Este artículo se publicó hace 4 años.
La Alemania dividida se refleja en las marismas del Guadalquivir
El cineasta alemán Christian Alvart firma el remake de 'La isla mínima' y sitúa la acción en los primeros años de la reunificación. Triste y oscura, como la película de Alberto Rodríguez, 'Free Country' retrata el miedo y la hostilidad del pasado en un territorio desahuciado.
Madrid-
Una zona remota, donde no se intuye un futuro, un lugar del que los jóvenes quieren huir. Podría ser algún rincón de la España más pobre, pero es un punto en el mapa de Alemania, un rincón de la que fuera la RDA, deprimida, abandonada, triste. Es una Alemania que rezuma memoria, la de los primeros tiempos de la reunificación. Un territorio desahuciado que si estuviera en España olería a coletazo de franquismo, con su herencia de hambre, desconfianza y miedo. Una tierra despreciada cerca de la frontera con Polonia en 1992 que ahora se refleja en las aguas de las marismas del Guadalquivir en los años 80, las que retrató el cineasta Alberto Rodríguez en La isla mínima.
Remake de la película española, gran triunfadora de los Goya en 2014, esta Free Country de Christian Alvart (creador de la serie Dogs of Berlín) es tan triste y tan oscura como aquella, y como la original mantiene un respeto escrupuloso por el espectador. Aparentemente, nada cambia en ambas historias, pero el contexto histórico las convierte en filmes completamente distintos. La película, que se estrena ahora en Filmin, es el título elegido para inaugurar el Festival de Cine Alemán de Madrid.
Alemania, de nuevo dividida
Si Alberto Rodríguez y su coguionista Rafael Cobos viajaban a la España inmediatamente posterior a Franco, Alvart mira hacia la Alemania dividida, dos años después de la Caída del Muro de Berlín, los primeros tiempos de la reunificación. Un momento de tensión que hoy, treinta años después, se sigue respirando en el país. "El país se está dividiendo nuevamente por culpa de los enfrentamientos políticos. Se puede ver todo el tiempo en las columnas de opinión que hablan del Este. La película se centra en un aspecto que hasta ahora se había descuidado, que cada sacudida, cada elemento de ruptura también desencadena temores", dijo el cineasta en Berlín en una declaraciones para Berliner-Film Festivals.
¿Por qué hay tensiones aún hoy, treinta años después? es una de las preguntas que contesta este thriller recluido en una tierra que se está agotando y está consumida por el miedo. Con actores de la antigua Alemania del Ese para los personajes procedentes de allí, la película está protagonizada por Trystan Pütter y Felix Kramer, que dan vida a los dos inspectores de policía, cada uno de una de las dos Alemanias, que investigan la desaparición de unas jóvenes.
"El miedo es la profesión del thriller"
Las mentiras, grandes y pequeñas, de la reunificación, la hostilidad del pasado que se mantiene viva, la agitada atmósfera de la desindustrialización, la llegada de operarios polacos que trabajan por un tercio del salario, la amenaza constante, el dinero fácil del tráfico de drogas y las víctimas, las mismas víctimas de siempre, las mujeres. Todo ello configura un ambiente de ansiedad y de peligro que Christian Alvart aprovecha al máximo siguiendo una de sus más fuertes convicciones, la de que "el miedo es la profesión del thriller".
"La historia de la humanidad no es solo una historia de ideologías y filosofías, ni solo de sueños y deseos, sino también de miedos. El miedo determina nuestras acciones. El miedo es la profesión del thriller", dice el cineasta, que recuerda que existen muy pocos thrillers de este período de la reciente historia alemana "que aborden estos temores y este malestar general". Por ello con Free Country, Alvart ha querido preguntarse qué ocurre y qué significa cuando un país desaparece y se ha aventurado en el universo de los sentimientos y las neurosis de esos colectivos indefensos que han quedado abandonados, excluidos del progreso.
Confusiones, heridas y humillaciones
Además, la película presenta un interesantísimo debate en torno a los juicios rápidos que unos individuos hacemos sobre otros sin tener demasiado en cuenta las circunstancias reales que les ha tocado vivir. El inspector Stein, de la Alemania Occidental, es incapaz de sacudirse las sospechas y recelos hacia su compañero Bach, de la antigua RDA. "No puedo, me resulta imposible, como cineasta de la Alemania Occidental, juzgar al personaje. En Alemania ha habido muchas confusiones, heridas y muchas humillaciones después de 1990. Las personas no afectadas juzgan demasiado rápido estos días. Deberíamos dejar muchas cosas a los tribunales".
"No me gusta este lugar. Aquí están sucediendo cosas extrañas", dice uno de los personajes de la película nada más comenzar la investigación criminal. Un trabajo que llevará a los dos inspectores por un recorrido de cadáveres, de pobreza y de sueños rotos, con los que conviven los habitantes de un mundo infectado por los secretos y los horrores del pasado.
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