Este artículo se publicó hace 17 años.
Zapatero reparte madera con el talante de Cassius Clay
"¿Por qué no te callas, papá?". Este fue el saludo con el que Laura Rodríguez recibió a su padre, el presidente del Gobierno, cuando a las ocho de la mañana del lunes llegó al Palacio de la Mon
Gonzalo López Alba
"Entonces comprobé el impacto que había tenido el incidente con Hugo Chávez, porque hasta ese día no pude ver las imágenes ni supe que había tenido eco hasta en Afganistán", según narró ayer José Luis Rodríguez Zapatero, con toda suerte de detalles y una rotunda defensa de la actitud adoptada por el rey: "Lo que hizo fue dar su apoyo para que se escuchara la voz del presidente del Gobierno de España".
Sostienen los editores que no hay nada peor para la promoción de un libro que los titulares de su presentación se los lleven asuntos ajenos al contenido estricto de la obra. Si el axioma se cumple, el jefe del Ejecutivo hizo ayer un flaco favor a Suso de Toro, porque la presentación de Madera de Zapatero. Retrato de un presidente (RBA) acabó en una prolija explicación del incidente de la cumbre iberoamericana.
Fue así porque, en ausencia "por una indisposición" de José Saramago, anunciado en los títulos de crédito como co-presentador, Angels Barceló ejerció como la periodista que es. También porque Zapatero "quería hablar", según se había hecho saber.
De lo que quería hablar también quedó claro. Básicamente del rey, de Hugo Chávez, de José María Aznar -por partida doble- y de que toda su trayectoria política es, y sigue siendo, básicamente un retrato generacional. Esta fue la prelación en el tiempo dedicado a cada asunto, aunque el orden en que los abordó fue inverso.
De Toro recurrió a varios símiles para hacer su personal retrato de un político "pura sangre" hacia el que reivindicó "el derecho a expresar mi admiración". El presidente, con su intervención, avaló especialmente dos de ellos: "Es como Cassius Clay, que se ríe, hace bromas y, de vez en cuando, suelta un golpe y te deja groggy"; y "es un bulldog, que cuando muerde no suelta".
Así, la "lectura generacional de lo que represento" (los hijos del baby-boom de los años 60, que nacieron a la vida adulta en la democracia y que nunca creyeron que España "fuera diferente, sino que la hacían diferente") la cerró Zapatero con la afirmación de que "también debemos entrar en la normalidad" en el comportamiento de los ex presidentes.
Esa normalidad pasa, con la enseñanza de las "democracias con solera", por que "suelen pronunciarse muy poco sobre las cuestiones políticas de su país, y siempre en tono muy constructivo y poco partidario". Fue evidente que, al menos en ese momento, sólo pensaba en uno.
La conversación con Aznar
Entre risa y risa -las propias y las del auditorio- recreó con toda la literalidad de que fue capaz la conversación que mantuvo con Aznar tras el incidente con Chávez.
"El incidente ha tenido una cosa buena. He hablado por teléfono con Aznar, que hacía que no hablábamos desde que me llamó la noche electoral para felicitarme... en el tono que podéis imaginar (risas). Cuando un colaborador me dijo que Aznar me estaba intentado localizar, le pedí confirmación (risas). Después de tanto tiempo me pareció que no podía cortar la conversación sin más y le dije que a ver si un día nos veíamos, y él me dijo: ‘Por supuesto. Tú eres el presidente, me llamas cuando quieras' (risas) ... Ahí quedó" (más risas).
Creado el suspense sobre una próxima reunión, aunque la banda sonora no incitaba a pensar que se vaya a producir ahora, en campaña electoral. Tan en campaña que Zapatero no desperdició la tribuna para renovar ante las próximas elecciones un compromiso de 2004: "Sólo seré presidente si tengo un voto más que mi rival".
De la crisis abierta con Venezuela, expresó su confianza en que "por sensatez", y "si mantenemos el principio de respeto que es obligado", se restablecerá la normalidad.
No obstante, resaltó que una situación como la que se produjo "es absolutamente impensable" en un Consejo Europeo y que "la España democrática no podía permanecer impasible a lo que representa un ataque a un ex presidente del Gobierno".
En la fila cero le escuchaba la secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, junto a José Blanco, Fernando Moraleda y Baltasar Garzón. Acaso con la nostalgia de haber dirigido el Instituto Cervantes, donde se celebró la presentación, también acudió el ministro César Antonio Molina.
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