'Plan 75': proyectos de suicidios en masa para los ancianos
Cámara de Oro Mención Especial a la mejor ópera prima en Cannes y presente en el Festival de Sevilla, la película retrata el desprecio actual a la vida de los ancianos en una sociedad donde priman la utilidad y la productividad.
Madrid-Actualizado a
"Creo que la única solución es muy clara. ¿Acaso la solución no será el suicidio en masa, el seppuku en masa de los ancianos?" Así contestó Yusuke Narita, profesor asistente de Economía en la Universidad de Yale, en una entrevista en televisión en 2021, cuando le preguntaron por lo que haría falta para paliar los problemas por el rápido envejecimiento de la sociedad japonesa. Conmoción mundial ante una propuesta sobre la que la cineasta Chie Hayakawa ya había advertido en 2018 en un cortometraje, convertido ahora en largo, Plan 75, con el que ganó la Cámara de Oro Mención Especial a la mejor ópera prima en Cannes.
La película, enriquecida con toda la humanidad de la veterana actriz Chieko Baisho, presenta Japón en un futuro cercano. El envejecimiento de la población se acelera y el gobierno, sobre la convicción de que los mayores son una carga inútil para la sociedad, dicta el Plan 75. La idea es programar un acompañamiento logístico y financiero que les ayuden a poner fin a sus vidas.
"En Japón pesa mucho la responsabilidad sobre uno mismo, no se puede molestar a otras personas. El gobierno piensa que las personas más débiles deben cuidarse por ellas mismas, no hay ayudas para nadie. Esta historia es algo vinculado con la tradición del suicidio, su legado, es un pensamiento típico de Japón", dice la cineasta, que cuenta esta historia a través de tres personajes: una anciana, un funcionario que vende el Plan 75 a la población y una cuidadora filipina.
Plan 75, especialmente inquietante por la cotidianidad que muestra, es una película honesta que avanza sin estridencias ni grandes dramas desde un arranque turbador, inspirado en una tragedia real. "El mundo no necesita a los que tienen algún tipo de minusvalía o discapacidad. Es mejor matarlos. Lo hice por mi nación". Fue la declaración de Satoshi Uematsu, un hombre de 26 años que en 2016 asesinó a 19 personas y dejó a otras 26 heridas, en un centro para personas con discapacidad en Sagamihara.
Lo que se conoció como la masacre de Sagamihara activó la imaginación de Chie Hayakawa y la hizo pensar en la "insatisfacción enorme de la sociedad japonesa". A partir de ahí comenzó a trabajar en la película y en la posibilidad real de que se animase a la eutanasia voluntaria desde el gobierno.
Ciudadanos útiles o desechables
"No me extrañaría que ocurriera algo así, que el gobierno lanzara un plan como éste. Hace cuatro años, cuando hice el cortometraje, la gente pensaba que eso no sería posible, pero este año ya hay muchas personas que me dicen que sí podría ocurrir en el futuro", explica la cineasta, que confiesa su preocupación por otro comentario recurrente de algunos espectadores. "Hay quienes me dicen que no estaría mal tener un plan así organizado desde el gobierno, porque la gente siempre está preocupada por su futuro después de su jubilación. Dicen que con un plan así tendrían derecho a elegir".
La crueldad que este pensamiento de ciudadanos útiles o desechables ya no es una ficción distópica, es una realidad. Una circunstancia que revela la falta de humanidad de la sociedad actual, su error en la concepción del sentido de la vida. Una situación que empujó a Chie Hayakawa a iluminar una historia que hacía nacido mucho más oscura.
"Aunque, obviamente, no quiero que esta ficción se convierta en realidad, hice esta historia como una especie de advertencia. Estoy contando esta historia precisamente por la razón de que no quiero que se haga realidad". "Quería que el público sintiera que no es ciencia ficción, sino que esta llamada a una eutanasia voluntaria de los ancianos podría suceder o que ya empieza a ocurrir. Lo que procuré es que todo pareciera ordinario para conseguir eso", dice la cineasta, que, tras los cambios producidos en el pensamiento colectivo pensó que "una visión tan pesimista no sería justa". "Quería tratar el tema de la ansiedad de la sociedad, pero también quise equilibrar toda la historia con una imagen de esperanza. Hoy siento más que nunca que la esperanza es necesaria".
La rentabilidad y la productividad
Una promesa de un futuro más humano, pero sin que Hayakawa rehúya ciertos asuntos necesarios. Uno de ellos, la rentabilidad del reciclaje de cadáveres de ancianos, basada en la idea de que lo más importante en este mundo es la productividad, y con el que revela "el insulto a la dignidad humana y el desprecio a la vida". Y también, la estrategia edulcorada de los vendedores de este Plan 75, pura manipulación gubernamental y mediática, con la que añade el peligro a su relato.
"Al hacer que la gente sea educada y amable con los ancianos cuando les proponen el suicidio, la intención es que se vea cómo es el mecanismo para que la gente deje de pensar y acepte lo que decidan los gobiernos. Dejar de pensar, eso es lo que da más miedo", confiesa la cineasta que ha apostado por esa tranquilidad y cotidianidad para mostrar la monstruosidad de "esta forma inhumana de violencia que se ejerce sobre los seres humanos como un acto de poder sistémico".
Así, Chie Hayakawa completa de alguna manera la narración que hizo Shohei Imamura en 1983 en La balada de Narayama. La tragedia de la anciana Orín, que empezaba a arrancarse los dientes para que su familia la llevara al monte Narayama, donde acababan los viejos que ya no tenían dientes, está mucho más cerca hoy. Orín sabía que si no se iba a la montaña, sería una carga para su hijo. Ahora, Michi Kakutani es consciente del mundo cruel en el que vive, dispuesto a deshacerse de sus ancianos.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.