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Júpiter revela su energía interior

Un grupo español de científicos detecta la energía interior que impulsa las corrientes atmosféricas del planeta gigante

DANIEL MEDIAVILLA

Se sabe que en la Tierra es el Sol quien sopla para poner en marcha las corrientes atmosféricas. En Júpiter, más alejado de la estrella, no está tan claro. La radiación solar es allí mucho más débil y es posible que sea la energía del interior del planeta la gran responsable de los violentos fenómenos atmosféricos que se producen en aquel mundo. Un estudio español, que hoy ocupa la portada de Nature, refuerza la idea de que el chico grande del Sistema Solar es autosuficiente a la hora de alimentar sus corrientes atmosféricas.

Júpiter es una enorme bola de hidrógeno que gira muy rápido (el día allí dura 10 horas). En su atmósfera, una serie de corrientes en forma de chorro soplan hacia el este y hacia el oeste. En el norte, a la altura del paralelo 23 (lo que sería el Trópico de Cáncer terrestre), se encuentra la más potente de todas. Alcanza 600 km/h y allí se produjo, a finales de marzo de 2007, una tormenta que sugiere que una intensa energía se agazapa bajo la inescrutable atmósfera del gigante. La erupción apareció en los telescopios terrestres como dos brillantes manchas que se movían a gran velocidad a lo largo de la corriente principal del planeta. Los investigadores, dirigidos por científicos de la Universidad del País Vasco, en Bilbao, indican en su artículo que las tormentas ascendían desde el interior del planeta e inyectaban una mezcla de hielo de amoniaco y agua hasta más de 30 kilómetros por encima de las nubes visibles.

Estas tormentas ya se habían detectado en 1975 y 1990, pero en esta ocasión se han podido observar mejor. Por suerte, la sonda New Horizons, en su camino hacia Plutón, pasó junto a Júpiter justo a tiempo para tomar datos e imágenes del planeta en el momento que comenzaba la perturbación. Para apoyar estas observaciones, el telescopio Hubble también dirigió su mirada hacia el gigante gaseoso para lograr imágenes de gran resolución. Además, telescopios de infrarrojo de Hawaii y Canarias permitieron medir los cambios de temperatura de la atmósfera del planeta.

Pese a la enorme energía de las tormentas, la corriente de chorro que sopla en el trópico de Júpiter permaneció casi inmutable frente a la vorágine. “Concluimos que esas corrientes tienen que tener mucha masa y deben ser algo profundo en Júpiter para resistir toda esa energía”, explica Agustín Sánchez-Lavega, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de la Universidad del País Vasco y coordinador del equipo internacional que ha realizado el estudio.

“Las observaciones nos muestran un Júpiter distinto de la Tierra, con unas corrientes que no se rigen por la radiación solar, que penetra muy poquito en Júpiter, sino por una energía que surge de su interior, del calor que acumuló durante su formación y que, gracias a su atmósfera, que es un aislante casi perfecto, pierde muy despacio”, continúa.

Sánchez-Lavega afirma que la comprensión de las corrientes de chorro de Júpiter ofrecerá información sobre cómo funcionan las dos –una por hemisferio– que tiene la Tierra. “Nosotros en un laboratorio de física no podemos meter una bola de gas, como puede ser la atmósfera de la Tierra, a girar y hacer simulaciones. Para nosotros, Júpiter, Saturno o Venus son laboratorios naturales en los que podemos comprobar los modelos que tenemos para comprender la meteorología de la Tierra”, apunta.

Para el equipo que dirige Sánchez-Lavega ésta ya es la tercera portada de Nature. Son el grupo investigador español que más trofeos de este tipo acumula. La ilusión, el trabajo y el talento se han logrado sobreponer a las dificultades que equipos como el suyo deben afrontar en España. Tras este éxito, pueden llegar otros. Explosiones como la observada se producen con una regularidad que no tiene explicación aparente. “Cuando se cumple un objetivo científico, nuevas puertas se abren”, es la conclusión de Sánchez-Lavega.

Uno de los aspectos más interesantes del artículo publicado en Nature sobre la atmósfera de Júpiter es la importante participación de astrónomos aficionados en la observación planetaria. Uno de estos científicos amateur que han plasmado su nombre en la prestigiosa revista es el filipino Christopher Go. Se licenció en Física, pero ahora trabaja en su propia compañía con la que exporta muebles y artículos para el hogar a Europa y América. Tras 20 años de trabajo como astrónomo aficionado, se muestra muy agradecido por el reconocimiento mostrado por Sánchez-Lavega y su equipo.

¿Cómo encontró a un equipo de astrónomos con los que colaborar?

Cuando comencé a tomar imágenes fui invitado a unirme al grupo del doctor Sánchez-Lavega. También colaboré con Imke de Pater, de la Universidad de Berkeley.

¿Cómo trabaja con ellos? ¿Propone cosas o ellos le proponen a usted?

Los aficionados proporcionamos información que los profesionales usan. Tomamos imágenes casi todas las noches, algo que los astrónomos profesionales no pueden hacer. Los aficionados están más familiarizados con los cambios del día a día en los planetas.

Las posibilidades tecnológicas que han permitido a los astrónomos aficionados participar en un artículo de una revista científica es algo relativamente nuevo...

Esta tecnología comenzó hace 10 años con la llegada de las cámaras CCD. Alcanzó su cumbre cuando la tecnología webcam maduró y estuvieron disponibles ordenadores más rápidos. Ahora, las imágenes planetarias de los aficionados son mejores que las tomadas por los observatorios y se acercan a la calidad de los satélites.

¿Qué puede hacer un astrónomo aficionado por el avance de la astronomía?

Mirar al cielo y hacer descubrimientos. El artículo publicado por Agustín [Sánchez-Lavega] no habría sido posible sin los aficionados. Fue uno de ellos, Zac Pujic, el que descubrió la anomalía en Júpiter en marzo del año pasado. Fue observada por aficionados a diario y no fue hasta el mes de mayo que el Telescopio Espacial Hubble se puso a mirarla.

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