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Ante todo, una buena faja

J. LOSA

'La novela que ha conmovido a medio mundo', 'Ganará el Nobel en menos de 30 años', 'El mejor escritor de su generación', 'La consagración de Fulano, un novelón'... Si pasean por ese festival de gramíneas que es el Retiro estos días, se toparán con dos tipos de libros; los que tienen faja y los que no. El contenido suele ser muy similar, pero convendrán conmigo que no es lo mismo un libro engalanado con la más tremebunda de las lisonjas, que otro dispuesto sobre el mostrador como el impresor lo trajo al mundo.

Concebidas en un principio para incluir en la portada las buenas críticas o la concesión de algún premio cuando todavía había muchos ejemplares en el almacén, las fajas editoriales han ido degenerando hasta límites disparatados. La tergiversación de las palabras del crítico de turno, su poca fiabilidad a la hora de describir el contenido y la facilidad con que se rompen o rasgan cuando se manipulan en la librería están entre las principales quejas de los profesionales del sector.

Goizargi Muñiz, de la librería vallecana Muga, señala que muchas de estas fajas hacen un flaco favor a la obra. 'No siempre son apropiadas, las hay, por ejemplo, que ni siquiera recogen el sentido del libro. Se trata de encontrar el equilibro entre no desvelar la trama y ser breve. No siempre es fácil'.

Para el escritor segoviano Alberto Olmos, el hecho de que todas las novedades luzcan una faja 'invalida su utilidad como reclamo'. Y añade: 'En algunas ocasiones, las fajas llegan a ser delirantemente laudatorias. Me parece interesante que se juegue con términos de márketing, pero resulta un poco tramposo que se emitan juicios taxativos sobre la calidad de un libro cuando, muchas veces, nadie ha tenido aún la oportunidad de leerlo'.

Una labor, la de asesorar a un hipotético lector, que la faja cumple a medias debido a su vocación puramente mercantil. Como apunta Natalia Zarco, librera en Contexto Editores, 'si se habla de un escritor japonés, enseguida se echa mano de la figura de Murakami, aunque ambos sólo tengan en común la nacionalidad'.

Más tajante que el resto se muestra Mauro, de la librería y editorial libertaria La Malatesta, que encuentra en estas presuntuosas tiras de papel una forma de 'conceder una supuesta valía' a ciertas obras aunque, en general, carezcan de ella. 'Si un libro está plagado de pies de página es que no está bien escrito, si necesita de una faja para que se venda es que no es bueno'.

Por último, el escritor madrileño David Torres, algo más cauteloso que el librero libertario, pone de relieve la deliberada ambigüedad que manejan muchas de estas pomposas sentencias. 'Recuerdo aquella historia de un crítico estadounidense que tenía fama de insobornable. Un día su mejor amigo publicó un libro que fue masacrado en las reseñas. Entonces le pidió unas palabras laudatorias al gran crítico que jamás había dicho una mentira en toda su carrera. La faja que acompañó la siguiente edición de la novela era breve y escueta: ‘Un libro que le estremecerá''.  


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