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El escriba que se enterró en un libro

Un equipo de investigadores dirigido por el egiptólogo del CSIC José Manuel Galán ha descubierto en Luxor (Egipto) una cámara sepulcral pintada hace 3.500 años

DANIEL MEDIAVILLA

Djehuty, el escriba real, fue enterrado en un libro. En su cámara mortuoria, las paredes y el techo están cubiertos de jeroglíficos que narran pasajes del Libro de los Muertos. El documento, un GPS que debía ayudar al difunto a superar los obstáculos que se interponían entre él y el paraíso, solía acompañar al muerto en un papiro. Djehuty prefirió descansar literalmente rodeado por las instrucciones para la salvación. 3.500 años después, el investigador del CSIC José Manuel Galán y su equipo pudieron disfrutar de la espectacular composición que otros escribas habían elaborado para uno de los más grandes de su gremio. 'Encontrar algo así es más que un sueño para un egiptólogo', afirma Galán. El descubrimiento se ha realizado durante los trabajos de la VIII campaña del Proyecto Djehuty, una iniciativa patrocinada por la Fundación Caja Madrid que pretende excavar y restaurar el monumento funerario del escriba egipcio.

Djehuty ocupó los cargos de escriba real, supervisor del tesoro y supervisor de los trabajos de los artesanos del rey bajo el Gobierno de Hatshepsut, una de las pocas reinas que tuvo Egipto. En aquella época, en torno al año 1480 a.C., debía de ser 'uno de los intelectuales y escribas más creativos', asegura Galán. Esta grandeza quedó reflejada en su sepulcro. 'Además de su indudable valor estético, la importancia radica en que en esta época, a comienzos de la dinastía XVIII, no se decoraban las cámaras sepulcrales', apunta el investigador. Entre 1500 y 1450 a.C. solo se conocen otras cuatro tumbas decoradas de un modo similar y todas son posteriores a la que estudia el equipo español. 'Djehuty fue, probablemente, el primero que decidió pintar su cámara. Así, su tumba-capilla y, en concreto, su cámara sepulcral decorada, le colocan entre los personajes más importantes e influyentes del momento', indica Galán.

Para llegar a la tumba del escriba, los arqueólogos debieron trabajar duro durante siete campañas, extrayendo poco a poco la tierra que les impedía llegar al objetivo. El monumento funerario fue excavado en la colina rocosa de Dra Abu el-Naga, en lo que entonces era la ciudad de Tebas (hoy Luxor), cerca del Valle de los Reyes. Tiene más de dos metros de altura y se interna casi 20 metros en la montaña.

En la última sección de este espacio, los investigadores descubrieron un pozo funerario de más de ocho metros de profundidad. En el fondo se encontraba el acceso a una gran cámara de 5,50 metros de largo, 3,50 de ancho y 1,60 de altura; pero su búsqueda no acabó allí. Tras desbrozar esta habitación, los arqueólogos llegaron a un segundo pozo, de 3 metros de profundidad. Como en la anterior ocasión, éste también daba paso a otra cámara, en este caso sí, la que sirvió de última morada para el cadáver de Djehuty.

La nueva cámara, aún más pequeña que la anterior (3,5 metros de largo, 3,5 de ancho y 1,5 de alto), había sido cubierta por estuco para poder dibujar allí las instrucciones que permitirían a Djehuty alcanzar la vida eterna en el paraíso. En el centro del techo fue dibujada con los brazos abiertos Nut, la diosa del cielo. La divinidad ofrecía así un abrazo al difunto con el que le protegía y le recibía en la otra vida. Junto a ella, los escribas dibujaron el capítulo 125 del Libro de los Muertos, la llamada confesión negativa. En este pasaje, el muerto debía enunciar uno a uno todos los pecados que él no había cometido y de los que era presunto culpable. El capítulo finalizaba con la enumeración los órganos del finado junto a la divinidad encargada de proteger cada uno de ellos.

En su camino hacia el paraíso, Djehuty debió enfrentarse a numerosos obstáculos. Por fortuna, en las paredes de su tumba tenía escritos los sortilegios que le iban a permitir convertirse en golondrina, flor de loto, cocodrilo o serpiente, dependiendo de la necesidad.

Además de ilustrar la cultura que rodeaba la muerte en el Egipto del Reino Nuevo, el trabajo del equipo español también ha desenterrado aspectos relacionados con el modo que tenían de vivir en aquella época. En la entrada de la cámara mortuoria del escriba se encontraron varios pendientes de oro que fueron enterrados con él. 'En esta época, los hombres importantes de la corte adoptaron la costumbre nubia [un reino independiente al sur de Egipto] de adornarse con pendientes, moda que poco después seguirían también los propios faraones', relata Galán.

Después del descubrimiento, el investigador del CSIC afirma que ha llegado el momento de consolidar lo hallado. El año que viene continuarán excavando la cámara pintada y un pozo nuevo, pero la principales tareas previstas son de conservación y restauración. Junto a la de Djehuty, ya se han encontrado otras tumbas y el trabajo de años anteriores recuerda que las sorpresas pueden estar a la vuelta de la esquina. El final del Proyecto Djehuty no parece estar cerca.

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