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La fatiga de reparar otra vez en que nos vamos a morir

En Demasiada felicidad, la última colección de relatos de la escritora canadiense Alice Munro (Wingham, Ontario, 1931), publicada por Lumen, volvemos a darnos cuenta de muchas cosas

MARTA SANZ

En Demasiada felicidad, la última colección de relatos de la escritora canadiense Alice Munro (Wingham, Ontario, 1931), publicada por Lumen, volvemos a darnos cuenta de muchas cosas. Quizá es que el relato, como género, siempre es un volver a darse cuenta, un dejà vú. Nos damos cuenta de las pequeñas cosas sobre las que no queremos reparar.

Resulta demasiado terrible o fatigoso reparar otra vez en que la piel se llena de manchas, en que nos vamos a morir o en que existen situaciones marcadas por la humillación, la crueldad, el miedo o la imposibilidad de encarar el perdón, porque el perdón es una mezcla de generosidad y prepotencia que quizá sólo es posible cuando uno asiente completamente a la vida y comienza por perdonarse a sí mismo.

En los cuentos de Munro ratificamos también pequeñas certezas literarias como la de que las matemáticas se relacionan con la poesía, o la de que la pulcritud del estilo construye un mundo tan lleno de matices, que necesitamos mirar más de cerca sabiendo que nos perdemos algo: no alcanzamos a distinguir la figura en la alfombra.

Entonces, el acto de leer equivale al acto de vivir. La lectura, con sus inseguridades, sospechas, esfuerzos, su necesidad de comprender lo que pasa, se vivifica. Igual que esos personajes que envejecen al ritmo de su autor: a los 15 años se escriben historias de adolescentes; a los 30, de treintañeros; a los 80, relatos de viejos y de niños. De viejas y de niñas.

Munro indaga sin complacencia en las limitaciones y contradicciones de las mujeres

Porque Munro indaga sin complacencia en las limitaciones y contradicciones de las mujeres. En el dolor del muñón que dejan las amputaciones.

Las protagonistas de los cuentos más hermosos del nuevo libro de Alice Munro son viejas que no pueden creer que su imagen sea la que les devuelve el espejo. Son mujeres que vuelven al pasado y notan que la niñez es el recuerdo más vívido, no el más dulce.

Ni Alice Munro ni sus personajes se tapan los ojos cuando lo peor, bestialmente o con sutileza diaria como la gota que no deja de caer sucede.

Pese a todo, al acabar estos cuentos, hay una luz. Como la de Sofia Kovalevski antes de morir: una alegría que quizá tenga que ver con el orgullo de luchar incluso cuando se ha asumido lo inevitable.

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