Pietro Marcello anima a romper definitivamente el molde del patriarcado en 'Scarlet'
El cineasta, intelectual anarquista y militante de la cultura reivindica la vida en comunidad con esta adaptación al cine del relato de Alexander Grin.
Madrid-Actualizado a
Militante de la cultura, anarquista, defensor de la vida en comunidad, el cineasta italiano Pietro Marcello reclama de nuevo desde su cine "aire y libertad", acabar con la sociedad individualista y romper definitivamente el molde del patriarcado. Lo hace en Scarlet, adaptación libre del cuento de hadas El velero rojo de Alexander Grin, que ideó, rodó y finalizó durante la pandemia.
Estrenada en la Quincena de Realizadores de Cannes, premio a la mejor dirección en el Festival de Sevilla, la película es, también, una relectura moderna de Pinocho desde la que reivindica una sociedad utópica, donde el éxito se encuentre en la enseñanza de un oficio, de una forma de vivir y de convivir. Una fábula que comienza cuando Raphaël regresa de la I Guerra Mundial y tiene que cuidar solo a su hija Juliette.
Pietro Marcello sigue a esta niña en su viaje hacia la vida adulta, su pasión por la música y los libros, su encuentro con el amor y con el oficio con el que consigue la independencia. Precioso cuento de esperanza, sensible, con unos intérpretes especiales -Raphaël Thierry, Juliette Jouan, Louis Garrel y Noémie Lvovsky- y envuelto en las poesías de la anarquista francesa Louise Michel. ¡Golondrina, golondrina de los ojos negros, te amo! / No sé qué eco de costas lejanas me llega a través tuyo. / Para vivir, ley suprema, / me hace falta, como a ti, el aire y la libertad.
Tras la adaptación de Martin Eden, de Jack London, ha apostado por una nueva adaptación, ¿qué tenía el cuento de Grin que le interesara?
Tras haber hecho Martin Eden yo estaba muy cansado. Tenía otros proyectos de reportaje, pero me enamoré de esta novela de Alexander Grin. Martin Eden fue mucho más complejo porque es una película profundamente política. Esta es como pasar de la gran novela al cuento, una película de transición, que nació durante la pandemia. La película se desarrolló, rodó y editó en tiempo corto. No ha tenido la gestación de una novela grande. En seguida con el guionista Maurizio Braucci comenzamos la adaptación de esta historia. Hubiera podido realizarse en cualquier parte, en el sur de Italia, en España, en Francia… porque es una historia universal. A mí me interesaba transformarla en una historia más moderna, donde se habla de una familia más amplia, alargada, con la figura de ese padre que por causas ajenas cuida de su niña huérfana de madre y asistimos a su camino desde su niñez hacia la madurez como mujer. Creo que es una película profundamente moderna.
Ambientada justo al final de la I Guerra Mundial, ¿tenía intención de atravesar el tiempo desde entonces hasta ahora?
La guerra es parte de la vida siempre, la guerra es pretextual, está por todas partes, Europa estaba quemándose hace 70 años, que no son nada en la historia de la humanidad, significa que no estamos tan emancipados. Si miramos hacia atrás, la historia comienza con la primera posguerra, Raphaël vuelve a casa con sus traumas y prueba a reconstruir su nueva vida.
La vida de un hombre en una especie de matriarcado, ¿no?
Sí. A diferencia de una historia perteneciente al patriarcado, esta es una película que hace pensar en el matriarcado y el concepto de familia más amplia. Nosotros contamos la historia de una comunidad excluida, rechazada, dentro de un pueblo, como un corral de los milagros, donde la gente se ayuda mutuamente. Esto es mi concepto de comunidad. Y esta granja representa esa pequeña comunidad.
Hay una presencia muy rotunda de los intérpretes en la película, ¿cómo lo consigue?
Para mí rodar es la parte más fácil, porque siempre he tenido el privilegio de quedarme con la cámara, puedo permitirme el lujo de hacer mi cine. Y por esto es que tengo una relación tan directa con los actores. Necesitaba un personaje que encarnara la figura de Gepetto, el padre de Pinocho. Y necesitaba también una joven muy fuerte y Juliette (Jouan) fue seleccionada entre más de 1.000 jóvenes. Ella en seguida me llamó la atención, nunca había rodado ni había tenido contacto con el mundo del cine y yo necesitaba a alguien como ella, no contaminada, pura. Ese problema no lo tuve con Raphaël, porque pertenece a la familia de mi cine y esta relación era muy humana, directa. Conseguimos trabajar en un estado de gracia. También con Noémie Lvovsky, que es una actriz extraordinaria. Louis Garrel, a diferencia de los demás, tiene un espacio más limitado. El personaje de Jean representa el varón moderno, el hombre frágil, el hombre que en ese momento histórico no sabe dónde está su lugar, a diferencia de las mujeres que tienen las ideas más claras, y con eso nosotros destrozamos el príncipe azul. En el siglo XXI ¿quién sigue creyendo en el príncipe azul? No me gusta la idea de sustituir la muerte de Raphaël con la llegada de un príncipe azul.
