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Entusiasmo y caos en la reapertura de librerías: "Se puede ir al Carrefour y aquí no dejan entrar juntas a dos personas"

En la Fase Cero sólo se puede acceder a los establecimientos con cita previa, atención individualizada, y sin que el cliente pueda tocar los libros. Una normativa que genera discrepancias al no haber sido comunicada con tiempo suficiente.

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Una mujer observa el escaparate de una librería de San Sebastián durante la vuelta a la actividad.- EFE

Parecen exploradores. Se asoman al ralentí y otean a través del escaparate para comprobar que sí, que alguien anda suelto ahí dentro, por lo general sin soltar el teléfono, empaquetando pedidos o haciendo facturas. Se trata de una aproximación tímida, como si entraran por primera vez en su librería de cabecera, esa en la que en tiempos mejores departían con el personal sin distancias de seguridad y manoseaban sus fondos con pocas cautelas. Ahora, en cambio, en el día de su reapertura parcial, miran con precaución y tocan como por inercia, luego se arrepienten, dejan el libro con disimulo y miran a cada lado por si alguien les vio meter la zarpa. 

Reina el desbarajuste en las librerías. Pero es un desbarajuste controlado, fruto más del entusiasmo que de la falta de concienciación. También de la improvisación. No en vano la orden ministerial que afecta a las librerías se publicaba en el BOE este domingo por la tarde; poco margen de maniobra para asumir los retos de la 'nueva normalidad'. Pero se intenta. Santiago Palacios, al frente de SinTarima Libros, hace lo que puede mientras atiende llamadas, remata la lista de encargos y supervisa que los parroquianos, movidos por el entusiasmo del reencuentro, cumplan con las normas estipuladas. 

Y las normas dicen que en esta Fase Cero, implementada este lunes en la mayoría del país, sólo se podrá acceder a los establecimientos con cita previa, atención individualizada, y sin que el cliente pueda tocar los libros. Una normativa que, como es lógico, genera discrepancias: "¿Por qué puedes ir al Carrefour y pararte en la sección de quesos con un señor al lado y aquí no pueden entrar dos personas? Es que no hay quien lo entienda, pero qué vamos a hacer", se lamenta Palacios. Con todo, saben que cuentan con la fidelidad de un clientela asidua, ávida de lecturas y preocupada por el porvenir de las llamadas librerías de proximidad. 

"Ha sido una pasada, se me pone la piel de gallina al pensarlo, una pasada de afecto, hemos recibido cariño a espuertas e incluso ofrecimientos económicos", confiesa Santiago. Una fidelidad y un afecto el demostrado que, desde la Librería Burma, no pueden sino evocar con suma gratitud: "Nosotros emitimos unos bonos de ayuda en abril y la respuesta fue muy buena, esta mañana se han ido pasando algunos habituales a saludar y a ver el comercio abierto, se nota que hay cierta preocupación", explica Chus, al frente de esta pequeña librería de barrio.

Farmacopea literaria en plena pandemia

Salvando las distancias, ciertas librerías son como boticas para los letraheridos. De hecho algunos merodean ya las estanterías, ávidos de nuevas lecturas, registrando títulos con esa postura tan típica de cabeza torcida y paso corto. Es el caso de Leonora, vecina de Lavapiés que se lleva de vuelta al confinamiento dos breves ensayos del filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han. Un autor que, según explica, le ha acompañado durante parte del encierro: "Ha sido como encontrarme con un igual entre esas hordas de positivismo que parece que nos han invadido estos días, me ha acompañado por un camino solitario y un tanto pesimista".

Otras como Maria José, vecina de Embajadores, optan por la evasión. Su botín son dos libros que nos hablan de esa necesidad compartida de escapar de una realidad que se antoja inquietante: Hotel nómada, del neerlandés Cees Nooteboom, y El aventurero Simplicíssimus, a cargo del escritor barroco Hans Jakob Christoffel von Grimmelshausen. Dos textos cuya elección viene motivada por "ese anhelo de movimiento que todos tenemos, de poder viajar de la mano de otras vidas y refugiarte en ello, como si la evasión fuera ahora más necesaria que nunca". 

La escritora, política y feminista Lidia Falcón se decanta, en cambio, por libros que nos armen de sentido, historias que nos permitan entender "aquello que nos aliena" y, de paso, prepararnos para lo que viene siendo la revolución: "Estoy harta de tanto consejo para soportar el confinamiento, de clases de yoga, de cómo hacer croquetas, por Dios, deberíamos estar leyendo sobre cómo podemos hacer frente a la crisis que viene, voy a ver qué están maquinando nuestros grandes intelectuales", apunta con sorna Falcón.

Por último están los lectores errantes como Carlos García, joven historiador del arte que lo mismo se mete un manual de psicología, El miedo a la libertad de Fromm, una novelita corta de Sara Mesa o la Constitución española. "He aprovechado para leer todo aquello que tenía en casa y que nunca había empezado". Un periplo lector un tanto desconcertante pese a que, asume, también ha caído en clásicos del confinamiento: "Sí, creo que no soy el único que habrá leído La Peste de Camus estos días, fue una buena experiencia porque conforme avanzaba en la lectura, ésta parecía coincidir con la realidad, hasta el punto de que el día que cerraban la ciudad en la novela, también cerraron Madrid", zanja Carlos.

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