Este artículo se publicó hace 17 años.
Vecinos de Rangún luchan por recuperar los servicios básicos
Con machetes, hachas, sierras y pocas herramientas más, la población de Rangún, la mayor ciudad de Birmania (Myanmar), lucha para recuperar los servicios básicos destrozados por el ciclón Nargis, que dejó a su paso al menos 22.500 cadáveres y 41.000 desaparecidos.
En Rangún, una urbe de cinco millones de habitantes, no se ven grúas retirando de las calles los postes eléctricos arrancados de cuajo por el ciclón ni tampoco a soldados y técnicos recogiendo los cables del tendido o los generadores de alta tensión que están tirados por el suelo desde el pasado sábado.
Ningún ciudadano de a pie de esta ciudad, que por las noches se sume en la absoluta oscuridad, sabe cuántas semanas o meses tendrán que transcurrir hasta que los hogares vuelvan a tener electricidad o cuándo será restablecido el suministro de agua corriente.
Por casi todas partes se ven personas con machetes y hachas cortando troncos, algunos descomunales, que han destruido parte de las viviendas, y a grupos de vecinos que hacen palanca con unos palos para mover los pesados pilares de cemento del tendido eléctrico, que cayeron uno tras otro.
"Quién sabe, tres meses, seis meses, antes los apagones eran de varios días, pero esta vez temo que pasará mucho tiempo", dijo Ohn Gawn, un vecino de la parte alta de Rangún, en la que residen los birmanos con mayores recursos y el área menos afectada por el ciclón.
Tampoco parece tener idea de cómo remediar el desastre la Junta Militar, cuyo Ministerio de Información y Escrutinio de la Prensa, según su denominación oficial, emite por la radio estatal una y otra vez el mismo boletín, en el que informa de la mejora de la situación en Rangún y de la entrega de ayuda en las poblaciones del delta del río Irrawaddy, devastado por Nargis.
La superpoblada y empobrecida región del delta, donde 41.054 personas han sido dadas por desaparecidas, según el último parte, dispone de un solo aeropuerto apto para el aterrizaje de aviones de carga, muchas de sus áreas son de difícil acceso aún en condiciones normales y la mayor parte del territorio ha quedado incomunicado por carretera y vía férrea.
Además, las barcazas, el típico medio de transporte por el río Irrawaddy y necesarias para distribuir el material de emergencia entre el millón de damnificados, se hundieron o fueron destruidas por el temporal.
"La ayuda a la región del delta esta llegando a cuentagotas, no existen los recursos ni las infraestructuras para llevarla hasta allí", explicó a Efe un empleado birmano de una de las pocas organizaciones humanitarias internacionales autorizadas por el régimen para trabajar en el país.
Según la prensa estatal, la zona más devastada es la situada en torno a la localidad de Bogalay, a unos 90 kilómetros al suroeste de Rangún y a la que únicamente se puede acceder navegando o en helicóptero.
La distribución de los plásticos que hagan de tiendas de campaña, agua y alguna que otra clase de alimento se hace a pie o en carromatos en Bogalay, donde han perdido la vida 10.000 personas y donde el 95 por ciento de las viviendas ha quedado reducido a escombros.
La Junta Militar impuso en 2006 restricciones al desplazamiento de los trabajadores de las agencias de ayuda de la representación de Naciones Unidas, situada junto al lago Kandawgyi, y en la que a simple vista se aprecia que no tiene suficientes vehículos como para llevar a cabo una operación humanitaria de esa magnitud.
Casi lo mismo sucede con las tres o cuatro organizaciones no gubernamentales (ONG) extranjeras aceptadas por el régimen, que acusan una notable falta de recursos.
Hasta la oficina de ayuda de la Comisión Europea, ubicada al lado del desierto Hotel Palace Kandawgyi, llega de vez en cuando algún que otro coche diplomático y, desde fuera, no se vislumbra mucha actividad en el interior.
Las familias que viven en la antigua capital y que han perdido sus hogares están acampadas en solares vacíos, donde con varios palos, unas ramas de los árboles caídos y un plástico como techo soportan el intenso calor del día y los fuertes chaparrones que caen por la noche y que sirven para llenar unos cuantos cubos de agua.
A causa de la falta de suministro de agua corriente, las embajadas, residencias diplomáticas y hoteles han agotado sus reservas o bien han decidido racionarla.
Las autoridades aumentaron la presencia policial alrededor de la estación central de ferrocarriles de Rangún, a la que llegan los trenes con plástico y otros materiales para distribuir entre los damnificados.
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