Este artículo se publicó hace 14 años.
Se apaga la voz ancestral de Lhasa de Sela
La cantante muere a los 37 años de un cáncer de mama en Montreal
Su voz tenía algo ancestral, parecía que cantaba desde fuera del tiempo, desde el instinto y los sentimientos en bruto. El pasado día 1 de enero, poco antes de la medianoche, Lhasa de Sela (Big Indian, EEUU, 1972) fallecía en Montreal (Canadá), tras casi dos años de lucha contra un cáncer de mama. Tenía 37 años y un talento y carisma insólitos.
Creció en la carretera, viajando en un autobús-caravana con sus padres y sus hermanas. A los 13 años ya cantaba en cafés de San Francisco, y a los 19 se trasladó a vivir a Montreal, ciudad donde coció su debut, La Llorona (1997), álbum que le granjeó éxito en todo el mundo.
Su música recogió ese espíritu nómada, escarbando entre la música de raíz mexicana (su padre era de allí), americana y del Este de Europa. Con todo, Lhasa hacía algo nuevo y emocionante.
"En La llorona y The Living Road (2003) me dejé orientar. Pero en el último disco tenía ganas de ver hasta donde podía llegar. Casi todas las canciones las escribí sola, lo he producido y he hecho los arreglos. Por eso lo llamo Lhasa, porque es mi música de verdad, nace de mis propios instintos", confesaba en mayo de 2009 a Público. La carrera de Lhasa estaba en pleno despegue creativo.
Quería versionar a Víctor JaraNo se conformaba. Trabajaba desde la honestidad: "No quiero satisfacer al público que le gustó La Llorona, quiero hacer música fuerte y humana", reconocía. El cáncer la llevó a cancelar la gira internacional que tenía programada para el pasado otoño. Tampoco pudo emprender un proyecto que prometía ser fascinante: versiones de Víctor Jara y de Violeta Parra, que la devolverían a cantar en español, como en La Llorona. Eso sí, deja tres obras deslumbrantes.
Y bueno, la vida tiene coincidencias, un punto siniestras y desgarradoras: Vic Chesnutt el cantautor americano que falleció el pasado 25 de diciembre y Lhasa de Sela grabaron en 2009 sus últimos trabajos en el mismo sello de Montreal, Constellation. Allí ambos volcaron su honestidad por última vez.
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