¿Por qué esa relectura de 'Pinocho'?
Pinocho es la figura de un niño de madera que se anima y se transforma en hombre, a través de sus peripecias, de sus locuras también. En el caso de Juliette, a diferencia de Pinocho, es una figura mucho más sólida, donde también se representa la fuerza de una joven que se vuelve mujer. Nunca imaginé a Juliette, con su pasión por la música, como una niña que se vuelve mujer y que se transforma en una estrella del cine o del teatro, lo que me interesaba era seguir a través de ella el trabajo de su padre, el quehacer de su padre. Es como una película híbrida donde se valora la relación familiar y a través de eso da lugar a la emancipación del individuo. Cuando muere Raphaël y vemos a Juliette trabajar en una lutería, sabemos que es allí donde ella alcanza su independencia y eso gracias a Raphaël que le ha enseñado un trabajo. No me hubiera gustado ver a Juliette en el epílogo de la película que se transforma en una estrella musical, aunque ella se dedica a la música, a la lectura, traspone sus poesías, que son de Louise Michel, a la canción. Louise Michel, que era anarquista, revolucionaria, y estaba a favor de la emancipación femenina.
Muchos elementos de la historia, como el artesano y la sociedad utópica, ¿se pueden entender como analogías de su forma de entender el cine?
Sí, yo en el fondo me percibo como artesano y como archivero. Vengo de una familia de artesanos, me han enseñado esto cuando era pequeño. De joven hacía estos trabajos, trabajé como restaurador, como carpintero, porque fue lo que me enseñó la familia. Con Juliette pasa lo mismo. Si su padre hubiera sido carnicero, le hubiera enseñado a ser carnicera. Le ha enseñado lo que él había aprendido a su vez porque alguien se lo había enseñado. Creo en el altruismo, creo en la posibilidad de pasar a otros lo que hemos aprendido. Pensar en no poder enseñar algo a alguien me convertiría en una persona árida, necesitamos el altruismo, donarnos a los demás, y eso debería pertenecer un poco a todos, porque si no nos quedamos en individuos, en una sociedad individualista. Hoy en día ¿quién aprende un trabajo artesanal? Yo he trabajado siempre con los archivos, por ejemplo, no soy un director reprimido.
Mis películas se transforman en archivo, puedo permitírmelo porque también soy director de fotografía. Para mí rodar es la parte más fácil. Estaba tan cansado después de haber hecho Martin Eden y como no soy competitivo con los demás, no pensaba en dar un paso más delante de Martin Eden. Necesitaba hacer una película sencilla, con la posibilidad de comunicar a todos, lineal, sin meterme en competición para evolucionar en mi cine, como una película de transición, de un momento histórico, la pandemia. Empezó, se desarrolló y se terminó durante la pandemia.
Hay en esta historia otra transmisión, la herencia del maltrato, de la violencia contra las mujeres, de la xenofobia…
Las mujeres siempre son rehenes de la guerra. En este momento histórico lo que está pasando en Ucrania, Irán y otras partes del mundo es que la mujer siempre es víctima. Siempre ha sido así históricamente, por eso ésta no es una película feminista, sino una película hembra. Eso gracias a mis actrices y solo relativamente gracias a mí, porque yo me he puesto al servicio de la película. Creo que yo también he evolucionado con esta película. Los niños cuando nacen son todos iguales, todo depende de nosotros, cómo educamos a nuestros hijos. No creo que podamos sencillamente creer en la evolución. Esta es una película donde hay padre, no hay madre y él cuida a su hija, eso no pertenece al patriarcado, tiene algo de más moderno, del padre moderno que no puede sustituir a la madre, pero puede hacer su parte, intentar jugar el papel de madre.
¿La intención es la de romper los moldes del patriarcado?
Sí y me he dado cuenta durante la preparación y el rodaje, la película es como si tuviera un camino personal y autónomo, y esa visión se impuso durante la película. Es una película que yo he dedicado a todas las hijas del mundo. Yo también tengo una hija y por eso ha sido también una película en la que yo he evolucionado. Yo soy del sur, donde existe el patriarcado, así que la película también ha sido una manera de reflexionar e intentar emanciparme. La familia siempre hay que interpretarla porque no podemos ni imaginar una sociedad sin familia, pero tenemos que aceptar las nuevas familias. En el fondo lo único que cuenta es cuidar del otro.
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