Este artículo se publicó hace 2 años.
'Separación' plantea un concepto extremo de la conciliación de la vida laboral y personal
Apple TV+ estrena 'Separación', una serie dónde se llevan al extremo conciliar vida laboral y personal y se propone un interesante debate.
María José Arias
Actualizado a
Creada por Dan Erickson y dirigida en su mayoría por Ben Stiller, Separación (Severance) es un thriller inteligente y sugerente que evoluciona de la mano de unos personajes con tantas capas como plantas y salas misteriosas tiene la empresa en la que pasan ‘atrapados’ ocho horas al día. En sus nueve episodios (Apple TV+ estrena este viernes los dos primeros) juega con el misterio, la sorpresa y el drama personal salpicándolo todo de diálogos llenos de crítica, sarcasmo, dilemas éticos y humanidad. Va de menos a más a un ritmo constante hasta su acelerón en la recta final.
La conciliación de vida laboral y personal, ese gran tema en el que resulta tan complicado encontrar el equilibro, es el punto de partida de Separación. ¿Qué pasaría si alguien hubiese dado con la fórmula perfecta para separar ambas facetas vitales pero esa separación fuese, cuanto menos, extrema? Porque, más allá del dilema ético y moral que se plantea, lo que aceptan los protagonistas de esta serie es someterse a una intervención quirúrgica (cuyo procedimiento se explica con todo lujo de detalles en el segundo episodio) para convertirse en dos personas distintas: el empleado y el ‘yo’.
Una vez intervenidos el primero desconoce todo del segundo y a la inversa. El paso de una personalidad a otra se hace en el ascensor, que se convierte en el lugar de transición del mundo externo y personal al laboral. Cuando Mark (Adam Scott), Irving (John Turturro), Dylan (Zach Cherry) y Helly (Britt Lower) están en la enorme oficina de estética retro de Lumon son oficinistas delante de un ordenador cazando números. En qué consiste su trabajo es lo de menos. Antes de fichar dejan sus efectos personales y sus recuerdos aparcados hasta que acaba su jornada. Cada uno de ellos está planteado como dos personas distintas que comparten apariencia y nombre de pila. Ni siquiera su estado de ánimo es el mismo en un espacio u otro.
Mark funciona como el hilo conductor entre ambos mundos y como protagonista principal de la historia por razones que se van descubriendo a medida que se teje la tela de araña que es esta serie. Las motivaciones de cada uno para someterse a un procedimiento tan radical como por el que han pasado van dilucidándose también poco a poco. Aunque la gran motivación que se propone descubrir Separación es la que se esconde bajo esa extraña empresa llamada Lumon Industries que por momentos parece una secta. Sus pasillos blancos y luminosos son laberínticos y los trabajadores de los distintos departamentos desconfían los unos de los otros. Algunos ni siquiera saben de la
existencia de sus vecinos de planta y edificio. Hay una jefa de todo llamada Harmony que ejerce como Gran Hermano (Patricia Arquette) y un vigilante de sonrisa perenne inquietante, el señor Milchick (Tramell Tillman).
Si Mark es el protagonista, el nexo de unión entre todos los demás, Helly hace las veces de elemento disruptivo. Sus compañeros eran más o menos felices en su universo laboral prefabricado hasta que ella llega a la oficina. No quiere estar ahí, lo hace saber y, ante la negativa a dejarla marchar, prueba de todo para salirse con la suya sacando a la luz los métodos de control de los de arriba. Inconformista por naturaleza, Helly consigue poner frente al espejo a sus compañeros haciendo que ellos mismos se planteen las inconsistencias de lo que les han contado y empiecen a sospechar mientras Lumon activa los protocolos para evitar que los empleados se unan en su contra. Entre las muchas cosas que propone Separación hay mucho de crítica a esa Junta que solo mira por el bien de la empresa, donde los empleados son de usar y tirar y la sindicación está mal vista. Separados, en todos los sentidos, son más maleables y menos fuertes.
El misterio, a todos sus niveles, predomina en una serie que necesita dos episodios para arrancar y sentar las bases de una historia con tantas lecturas como quiera hacer el espectador. Todo desarrollado con inteligencia, con cuidado a la hora de cómo y cuándo dar qué información en un ambiente
inquietante y forzadamente feliz en el trabajo y altamente dramático y deprimente fuera de él. Por momentos, para quienes viesen la primera temporada de Homecoming (Amazon Prime Video), la protagonizada por Julia Roberts, su visionado genera ese mismo efecto de desconcierto y fascinación a partes iguales.
Con unas tramas cada vez más oscuras, más envolventes y más perturbadoras, Mark, Irving, Dylan Helly (Britt Lower) se ven enredados en una lucha por saber qué está pasando, qué ha llevado a sus versiones de fuera a tomar la decisión de ‘crearles’ y a pensar seriamente en si deberían intentar rebelarse como personas en sí mismas, no solo trabajadores, poniendo en evidencia lo perverso del sistema en el que están atrapados. En Separación todo está lleno de mensajes, de segundas lecturas, e invita a rascar más allá de la superficie. En los personajes y sus motivaciones, en los escenarios cargados de simbolismo (luz, colores, decoración, referencias…) y en unos diálogos tremendamente
ricos defendidos por un reparto tan heterogéneo como complementario.
Guion, reparto, decorado, vestuario y música funcionan como una máquina bien engrasada encaminada a colocar al espectador en un lugar preciso, en un estado de ánimo concreto y con la información justa para que el golpe final cause un mayor efecto. Separación empieza con un primer episodio altamente desconcertante que no se sabe muy bien de qué va y camina sobre arenas movedizas intencionadas durante los siete siguientes para llegar a un punto concreto al que merece la pena dejarse llevar. Por lo que supone, pero también por el viaje.
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