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Pío del Río Hortega Científicos en el armario: un tercio de la comunidad científica LGTBI se siente discriminada en sus centros de trabajo 

El prestigioso neurólogo Pío del Río, candidato dos veces al Nobel de Medicina, vivió con naturalidad a principios del siglo XX su condición homosexual en un momento en que estaba penada por ley y despreciada por la moral dominante. Un libro rescata ahora su figura. 

Pío del Río Hortega
El científico Pío del Río Hortega  utilizando un microscopio de principios del siglo XX.

El insigne neurocientífico Pío del Río Hortega, descubridor del tercer elemento del tejido cerebral, murió en el exilio de Buenos Aires en junio de 1945. A miles de kilómetros de su familia vallisoletana, las exequias fueron cuidadosamente organizadas y sus enseres empaquetados por un señor llamado Nicolás Gómez del Moral. Nueve días después de su muerte, empuñó pluma y papel, y comunicó el deceso a sus cuñadas y hermanas de Pío del Río. Nicolás era el "amigo íntimo" del célebre neurólogo. El hombre que lo acompañó a lo largo y ancho de su brillante trayectoria profesional con una naturalidad impropia de una época en que la homosexualidad era aún un grave delito perseguido por la ley.

Pío del Río Hortega (Valladolid, 1882-1945) no aireaba su condición sexual. Pero tampoco la ocultaba. Tímido, apocado e investigador infatigable, representó el reverso de Santiago Ramón y Cajal, el científico español por antonomasia, con quien protagonizó algún sonado encontronazo que le acarreó su traslado del laboratorio que dirigía en Madrid. Su atípica vida personal es rescatada ahora por la periodista y divulgadora científica Elena Lázaro, que acaba de publicar Un científico en el armario con ocasión del Día del Orgullo.

"Lo que pretendo con el libro es contar a la comunidad LGTBIQ que hay iconos de científicos prestigiosos en los que reconocerse", afirma la autora del libro editado por Next Door Publishers. Elena Lázaro no solamente saca del armario la condición gay de Pío del Río. También recupera la talla científica de un investigador de enorme valía internacional, que vivió a la sombra de Cajal durante toda su vida. "A Ramón y Cajal le dieron el Premio Nobel por desarrollar una técnica para ver las neuronas a través del microscopio. Pero no fue capaz de identificar el tercer elemento en los tejidos cerebrales. Pío del Río sí. Tanto que a las microglías, que él descubrió, se le conocieron como las células de Hortega".

Su talento fue reconocido a lo largo de su fecunda vida científica. Discípulo de Nicolás Achúcarro, se especializó en tumores cerebrales y llegó a ocupar la dirección del Instituto Nacional del Cáncer en los años treinta. En 1929 y 1934 fue nominado sin éxito al Premio Nobel de Medicina. No escondió tampoco su filiación republicana y a punto estuvo de ocupar la cartera de Sanidad en el Gobierno de Alejandro Lerroux. Tras el golpe militar del 36, firmó junto a otro buen puñado de intelectuales un manifiesto de adhesión al régimen parlamentario que estaba a punto de ser demolido por Franco. Acabó en el exilio de Argentina.

Con don Santiago Ramón y Cajal no tuvo una convivencia pacífica. Compartió con él edificio cuando Nicolás Achúcarro falleció con tan solo 37 años y Pío del Río se tuvo que hacer con las riendas del laboratorio. Un confuso incidente con uno de los conserjes precipitó un nuevo choque con el gran neurólogo español, que tomó partido por el ujier y movió hilos para sacar a Pío del Río de las instalaciones médicas. El percance desestabilizó al joven investigador, que cayó enfermo y fue cuidado por Nicolás Gómez del Moral. Su "amigo íntimo".

"Lo que yo busco es visibilizar esa relación a través de las cartas de Nicolás a sus cuñadas", subraya Lázaro. "Pío del Río vivió fuera del armario. Siempre iba acompañado de su pareja. Pero estamos a principios del siglo XX y no existía un barrio que se llamara Chueca. No hace alarde, aunque no se esconde. Y en esos años la homosexualidad aún se entiende como una enfermedad. Todo el mundo entonces era eugenista. Se busca la perfección de la especie humana. Y un maricón es un enfermo". Elena Lázaro cree que aún es importante poner el foco en la homosexualidad, pese al trascurrir de los años y el avance en la percepción social. "Es bueno que se vea que personas con prestigio científico pueden ser gay y no pasa nada".

El director del Planetario de Pamplona es de la misma opinión. Astrofísico y divulgador científico, Javier Armentia es el autor del prólogo del libro. "Es positivo tener en España a iconos como Pío del Río", declara. Armentia juzga necesario dar visibilidad a la comunidad LGTBIQ que a menudo permanece oculta en el mundo científico. "En la historia de Pío del Río se ha hurtado a la persona que vivió con él y lo acompañó durante décadas. El proyecto de Elena me encantó desde el principio. Hay investigación histórica y se aporta un prisma adicional, ya que su estilo de vida era entonces delictivo. Estaba penado y era ilegal", remarca.

Javier Armentia es activista en defensa de los derechos LGTBIQ y forma parte de Prisma, la Asociación para la Diversidad Afectivo-Sexual y de Género en Ciencia, Tecnología e Innovación, que cuenta con un centenar de miembros. La situación de la comunidad homosexual está lejos de alcanzar la normalización incluso en un universo supuestamente abierto como el científico.

Algunos estudios recientes certifican que los clichés y la discriminación por razones de sexo siguen infiltrados en los laboratorios. Un informe publicado en 2018 por varias sociedades científicas británicas indicaban que una tercera parte de los investigadores LGTBIQ habían considerado seriamente abandonar su carrera por sufrir segregación en algunas de sus variables.

"Es terrible", lamenta Armentia. "Todavía hay un porcentaje importante de científicos que siguen recibiendo señales fóbicas en sus centros de trabajo, lo que los incita a mantener oculta su condición sexual. Las microfobias son una constante en la vida". Este tipo de discriminaciones resulta particularmente chocante en un contexto aparentemente culto y racionalista. "El absurdo es que el mundo de la ciencia", abunda Armentia, "se supone regulado por hechos objetivos y datos, y representa el ámbito de la razón frente a los dogmas. Y, sin embargo, no. Somos prejuiciosos y conservadores", deplora el director del Planetario.

En la historia de la ciencia hay ejemplos verdaderamente llamativos de investigadores que han acabado convirtiéndose en símbolos de la lucha por la defensa de la diversidad sexual. Es el caso del matemático británico Alan Turing. Procesado por homosexual en 1952, fue imputado por "indecencia grave y perversidad sexual" y condenado a la castración química, lo que le ocasionó graves desórdenes fisiológicos. Dos años después se suicidó. O el ejemplo de Ben Barres. Neurobiólogo estadounidense, fue el el primer científico abiertamente transgénero de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Murió en 2017.

Con Un científico en el armario, Pío del Río Hortega va camino de convertirse en todo un icono español de la larga batalla por la igualdad.

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