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Songhua. El desastre que cambió la política ambiental china

 

 

ANDREA RODÉS

Li Deyuan pide descansar un poco y tomar una taza de té antes de empezar a hablar. Son sólo las ocho de la mañana, pero este ingeniero jubilado de 70 años, ex funcionario de la Oficina de Protección Medioambiental de Heilongjiang, la provincia más septentrional de China, lleva varias horas levantado. Fuera, la temperatura ronda los -20ºC, el frío habitual en Harbin, la capital de la provincia, y las aguas del río Songhua forman una capa de hielo cristalino. Nada parece recordar que hace cuatro años una serie de explosiones en la petroquímica estatal de Jilin, 380 kilómetros río arriba, arrojaron al Songhua más de 100 toneladas de benceno, poniendo en riesgo la salud de millones de personas. El Songhua era la principal fuente de agua potable de Harbin y de decenas de ciudades que se extienden río arriba, hasta llegar a Rusia. 'Trabajamos sin parar durante diez días para evitar que el benceno llegara hasta Harbin', recuerda Li, que entonces estaba retirado y trabajaba de asesor en la gestión de aguas residuales. Las explosiones ocurrieron el 13 de noviembre de 2005, pero las autoridades tardaron diez días en reconocer oficialmente la catástrofe. Cuando empezaron las tareas de evacuación y los camiones cargados agua potable llegaron, la mancha de benceno había alcanzado Harbin y se expandía hasta Rusia.

'El accidente cambió la política medioambiental del país', dice Li, que cree que 'los jóvenes están ahora mucho más concienciados de los peligros de la polución' gracias sobre todo a los medios de comunicación. Hoy, Harbin cuenta con nuevas regulaciones para medir la calidad del agua y supervisar el vertido de residuos industriales. Sin embargo, cuando Li empezó a trabajar en el departamento en 1964, China aun no tenía una política medioambiental específica. En cualquier caso, y pese al tiempo transcurrido, el Ministerio de Medio Ambiente chino estima que el 60% de las aguas superficiales (ríos, lagos y pantanos) sobrepasaban en 2006 los niveles de polución mínimos para el consumo humano.

«Los jóvenes están hoy mucho más concienciados sobre la polución»

Plan de control

Un año después de las explosiones, Pekín anunció un plan de control y prevención de la contaminación en el río Songhua dotado con casi 1.500 millones de euros, que incluye la construcción de varias depuradoras. La primera en abrirse fue la planta de Mopanshan, a 200 kilómetros de Harbin, con capacidad para llevar 450.000 cúbicos diarios de agua potable a la ciudad. Invertir en plantas de tratamiento de aguas y en infraestructuras hidrológicas será una de las prioridades del paquete de medidas contra la crisis anunciado por el gobierno chino.

Por otro lado, la polución de ríos y pantanos ha disparado la utilización de aguas subterráneas, sobre todo en el norte, una región azotada permanentemente por la sequía. Los expertos critican que la dependencia de las aguas subterráneas es insostenible a largo plazo e implica procesos costosos. Sin los sistemas de supervisión adecuados, los pesticidas y vertidos industriales se filtran en las aguas subterráneas y cada vez hay que extraer agua de niveles más profundos.

La dependencia de las aguas subterráneas es insostenible

Li recuerda el pequeño afluente del Songhua donde solía bañarse cuando era pequeño. Hoy apenas es un riachuelo sucio de pesticidas, flanqueado por campos de cultivo. 'Ahora no me bañaría', bromea el anciano. 'Pero somos un país de 1.300 millones de habitantes, y a veces hay que sacrificarse para comer', concluye Li.

 

 

El 60% de las aguas superficiales chinas no son aptas para el consumo humano

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