporta una mirada plagada de matices y búsquedas. Alejandro Ramírez (Monteros) cree que no se les puede catalogar como generación, precisamente por la variedad de puntos de vista que aporta el acceso al digital, pero, como dice, 'todos tenemos la necesidad imperiosa de reflejar nuestra época'.

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