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Cibeles quiere ser como Grace Kelly

ROCÍO PONCE

Jacques Henri Lartigue y sus fotografías de deportes de invierno en los Alpes en los años veinte han servido de inspiración para que Ailanto llene el próximo invierno de un collage de texturas y tonos, estampados con motivos vegetales y florales, grandes abrigos y monos. Tras el paseo por la pista de patinaje sobre hielo que ofrecía Ailanto llegó el metafórico ‘Dyogenes Syndrome' de David Delfín. Una montaña de ropa al inicio de la pasarela presentaba una colección cuya razón de ser era la superposición de prendas creando una sola. Las geniales locuras del diseñador suponen aire fresco para una jornada en la que Kina Fernández se empeñaba en los vestidos con volumen marcando cintura y a la altura de la rodilla. En gris, en azul, a rayas, etc.

Como si Marc Jacobs hubiese entrado en la mente de Ana Locking, la diseñadora puso faldas a sus chicos, pero no olvidó ponérselas también a las mujeres. ‘Stance' es el resultado de una reflexión de Locking en torno a la estructura, los contrastes en colores y la geometría. Juanjo Oliva tenía una apuesta firme: traer a las divas de los cincuenta al siglo XXI. Colores para una mujer muy femenina con vestidos de tweed y lana afieltrada. Cinturas muy marcadas y largo por encima de la rodilla han sido sus imprescindibles. El diseñador madrileño logró uno de los mejores cierres de desfile con un vestido color mostaza de aires medievales que lució la modelo Marina Pérez.

Javier Larraínzar se encargó de echar el cierre a la tercera jornada repitiendo la idea que Juanjo Oliva acababa de presentar. Aunque parecían haberse puesto de acuerdo porque Larraínzar cubrió aspectos que el primero dejó de lado. Vistió a la mujer para ir a trabajar con pantalones de talle alto y pata ancha y una paleta cromática muy invernal. Destacaron sus incursiones en el blanco puro y los estampados más alegres.

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