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"Es un error seguir donando dinero a países donde reina la corrupción"

Miembro de una saga de científicos y políticos anglo-kenianos con un papel prominente en la historia de su país. Descubrió el cráneo de un homínido que abrió una nueva rama de la evolución humana

JAVIER YANES

Que a Hollywood se le haya escapado la historia de la familia Leakey es imperdonable. El primer paleoantropólogo de la saga, Louis, hijo de misioneros ingleses, dejó huella histórica por inclinar la balanza del origen humano a la hipótesis africana de Darwin, pero también por apadrinar a las tres damas de los simios o Ángeles de Leakey –Jane Goodall, Dian Fossey y Biruté Galdikas– y, de forma menos feliz, por sus reiterados escándalos amorosos. Su segunda esposa, Mary, dejó su propio rastro en la ciencia a través de varios hallazgos, entre ellos, las famosas huellas de homínidos en Laetoli (Tanzania). El más notorio de los hijos de ambos, Richard, científico autodidacta y ex político de trayectoria turbulenta, se casó con su colaboradora Meave Epps (Londres, 1942), británica de nacimiento que se confiesa 100% keniana de corazón.

Lejos de pasar por la vida como la mujer de, Meave Leakey abrió su propio y esplendoroso camino en la ciencia. Suyo y de su hija Louise es el hallazgo del Kenyanthropus platyops (hombre de Kenia de rostro plano), una especie que dibujó una nueva rama de la evolución humana y sobre la que, sin embargo, su descubridora se pronuncia con la humildad del verdadero científico, el que admite las objeciones de sus colegas 'aún hay que probarlo, sólo tenemos un ejemplar', reconoce.

La doctora Leakey dirige con su hija el proyecto de excavación de Koobi Fora, en las orillas del remoto lago Turkana (Kenia). Esta semana pasó por Madrid en representación de su ilustre dinastía para recoger uno de los premios que anualmente otorga la Sociedad Geográfica Española.

¿Es fácil hacer ciencia en un país del tercer mundo como Kenia?

Es difícil por la financiación, a no ser que estés ligado a una organización internacional. Nosotros estamos afiliados a los Museos Nacionales del Gobierno, que Richard dirigió en los 60 y 70, pero el país tiene otras prioridades y los Museos cada vez tienen menos dinero, así que no obtenemos fondos de ellos.

¿Cómo se trabaja en un lugar tan inhóspito como Turkana?

Logísticamente es difícil, por la distancia, pero estamos estableciendo centros de investigación al este y al norte del lago, lo que nos facilitará mucho el trabajo al no depender tanto de Nairobi. La verdad es que me encanta estar en áreas remotas. Hoy, donde quiera que vayas estás rodeada de gente. Allí dependes de ti y es un reto que hace la vida más especial. Me encanta el desierto, el calor...

¿Qué le gusta del desierto?

El espacio. Los inmensos horizontes. Es como estar en el mar. Si no tomas la decisión correcta, puedes correr un serio peligro. Si te pierdes, no hay agua y sólo sobrevivirás dos o tres días. En cierto sentido es vivir al límite. Aunque ahora tampoco es lo que solía ser, ya que siempre tenemos contacto por radio y seguimos normas estrictas para reducir el riesgo.

Su familia ha estado siempre muy involucrada en la política de Kenia. Incluso su marido, Richard, fue jefe de los servicios públicos y fundó su propio partido.

Esto nace de un deseo de hacer algo para mejorar Kenia y ayudar a su desarrollo. Richard piensa que es una obligación de todo individuo. En los 70, cuando le conocí, Kenia era la estrella naciente de África, pero no ha cumplido esa promesa por culpa de la corrupción. Richard aceptó el cargo en el servicio público para hacer algo respecto a eso, pero no funcionó. Fue muy decepcionante.

¿Ha mejorado Kenia desde entonces?

En muchos aspectos, ha ido a peor. Antes había menos población y la mayoría de la gente vivía en zonas rurales, con sus propias parcelas en las que cultivaban alimentos. Pero ahora hay más gente que se ha concentrado en las ciudades y no encuentra trabajo. Una gran parte de la población es muy pobre y lucha por sobrevivir. Los salarios han empeorado. La educación no puede con el aumento de la población, hay demasiados niños por clase, no hay suficientes profesores ni médicos... Y realmente en Kenia hay mucho dinero, pero la corrupción hace que no vaya adonde debería.

¿Los científicos también deben implicarse en política?

Sobre todo en el ámbito local. En los 70 y 80 teníamos poco contacto con la gente del lugar; llegábamos, excavábamos y nos marchábamos, y eran regiones tan despobladas que podías pasar días o semanas sin ver un alma. Aparecían de vez en cuando para cantar o bailar a cambio de tabaco. Pero hoy las cosas han cambiado. Hay más población, el ganado no tiene pasto, llevan a los rebaños al parque nacional, disparan a los animales salvajes, en el parque hay más ganado que fauna salvaje y entonces los turistas no vienen... Hoy no se puede investigar si tu trabajo no ofrece beneficios permanentes para la comunidad. Es una de las razones de los centros de investigación, creamos empleo y facilitamos el trabajo de los pastores, que caminan 70 kilómetros para llevar su ganado al mercado.

¿Cree que Obama situará por fin a África en la agenda mundial?

Sí, creo que habrá más conciencia sobre los problemas de África y estoy segura de que Obama prestará más atención que ningún otro presidente. En cuanto a mi país, es cierto que Obama es hijo de Kenia, pero también es un hombre muy sabio, y dirá: si queréis que os ayude, primero solucionad la corrupción. Es un error seguir donando ayuda económica a países donde reina la corrupción, y los que tienen el poder se lo comen todo. De cualquier manera, Obama ya tiene suficiente trabajo en casa. ¡Vaya momento para ser presidente! Pobre hombre...

En su carrera científica, ¿ha sido el Kenyanthropus su mayor satisfacción?

Posiblemente sí, pero aún hay que probarlo. Sólo tenemos un ejemplar, un cráneo muy distorsionado y un fragmento de mandíbula. Los escépticos pueden decir que nos lo estamos inventando. Pero esa cara es plana y larga y sus dientes son pequeños. No se parece en nada al Australopithecus afarensis, la única otra especie que conocemos de esa época. Pensamos que es un linaje distinto; puede que quizá no fuera a ninguna parte, pero nos dice que había homínidos de dientes pequeños en aquel momento. Y es más fácil establecer vínculos con Homo desde él que desde Australopithecus.

¿Buscan la aguja en el pajar?

Exacto. No sabemos qué pasaba en el resto de África, y hay muchas zonas donde no se puede excavar por motivos de seguridad o por la vegetación. Es una ventaja del cambio climático, que expondrá zonas ahora cubiertas por la selva y podremos excavar [ríe]. Es sólo una broma...

Este mes, usted y Richard presidirán la presentación del primer molde del esqueleto del hobbit de Flores. ¿Cree usted que es una nueva especie?

Claramente no es un humano deformado, como dicen algunos. Pero si es producto de un enanismo insular, ¿por qué tiene los pies tan enormes? Son tan largos como su tibia. Si tuviera que apostar dinero, diría que es un Homo erectus que sufrió una evolución insular rara.

¿Cuándo tendremos una idea clara de la evolución humana?

En los próximos 100 años, o así.

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