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"El espacio es como una galleta"

Yi So-Yeon, la primera astronauta surcoreana, biotecnóloga de profesión, ha cambiado su concepción del mundo y los seres humanos tras visitar la Estación Espacial Internacional

DANIEL MEDIAVILLA

A Yi So-Yeon aún le pesa el traje de astronauta. Hace ya cinco meses que bajó del espacio, un poco por las malas, en una cápsula Soyuz que cayó a plomo por culpa de un fallo técnico, pero parece que todavía siente el peso de la escafandra. “Algunas veces me pregunto si merezco vivir en este planeta y me esfuerzo todos los días para que sea así”, dice con mirada intensa la primera astronauta de Corea del Sur. Ahora es la imagen de los esfuerzos de su país en la carrera espacial y lo sabe.

Yi fue seleccionada junto al investigador Ko San para representar a Corea del Sur en la Estación Espacial Internacional, en un proceso de selección en el que compitió contra 36.000 concursantes. En Rusia, durante la preparación para el vuelo, el Gobierno coreano seleccionó a Ko como primera opción, pero la agencia espacial rusa puso pegas cuando se enteró de sus deslices. En varias ocasiones, Ko había sacado materiales sensibles de su centro de entrenamiento y llegó a mandar un libro con contenidos confidenciales a Corea.

“Ser mujer es un accidente”

Finalmente, Yi se convirtió en la primera astronauta de su país. Una mujer en un negocio de hombres. Sin embargo, ella prefiere no dar relevancia a su sexo. “Creo que no es algo tan importante. Yo soy coreana y astronauta y espero que las personas que me seleccionaron no pensasen en mí como una mujer”, afirma. Y remata: “Para mí el hecho de ser mujer tiene la misma importancia que llamarse de una determinada manera, es un accidente, nada importante”.

Un accidente que sí tuvo importancia es el que provocó el descenso balístico de la cápsula Soyuz en la que regresó a la Tierra. Un fallo en el sistema provocó un descenso más brusco de lo habitual y sometió a los tripulantes de la nave a un intensa presión. Pocos días después del incidente, que le provocó un fuerte dolor de espalda, Yi recordaba que al principio, durante el descenso, “estaba asustada”.

Cinco meses más tarde, en su paso por el Congreso Internacional de Astronáutica de Glasgow para promocionar el que se celebrará en su país el año que viene, se le había pasado el sobresalto. “No pensé en ello ni un segundo, porque mis compañeros, que tenían más experiencia que yo, estaban muy tranquilos”, dijo cuando se le preguntaba si en aquellos momentos pensó que subirse a la Soyuz no había sido una buena idea.

En la Tierra, respirar es gratis

Cuando partió hacia la EEI, la astronauta llegó a prometer que cantaría una canción coreana en el espacio. Ahora, sus preferencias parecen más próximas a la filosofía profunda que al folclore. “Cuando llegué al espacio vi la Tierra y me di cuenta de que era muy hermosa, pero entonces me percaté de que sin las máquinas no podría respirar ni beber”. Y entonces llegó la revelación: “En la Tierra podemos hacer todo eso gratis. El oxígeno, el nitrógeno y el dióxido de carbono son gratuitos, e incluso, si no fuese por nuestra culpa, no tendríamos que pagar por el agua”. Y abunda: “Originalmente, la fruta, la carne... todo era gratis, pero entonces nosotros inventamos una serie de sistemas y tuvimos que empezar a pagar por todo”. “La Tierra es gratis para nosotros, pero creo recordar que no lo apreciaba antes. En el espacio me di cuenta de que a sólo 100 kilómetros de altura tendríamos que pagar muchísimo por respirar o beber”, añade la astronauta.

Yi enlaza sin problemas la teoría económica con las disquisiciones teológicas. “Si Dios nos dio este planeta gratis, creo que estaría muy enfadado, porque pese a que podemos gozar de este regalo, luchamos unos con otros, nos criticamos, ensuciamos el medio ambiente...” La indignación ante la perfidia de su especie crece y Yi remata con una afirmación contundente: “Si yo fuese Dios, les quitaría la Tierra a los seres humanos”.

Turismo espacial para todos

En momentos de indulgencia, Yi se olvida de sus deseos de desplanetar a la humanidad y es capaz incluso de pensar en un futuro en el que el acceso al espacio, el privilegio del que ella y unos pocos más han disfrutado, será posible para muchos. “El espacio es como una galleta”, se arranca. “Todo el mundo necesita ingerir la comida básica cada día, pero una vez que te has quitado el hambre, te puede apetecer tomar una galleta o un té”, prosigue. “La Tierra es como las comidas básicas y el espacio es como un caramelo, el té o un refresco. Hace muchos años, no nos podíamos permitir esos lujos, nos teníamos que concentrar en las comidas básicas y no teníamos energía para pensar en el té o los caramelos. Ahora hay muchos tipos de caramelos, y unos son más baratos y otros más caros. Ahora hay gente que intenta ir al espacio como un extra y es posible que en el futuro el turismo espacial sea algo habitual”, asevera.

Embebida en el modo profético, Yi se dirige a los jóvenes: “A los niños y estudiantes que me quieran escuchar les diría que el sistema de la Tierra es muy perfecto y que lo tenemos que apreciar”. “Y no sólo la Tierra”, continúa, “también, por ejemplo, la tecnología. Cuando compramos algo, creemos que lo merecemos porque lo hemos pagado; pero si no hubiese habido un ingeniero que lo hubiese diseñado, no podríamos comprarlo por mucho dinero que tuviésemos”.La regañina concluye con un llamamiento para que la humanidad se enmende a tiempo y evite el castigo. “Creo que es mejor que nos apreciemos unos a otros, para hacer de la Tierra un lugar mejor. Si no lo hacemos, es probable que dentro de unos siglos haya gente que nos odie”. Amén. 

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