Elsa Moreno: "La escritura es un ejercicio contra la desaparición"
La poeta y creadora escénica, autora de los libros Prendida y En un lugar limítrofe, homenajea a la actriz María Casares en el ciclo Nexos de A Coruña.

Madrid--Actualizado a
Elsa Moreno (València, 1999) acaba de publicar su último poemario, Prendida o el valor de erguir (Arrebato), aunque se basará en su ópera prima, En un lugar limítrofe (La Imprenta), para rendir homenaje a la actriz María Casares en el ciclo Nexos, donde la poeta y creadora escénica reflexionará sobre el exilio, la identidad, la memoria y la resistencia. Su recital itinerante tendrá lugar este viernes 31 de octubre, a las 19 horas, en la Casa Museo Casares Quiroga de A Coruña.
Cuerpo, silencio, evocación, atmósfera, itinerancia… ¿En qué consistirá su actuación?
He entretejido la historia de María Casares y los poemas de mi primer libro, donde abordo el exilio interior o espiritual. Sabíamos que en Francia era un icono del teatro, lo que me parece una hazaña extraordinaria, pero estoy leyendo sus memorias, Residente privilegiada, y me he quedado alucinada con la potencia poética de sus escritos. Si hubiera querido, podría haber sido también escritora, aunque ella prefería poner el cuerpo en las palabras, es decir, interpretar los hallazgos maravillosos de otros escritores.
Y usted pone las palabras en el cuerpo.
Sí, ambas somos unas apasionadas de la palabra, de la poesía y del teatro. Hay que reivindicar la figura de María Casares más allá de sus relaciones, porque algunos la reconocen como la hija de Santiago Casares Quiroga [presidente del Consejo de Ministros de la Segunda República] o como la amante de Albert Camus, cuando era una figura en sí misma que no necesita de figuras masculinas para valorarla.
¿Qué le inspira María Casares?
Tiene un poder innato de resiliencia, de resistencia, de esperanza, de lucha. Me transmite esa pasión no solo por la palabra, sino también por la vida, que incluso se percibe en su forma de gesticular y hablar. En mi actuación en el ciclo Nexos no haré un trabajo intenso de cuerpo, aunque aporto una presencia escénica. Nunca me verán solo leyendo detrás de un atril, porque no es mi estilo.
Precisamente, el eje de su trabajo pasa por la interpretación y la danza. ¿Escribe sus poemas para ser leídos o para ser recitados e interpretados?
Yo eso no lo decido. Escribo desde ese golpe de inspiración y de belleza que nos atraviesa a los poetas, sin saber si el poema será para ponerlo en el cuerpo o en la oralidad. A algunos les favorece la lectura pausada, un espacio solitario, recrearse en cada verso. En cambio, a otros les sienta bien la entonación, los silencios, el ritmo y los gestos, de ahí que tenga sentido pasarlos por mi cuerpo.
¿Se lleva bien con su cuerpo?
He tenido una relación muy compleja, de refuerzo intermitente. Por un lado, la danza ha hecho que creciese en contacto con mi cuerpo y que estableciese un lenguaje propio muy íntimo con él. Por otro, los cánones estéticos y la exigencia física generan una especie de obsesión y sobrevigilancia.
Estudió danza en el conservatorio, aunque se graduó en Comunicación Audiovisual. ¿Pensaba en un trabajo alimenticio?
Tenía muy claro que me quería dedicar a las artes escénicas, pero luego influyó la presión de mi familia. Sin embargo, al final he conseguido dedicarme a la poesía y a la creación escénica.
En el prólogo de En un lugar limítrofe, que ya va por la cuarta edición, Sara Torres define la escritura como "una fuerza de resistencia frente a la posibilidad de la desaparición" del cuerpo, un elemento también muy presente en su trabajo. ¿Qué es para usted la escritura?
Un ejercicio contra la desaparición, una batalla contra el tiempo, esa necesidad de que lo que ves, escuchas y reflexionas quede inscrito. Y más allá de esa primera necesidad más visceral, también es un medio de conocimiento intuitivo, creativo y casi mágico. La escritura abre una puerta hacia zonas de nuestro saber a las que no acudimos en la lógica cotidiana, o sea, tiene la capacidad de activar espacios del inconsciente y dejar que hable. La poesía, además, te permite la libertad de deformar la palabra y, en ese lenguaje casi atrofiado, muchas veces encuentro revelaciones y verdades.
"Infinitábamos la noche", escribe en Prendida o el valor de erguir. ¿Ese verbo inagotable que procura la eternidad es una invención o un hallazgo?
¿Cuál sería la diferencia? Uhm…
¿Quizás se lo encontró en Miguel de Unamuno ("La miseria eterna e infinita, que es al eternizarse e infinitarse la felicidad suprema misma", en Del sentimiento trágico de la vida) o en Arturo Borra ("Infinitarse con la finitud de la que penden las horas", en el poema Infinitarse)?
