Este artículo se publicó hace 16 años.
Sexo en sepia apto para menores
El Aquarium de Barcelona ofrece en vivo el espectáculo anual del cortejo y la reproducción de la especie marina
Se aparean en silencio y a la vista de todos. En un tanque del Aquarium de Barcelona , impertérritas, unas 30 ó 40 sepias brindan el espectáculo de su reproducción a un público que se agolpa ante los cristales, que insonorizan todo lo que está pasando: la parsimonia, el cortejo, la cópula y hasta la lucha entre los machos por fecundar a una hembra. El ruido, las voces, los comentarios y las risas de algunos niños de visita escolar quedan fuera.
Desde hace más de un mes y hasta mediados de junio, las sepias se aparean. Se trasladan desde su hábitat de las profundidades del Mediterráneo a las aguas más cálidas de la costa que, además de la buena temperatura, ofrecen mejores lugares para poner huevos. El macho inspecciona el terreno. Si encuentra a otro macho cerca de su hembra, la pelea es inevitable: la parsimonia de la escena se convierte repentinamente en un alboroto de movimientos en los que uno trata de alejar a su competidor. A pesar de que las sepias utilizan la tinta como defensa ante los depredadores, es fácil que en estas luchas por copular se escupan tinta la una a la otra.
El macho vencedor, entonces, seduce a la hembra con un auténtico cortejo: se aproxima a ella, se coloca detrás y dedica un buen rato (incluso horas) a acariciarla con sus tentáculos. Tras las carantoñas, las sepias se sitúan cara a cara y, literalmente, se abrazan. En este aparente abrazo el macho introduce uno de sus tentáculos, el espermatóforo, por una cavidad de la hembra que conduce a los óvulos.
Tras la cópula, el macho buscará otra pareja y la hembra esperará a que la corteje otro macho. Serán unos días de relación sexual casi continua, tras la que, ellos y ellas, morirán de agotamiento. Los cuerpos de los cefalópodos sin vida tienden a subir a la superficie y los demás se los van comiendo. No es que la dieta de estos seres sea caníbal, pero no le hacen ascos a una ración de su propia carne. A menudo, los responsables del acuario han encontrado sólo el esqueleto de alguna sepia.
Época de apareamientoCulmina de esta manera el ciclo de la vida de las sepias, que suelen vivir uno o dos años. Nacen al finalizar la primavera, tras el apareamiento y la fecundación, y regresan a la costa, a la primavera siguiente, a aparearse. Los individuos que no se apareen, son los que vivirán un año más. Pero antes de morir, cada hembra habrá puesto unos 400 huevos, del tamaño de un hueso de aceituna. Son blancos, pero a medida que van saliendo, la sepia los tiñe de negro con su tinta, para camuflarlos de seguros depredadores. Sobreviven aproximadamente un 10%. La mayoría, en parte por la acumulación de huevos, que hace que los del centro no se oxigenen bien, y en parte por los depredadores, no llegan a nacer. Las pequeñas sepias (algunas de las cuales también se pueden ver en el Aquarium), son muy vulnerables durante las primeras semanas de vida, pero, por instinto, emprenderán el camino de vuelta a las profundidades del Mediterráneo.
Las sepias pertenecen a la familia de los cefalópodos (junto con pulpos, calamares y nautilus) y son de color marrón uniforme, tienen ocho tentáculos más otros dos, a cada extremo, más anchos y largos, con los que capturan alimento. Trituran pequeños crustáceos, peces u otros organismos marinos con la boca, que es una especie de potente pico de loro invertido. Respiran por el sifón, una obertura que tienen en medio de los tentáculos y que utilizan también para desplazarse tomando agua y expulsándola con fuerza. De este modo avanzan hacia atrás.
Apenas se diferencian por tamaño los machos de las hembras. Tal vez, la principal diferencia a la vista sea el dicromatismo sexual (diferente coloración entre los dos sexos). Los cromatóforos (células de la piel que contienen pigmentos), les permite cambiar de color y los hace los reyes del camuflaje. Incluso pueden cambiar la textura de la piel, si se encuentran sobre rocas, sobre piedras, sobre arena. De lo que aún no han aprendido a protegerse es de los voyeurs.
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