Este artículo se publicó hace 4 años.
Un Google Maps hecho a mano para combatir el aislamiento
La publicación norteamericana CityLab lanza un proyecto en el que los lectores comparten su particular topografía del aislamiento. Un inventario surgido del encierro en el que conceptos como comunidad y hogar cobran otra dimensión.
Madrid-
El medio norteamericano CityLab ha puesto en marcha una iniciativa que, en apenas unas semanas, les ha sepultado en mapas de todas partes del mundo. El planteamiento inicial era muy sencillo; dibuja un mapa de tu mundo en la era del coronavirus. El resultado es una topografía sentimental proveniente de cientos de hogares, con miradas que nos hablan de un trance único a través del humor, la melancolía, la imaginación o el desgarro.
El proyecto, todavía en curso, ya ha dado sus primeros resultados bajo el título Your Maps of Life Under Lockdown [Tus mapas de una vida bajo encierro], aunque siguen recibiendo colaboraciones de geografías diversas. Asomarse a este proyecto es, en cierto modo, evidenciar que no somos tan diferentes, que el talento va por barrios (nunca mejor dicho) y que el aislamiento (y esto es paradójico) ha despertado nuestro sentido de comunidad.
A mano o máquina, con bolígrafo, punta fina o lapicero, la creatividad no pone muchos remilgos. Cuando fluye lo hace sobre arcilla, papel o fotografía. El soporte es lo de menos. Lo importante aquí es transmitir el anhelo de ver a un ser querido, la alienante monotonía del confinamiento, o la preocupación por un futuro incierto. Más de 300 mapas que detienen el tiempo y que conforman una arqueología de la cuarentena.
Arthur Beaubois-Jude, residente en Calais y cartógrafo de profesión, comparte su radio de acción permitido que, como en España, es de un kilómetro a la redonda. Bajo el epígrafe, Mapa de un mundo confinado, Arthur compone una cartografía con todo lujo de detalles situando en el centro de la misma su hogar.
Brian Palmer, desde Ciudad del Cabo, comparte con CityLab una acuarela de su ciudad vista desde las alturas. Brian pone el foco en las barriadas más humildes de la capital sudafricana, esa cara b por cuyos surcos no suele transitar el turismo. Brian denuncia así la pobreza en la que vive parte de su comunidad y para la que el aislamiento no tiene caducidad.
Carol envía este croquis inspirado en un paseo junto a su perro por el municipio de Millburn, New Jersey. Un bosquejo de lo cotidiano hecho a vuelapluma que transmite la sencillez de una tarde soleada en el vecindario. Ni más ni menos. Pequeños placeres que siempre estuvieron al alcance de la mano hasta que dejaron de estarlo.
Y en esta imagen, Francisca vectoriza pequeños rincones de su vida doméstica en Brooklyn. Trozos de un tiempo que ya no es, pero que le evocan el sosiego propio de una vida intramuros. Un cafetera, una ventana a la calle, una mesita de noche... Pequeños salvavidas en esa jungla que es la metrópoli.
Una pequeña localidad de Austin vista por uno de sus vecinos más observadores. Tres formas de llegar a casa que este paseante confinado ha querido registrar en un plano rico en detalles. Un tributo a lo infraordinario, a todas aquellas calles y casas que siempre estuvieron y que apenas veíamos.
El silencio. Vecindarios en mute cuya paz sólo la interrumpe algún ladrido de perro y los aplausos con los que se homenajea la labor de los profesionales sanitarios. Este dibujo corre a cargo de Paula y en él nos muestra un barrio en el que el protagonismo lo tienen los perros y los pájaros, que corren y vuelan a su antojo.
Lo cotidiano al servicio del arte. Así es como muchos de los ciudadanos que han querido colaborar con este proyecto lo han interpretado. Una forma de transmitir que otra vida es posible, una más pegada a las pequeñas cosas, ajena a una velocidad que nos deshumaniza y nos convierte en esclavos de una producción febril.
Desde Islandia, Edda muestra su casa a través de los tabiques que la conforman. La vida intramuros croquizada con la sencillez de un manual de instrucciones de Ikea. Un tributo al hogar, nuestro refugio particular frente a una contingencia que nos abruma.
Aminorar la velocidad y fijarnos en lo que nos rodea. Annita Parish, desde Montreal, Canadá, pone el foco en los árboles y en su capacidad para evocarnos historias de tiempos remotos. Testigos de nuestra memoria cuya ubicación, forma y flores, Annita va detallando en sus notas dando forma a una suerte de inventario arbóreo.
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