Este artículo se publicó hace 14 años.
El mosquito de la malaria es un sabueso
El mecanismo de olfateo del insecto puede ofrecer nuevas vías de prevención
Los mosquitos que transmiten la malaria son capaces de olfatear a las personas, pero hasta ahora nadie sabía muy bien cómo. Un estudio que publica hoy Nature desvela una intrincada red de detectores que convierten al Anopheles gambiae, uno de los principales transmisores de la enfermedad, en un sabueso que rastrea el olor del sudor, el aliento y la piel humana.
Lo hace para buscar su alimento, pues las hembras de esta especie beben sangre. El contagio de la malaria se produce cuando un mosquito se ceba primero en una persona enferma y luego en otra sana, transmitiendo el parásito que provoca la enfermedad. Cerca de un millón de personas muere cada año de malaria, la mayoría de ellas en África, donde el A. gambiae es el principal mensajero de esta enfermedad.
Los responsables del estudio, de la Universidad de Yale (EEUU), han desvelado las claves genéticas del olfato del mosquito. Ahora que conocen cuáles son los olores que más le atraen, creen que tal vez puedan engañarle para llevarle a una trampa y evitar así que pique a una persona sana.
Los insectos huelen gracias a neuronas olfativas especializadas en diferentes olores. Lo hacen mediante genes receptores que se activan ante la presencia del olor de una manzana, en el caso de la mosca de la fruta, o el sudor, en el caso del A. gambiae.
Neuronas huecasEn 2004, John Carlson y su equipo demostraron que se puede vaciar una neurona de la mosca de la fruta una especie muy usada en el laboratorio para probar en ella las propiedades de un receptor olfativo. Ahora han usado la misma técnica para expresar, en esas neuronas huecas, más de 70 receptores de los mosquitos maláricos. Han comprobado que funcionan como neuronas originales del insecto y han desvelado cómo cooperan para oler 110 compuestos que desprenden las personas y otros característicos de los nidos donde ponen sus huevos.
El estudio ha desvelado un grupo de especialistas que ayudan al insecto a detectar a sus presas. Se trata de receptores que sólo se activan ante la presencia de compuestos como el indol, un componente mayoritario del sudor y el aliento humano. Otros se activan sólo ante químicos de la orina o de la flora bacteriana de la piel. En comparación con la mosca de la fruta, el Anopheles muestra un olfato afinado durante millones de años en detectar los productos químicos que desprende el cuerpo humano. El trabajo puede ayudar a crear nuevos repelentes y trampas que disminuyan la enorme incidencia de la enfermedad, concluyen los autores.
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