'El caftán azul' denuncia la situación de la comunidad LGTBI en Marruecos
La obra, estrenada en Cannes y representante de Marruecos en la carrera por el Oscar, es una película que defiende la liberta de "ser quien eres". La cineasta Maryam Touzani pide "libertad de amar a quien quieras amar".
Madrid-Actualizado a
Los homosexuales se enfrentan en Marruecos a penas de entre tres meses y tres años de prisión. Ello, además de estar señalados por la mancha del pecado según la religión islámica. La sociedad marroquí se debate entre los discursos de odio de los grupos políticos tradicionales y las autoridades religiosas, y la aceptación de la comunidad LGTBI, cada vez más visible y con mayor participación activa. En medio de esta situación, la cineasta Maryam Touzani ha rodado El caftán azul, una valiente defensa de la libertad "de ser quien eres, de amar a quien quieres amar", desde la que invita a un debate público necesario.
Protagonizada por la poderosa actriz belga de origen marroquí Lubna Azabal premiada en la Seminci por este trabajo– y por el actor palestino Saleh Bakri, la película, que ha representado a Marruecos en la carrera por el Oscar, retrata la situación de muchos hombres hoy en aquel país, homosexuales que en algún momento decidieron casarse en un intento de ocultar su auténtica identidad sexual.
Ellos son Mina y Halim, llevan muchos años casados y regentan una tienda tradicional de caftanes en la medina de Salé. Han convivido con el secreto de él desde siempre, pero la llegada a sus vidas de un joven aprendiz les obligará a enfrentarse por fin a ello. Su historia es un cuento de amor, un profundo amor que nada tiene que ver con una relación convencional.
¿Las sociedades conservadoras y patriarcales también son nocivas para los hombres?
Sí, y diría que no solo es una cosa del patriarcado. Son esas sociedades que no permiten a las personas ser quienes quieren ser. En la película es la sociedad la que impide a Halim ser abiertamente quien es. Esto no es una cosa que suceda solo en Marruecos, me temo que pasa en todo el mundo, está pasando en Polonia. En EEUU es un asunto universal que tiene que ver con los derechos básicos del ser humano.
Pero usted es marroquí y su historia sucede en Marruecos, donde hay leyes contra la homosexualidad, ¿cuál es la situación de la comunidad LGTBI hoy?
Hay penas de prisión para los homosexuales, pero no se aplican siempre. Pero están ahí, porque en el país se quiere impedir la homosexualidad. Hay que decir que Marruecos es un país muy complejo, donde la libertad y lo contrario cohabitan de una forma extraña.
¿Y hacer una película como esta es hoy arriesgado en su país?
Más que arriesgado yo diría que es un tema sensible, sí. De todos modos, yo no quise pensar eso cuando empecé a hacerla, porque lo importante era dar y poner luz sobre los personajes. Pero, sí, es una temática extremadamente sensible. Y si es sensible es que hay una necesidad de hablar de ello. Antes de El caftán azul no ha habido otras películas como esta. Ahora se va a estrenar en Marruecos, veremos. Para mí lo esencial era hablar de estas personas y de la libertad de amar donde sea que uno viva en el mundo. Es importante no ponerse líneas rojas si queremos contribuir a un diálogo y cambiar la mirada de la sociedad. Y eso será lo que haga que luego las leyes evolucionen. El cine para eso es maravilloso porque habla a los sentimientos.
¿Podría decirse que ésta es una historia de amor que rompe con el modelo de amor tradicional de pareja?
Sí, es una película sobre el amor que tiene muchas caras muy diferentes a la que conocemos. Mina ama profundamente a su marido y Halim la ama profundamente a ella, aunque sienta deseo por los hombres. A ella lo que le importa es que él se acepte como realmente es, que se quiera y pueda ser feliz. El amor es lo que uno está dispuesto a dar por el otro. Mina no se queda en ese matrimonio por falta de coraje, se queda por amor, lo que pasa es que el amor cambia, evoluciona. Hoy estamos todos empeñados en poner etiquetas también al amor, pero lo cierto es que el amor es cambiante.
Lubna Azabal, con la que trabajó en su película anterior, ¿le aseguraba el poderío y la determinación que necesitaba para el personaje?
Sin duda. Lubna Azabal es apasionada y exigente. En la película interpreta a una mujer tradicional, pero a la que la tradición no impide ser fuerte. A Mina nada va a pararla, tiene gran fuerza de carácter. Siempre está buscando autenticidad.
En su anterior película, 'Adam', la protagonista era una repostera que trabajaba con recetas tradicionales. Aquí, Halim cose caftanes al modo tradicional. ¿Por qué en su cine existe este vínculo entre tradición y necesidad de cambio?
Amo la tradición, puede ser algo muy bello, es parte de nuestro ADN, de nuestra historia, de quiénes somos y está llena de tantas cosas que llevamos con nosotros de generación en generación. Pero cuando la tradición nos impide ser felices, hay que poder cuestionarla. No debemos permitir que lo tradicional influya en nuestra libertad personal.
También coinciden en sus películas, personajes de alguna manera marginados socialmente…
Sí, seres que no tienen un lugar obvio en la sociedad o que se han borrado ellos mismos de ella, esos son los que me interesan y creo que sus historias deben ser contadas. Son las historias que me tocan y las que más me atraen.
Al parecer conoció a un peluquero y eso fue la llama que encendió esta película, ¿qué vio en él? ¿Tenía una historia como la de Halim?
La verdad es que no lo sé, pero al conocerle, me sugirió que su vida estaba bastante cerca a la de Halim. Produjo un sentimiento muy fuerte en mí y reavivó recuerdos de mi infancia y mi juventud en Tánger, donde me crie, y de hombres a los que había conocido entonces. Sentí esa dureza de la vida de una persona que pretende ser alguien que no es, y el miedo.
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