Este artículo se publicó hace 4 años.
Diarios de la pandemia, registros fotográficos de un tiempo detenido
Durante el confinamiento, la cámara ha sido terapia, denuncia, diario y huella de lo ocurrido. Cada fotógrafo se ha aproximado a una realidad insólita con intenciones dispares. La muestra 'Con tres heridas yo' reúne alguna de esas miradas.
Madrid-Actualizado a
Vaya por delante que captar lo inédito no debe ser fácil. Aproximarse a algo tan insólito como una pandemia global y no caer en el tópico, dice mucho de los autores que nos ocupan. Si bien es cierto que cuando la realidad se antoja tan extravagante, las posibilidades interpretativas parecen multiplicarse, como si lo cotidiano interpelara al fotógrafo, como si le dijera ¿qué narices estás esperando?, ¿acaso habías visto/sentido esto alguna vez?
Los hay que escuchan la llamada y proceden al registro de ese mundo vacío, íntimo, mínimo, o como sea que lo vean. De ahí surgen relatos, algunos son crónicas de la incertidumbre, otros van en busca terapia, del reencuentro con aquello que fueron y amaron; los hay también que se decantan por la denuncia o los que, ajenos a los grandes relatos, prefieren poner el foco en lo infraordinario, en aquello que no (siempre) miramos, pero (siempre) vemos.
En la exposición virtual Con tres heridas yo −las mismas que enunció con precisión el poeta: la de la vida, la de la muerte, la del amor− el Reina Sofía rastrea los trabajos recientes de seis fotógrafos cuya obra merodea el confinamiento y sus demonios, también sus grandezas. Testimonios de un tiempo detenido que, en cierto modo, parece posar para nosotros, como cuando sonreímos y decimos patata al unísono.
Aquí el tiempo no nos sonríe, tan sólo nos convoca en silencio para que por fin nos veamos tal y como somos, que no es poca cosa. En palabras de la comisaria Inés Plasencia, estamos ante "relatos en los que lo fotográfico se ha mostrado, una vez más, como un encuentro entre los cuerpos de quienes fotografían, quienes se dejan fotografiar y quienes miramos".
"Me ha tocado verme a mí mismo"
Al fotógrafo Edu León el encierro le pilló con su madre. Lo que en un principio no sería más que una visita familiar tras diez años viviendo en Ecuador, se convirtió con el paso de los días en una estancia catártica junto a su madre y su inseparable cámara. "Los primeros días yo quería salir y hacer lo que hecho siempre, fotografiar a pie de calle las mil historias que me fuera encontrando... Pero no tenía otro sitio donde ir y si salía estaría exponiendo a mi madre". Ante esa disyuntiva, León aprovechó para echar un ojeada por dentro.
"Después de tanto tiempo fuera, regreso a una casa llena de recuerdos, de dolores y alegrías, fruto de esos hallazgos y de la convivencia y los diálogos con mi madre voy tejiendo un ejercicio fotográfico diario". Así nace Mirar hacia dentro, un proyecto cuyo epígrafe lo dice todo y que, según explica León, le ha enseñado a aceptarse y mirarse de otro modo. "Aunque tengas 43 años, vivas fuera y te hayas convertido en otra persona, tu madre sigue siendo tu madre y te ve como el que fuiste".
Se trata, a fin de cuentas, de sublimar lo que nos duele mirándolo de frente. El confinamiento produce monstruos, pero también arte y autoconocimiento: "Es curioso, aunque me dedico a esto de la fotografía soy fotofóbico igual que mi madre, el hecho de reencontrarnos con nuestra propia imagen nos ha permitido autorreconocernos, nos hemos puesto en la tesitura de tener que aceptarnos, me ha tocado verme a mí mismo", confiesa León.
"Era todo tan extraño que todo parecía fotografiable"
Y de la aproximación intimista y terapéutica de León, a la crónica social de Judith Prat. La fotógrafa oscense a través del proyecto CovidPhotoDiaries, integrado por algunos de los mejores fotoperiodistas de nuestros país, ha ido tejiendo un corpus con especial atención por las pequeñas historias de los sin nombre, una mirada que se aleja de los grandes focos urbanos e indaga en la periferia de la periferia. Y así, de la mano de lo rural y de las pequeñas grandes historias, fue como Prat terminó por encontrar lo que quería contar.
"Al principio era muy fácil caer en imágenes obvias porque nunca antes las habíamos visto, era todo tan extraño que todo parecía fotografiable, incluso nosotros como fotógrafos nos sentíamos seducidos por cierto tipo de imágenes, pero enseguida me di cuenta de que no tenía sentido, de que tenía que encontrar mi voz en lo que estaba sucediendo", explica Prat. Fue entonces cuando giró la mirada a los más indefensos, a los dependientes o a aquellos que ni siquiera tienen un hogar donde confinarse.
"Cuando indagas en el fondo de determinadas biografías te das cuenta de que sirven para contar lo que le sucede a mucha gente, de que su realidad explica un determinado momento de nuestro país". Es así como la mirada de una octogenaria siendo atendida en su domicilio por una enfermera de Zaragoza nos habla, entre otras muchas cosas, de la importancia de los cuidados y de la necesidad de velar por nuestra sanidad pública.
"Un diario de imágenes pobres"
Decía Perec en Especies de espacios que "escribir es tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva: arrancar unas migajas precisas del vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos". Pues bien, el fotógrafo y docente madrileño Rubén H. Bermúdez arranca unas pocas "migajas" a ese vacío y las hace suyas (o de todos).
Lo hace a través de una especie de "diario de imágenes pobres", un proyecto en el que lo infraordinario, aquello que suele pasar desapercibido, "cobra centralidad en la experiencia del confinamiento". Como si el aislamiento nos indujera a escrutar nuestra cotidianidad con otra mirada, quizá menos urgente. "Me gusta hacer fotos a la televisión, al paisaje y a cosas que, por lo que sea, me llaman la atención. A veces se las envío a mis amigos o a mi familia. La mayoría de las veces son fotos que se suben a alguna nube y que luego visito pasado el tiempo y me recuerdan cosas o sensaciones", explica Rubén.
El resultado es un archivo subalterno del confinamiento. Instantes aparentemente superfluos que, de la mano de Bermúdez y a través de ese diálogo con el resto de imágenes que componen Con tres heridas yo, adquieren una nueva dimensión.
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