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El hombre que pergeñó el 'Amo a Laura'

El músico Guille Milkyway reactiva su proyecto principal, La Casa Azul, con un nuevo disco titulado ‘La revolución sexual'.

JESÚS MIGUEL MARCOS

Comenzó como una sospecha. Luego se transformó en rumor. Finalmente se hizo realidad. Amo a Laura, el omnipresente éxito de los Happiness para MTV, era una creación de Guille Milkyway, o lo que es (casi) lo mismo, La Casa Azul. “Fue sólo un trabajo. Como toda moda, pasa y ya está. Amo a Laura se olvidará con la misma potencia con la que llegó”, dice el compositor.

La melodía dulzona, los sintetizadores ochenteros y el estribillo envalentonado le habían delatado. Pero había otra pista: los opusianos Happinness, al igual que La Casa Azul, es un grupo inventado, sólo existen en vídeos y fotos promocionales. Ahora La Casa Azul publica su segundo disco, La revolución sexual, que viene acompañado de varias fechas de conciertos por España: Madrid (16 y 17 de noviembre), Valencia (24 de noviembre), Barcelona (15 de diciembre) y Murcia (12 de enero).

La idea de formar una banda imaginaria nació de la necesidad de su creador de separarse de lo que canta. Una medida, se podría decir, pudorosa: “Las canciones de La Casa Azul son muy sentimentales. El hecho de utilizar un grupo imaginario hace parecer que no soy yo el que las canta, sino el grupo”, explica Guille Milkyway.

En su nueva entrega, el músico profundiza en su mundo imaginario y, continuando con la ficción, desvela que los miembros de La Casa Azul son robots. Según él, “se trata de utilizar el pop como algo escapista. Crear un universo alejado de la realidad en el que una persona se pueda refugiar para evadirse de toda la porquería que te trae el mundo”.

La Casa Azul disfraza la realidad a base de melodías soleadas, estribillos chiclosos y proclamas autoafirmantes. Una especie de guión de película donde el mundo es el malo y maltrata al protagonista, un antihéroe frágil, pero auténtico. Títulos como Chicos malos, Mis nostálgicas manías, La gran mentira o No más Myolastan dan cuenta de ello.

El clímax del universo de La Casa Azul se alcanza en sus directos, auténticos karaokes en los que la víctima vence al mundo ayudada por su ejército de fans. “Entiendo que pueda parecer ridículo ver a 200 personas cantando a la vez Cambia tu vida, pero es ese universo paralelo el que permite a la gente gritar cosas tan sentimentales, tan de autoayuda”, explica el artista catalán.  

La sombra de la crítica

Pero ni siquiera en un mundo paralelo todo son luces y color. La crítica ha disparado contra el grupo desde su disco de debut en el año 2000, El sonido efervescente de La Casa Azul.

Superficiales, simples y, lo más repetido, ñoños. “En eso tienen razón”, admite el músico, “pero yo creo que ser ñoño no es algo malo. Yo soy una persona muy sentimental, expreso los sentimientos de forma directa y sin prejuicios. Y entiendo que a alguien le pueda doler. Pero esas críticas me parecen lo mismo que cuando mi abuela veía un grupo de heavy y les llamaba ruidosos y melenudos”.

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