Este artículo se publicó hace 13 años.
Una Pompeya prehistórica en Girona
Los esqueletos perfectamente conservados de un tapir y de un bóvido muestran la vida hace 3,3 millones de años
Nadie diría que el Camp dels Ninots es un cráter. El terreno, a unos centenares de metros de Caldes de Malavella(Girona), prácticamente llano, es ahora un trigal alrededor del cual hay un puñado de casas desperdigadas. Sin embargo, se trata del cráter de un volcán que erupcionó hace unos cinco millones y medio de años y que tiene unos 600 metros de diámetro y unos 40.000 metros cuadrados. Se encuentra justo sobre una fallatectónica, la misma sobre la que yacen las conocidas fuentes termales de la localidad. Esas aguas, muy mineralizadas, fueron brotando hasta crear un lago. Allí abrevaba todo tipo de animales hace 3,3 millones de años, en el Plioceno superior. Y los fósiles animales y vegetales hallados en esta zona pueden arrojar nuevos datos para la investigación paleontológica.
Desde 2003, un equipo de investigadores del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), junto con geólogos, biólogos y paleontólogos de varias instituciones, han encontrado fósiles de bóvidos, tapires, un rinoceronte, infinidad de peces, ranas, anfibios... Ayer mostraron los esqueletos de un tapir y de un bóvido de aquella época, perfectamente conservados y articulados.
Gerard Compeny, del IPHES, codirector de la excavación junto con Bruno Gómez, explica que el proyecto nació en 2003 a raíz del hallazgo casual de unos huesos en las obras de un aparcamiento. Hasta ahora se ha excavado un 2% o 3% de los 40.000 metros cuadrados, y se ha alcanzado una profundidad de 65 metros: "Las secuencias abarcan un periodo de unos 100.000 años, más o menos una lámina de un milímetro por año".
Ocho años de hallazgosLas últimas excavaciones empezaron hace una semana y, día a día, casi hora a hora, fueron tomando forma los esqueletos completos de los dos animales. El primer hallazgo de un esqueleto articulado fue el de un bóvido, en 2004. Siguieron otros dos bóvidos, un rinoceronte y un tapir, a los que se suman los últimos restos. "Por la preservación de la zona, podríamos decir que estamos ante una especie de Pompeya del Plioceno", dice Compeny. "Es una verdadera foto de cómo era Europa cuando en África el australopiteco Lucy echaba a andar", añade.
Bajo el toldo que cubre las excavaciones, el paleontólogo holandés Jan van der Made, del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, valora que los esqueletos estén perfectamente articulados. "Las aguas del volcán son muy ricas en minerales, lo que permite una buena conservación, ya que los huesos absorben esos minerales", dice. "Los premolares nos indican que comían hierba, pues la hierba contiene fitolitos [sílice, como si fueran pequeños cristales]", observa Van der Made, indicando los dientes del tapir.
Eduardo Barrón, biólogo del Instituto Geológico y Minero de España, destaca la importancia de que se hayan encontrado también fósiles vegetales, porque explica cómo era la zona. "Hemos encontrado plantas acuáticas, que demuestran que las aguas eran claras, ya que pasaba la luz; vegetación de orilla, cañas y cañaverales; de ribera, chopos, sauces...; y alrededor, bosques de laurel, lo que indica que el clima era subtropical", cuenta Barrón.
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