¡Anda, no los conocía! Si soy sincera, ese verbo me vino una noche a la cabeza.
"La actriz María Casares podría haber sido también escritora, aunque ella prefería poner el cuerpo en las palabras"
En Prendida, sostiene que la poesía "no es solo una misión, es también y sobre todo un trabajo manual". ¿Cuántos versos se quedan por el camino hasta dar con el poema? ¿Pesa más la inspiración o la insistencia?
La inspiración es un disparo, el arranque, un motor. Sin embargo, la poesía requiere un entrenamiento diario y una insistencia en observar la vida y el mundo con una mirada poética. Y, una vez escrito ese primer boceto que parte de la inspiración, es muy importante el trabajo de revisión y corrección del poema, hasta encontrar su forma definitiva.
"Creo que los besos se dan en la boca porque es de donde brotan las palabras". ¿Cómo y dónde se besan los silencios?
En la palma de la mano, ese acariciar suave, o en la mirada perdida compartida.
En Prendida, escribe: "El lenguaje odia más el silencio / de lo que ama las palabras". Si tuviese que prescindir del verbo, le quedaría el cuerpo, la danza, el movimiento. Y si también le quitasen la música, ¿en qué se quedaría su poesía?
A veces creo paisajes sonoros con un pedal de loops, pero no me gusta utilizar música en mis recitales. En todo caso, si no tuviese la palabra, confío mucho en el poder de transmisión que tiene el cuerpo desde esa energía vibracional.
En 2023 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Viva. ¿Se ve ganando algún otro prestigioso galardón que solo valore el texto?
Hasta ahora no me he presentado a ese tipo de premios porque mi poesía tiene un componente escénico muy fuerte y no sé si, solamente escrita, llegaría a apreciarse del todo. Ahora bien, quiero pensar que también hago una propuesta interesante en ese sentido, por lo que fantaseo con ganar el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández. Quién sabe…
"La inspiración es un disparo, pero la poesía requiere un entrenamiento diario"
¿Entiende el placer más como vía que como meta?
Sí. El placer tiene que ser algo transversal en nuestro día a día, una manera de estar y de querer afrontar la vida. No es algo a lo que llegas, sino algo que va contigo. De hecho, cuando se culmina, el placer es tristísimo, por eso no debe ser una meta.
¿Y el amor, que describe como un mito al que se aferra conscientemente?
El amor carga con un prejuicio brutal, al igual que la poesía, cuya idea disuade a posibles adeptos. Hay una mitología muy férrea sobre el amor que nos aleja de lo que podría ser un amor continuo y constante hacia la vida.
En el prólogo de En un lugar limítrofe redunda en una idea: "Si fuese honesto, / cómo podría ser poeta". O bien: "Si fuese honesto, el relato sería insulso". ¿La poesía es invención, engaño, mentira, creación, artificio y quimera o debe contener realidad y verdad? Y, ya puestos, ¿qué es la verdad?
La poesía nace de una verdad que te atraviesa en ese momento, por eso tenemos esa necesidad de expresarla. Sin embargo, el hecho de tener que materializar esa verdad conlleva un ejercicio de síntesis donde ya aparece la ficción. O sea, materializar un sentimiento implica relatarlo y ficcionarlo.
En su poesía, la voz puede ser masculina o femenina, del mismo modo que el amado o el amante suele ser masculino, aunque podría ser femenino. ¿Una forma de apelar a todos?
Es un reflejo de mi sensibilidad. Tanto en la construcción de mi identidad como de mis vínculos, intento que se diluya lo máximo posible el género. Sé que existe a nivel social, pero creo que la vida trasciende ese binarismo. Cuando escribo, si se apropia de mí una voz masculina, dejo que aparezca en el poema.
"Crecer es ir olvidando / lo que no sabemos que sabemos", escribe en Prendida. ¿Usted qué ha tenido que olvidar y qué le gustaría recordar siempre?
No he tenido la necesidad de olvidar nada. Ahora mismo tengo muy presente la memoria de mi abuela. Sigue viva, la visito todas las semanas y me cuenta en bucle anécdotas de su infancia o situaciones que ha vivido. Últimamente, tengo miedo de que su memoria quede relegada a mi memoria y que, cuando yo la pierda, la suya se pierda también. Me dolería que pasara eso, por lo que, cada vez que me cuenta algo, atrapo y rescato esa memoria para que no se olvide.
"Cuando se culmina, el placer es tristísimo, por eso debe ser una vía y no una meta"
Su último poemario forma parte de la investigación poética sobre las Prácticas para inmanecer, que incluye la performance homónima. Cuando le iba a plantear una pregunta sobre el concepto, el corrector automático cambió inmanecer por…
Por amanecer, sí [risas].
¿Ha cometido un error grave la máquina?
Esa corrección es preciosa, pero la máquina no ha cometido ningún error, porque el verbo no existe y amanecer se puede parecer a la idea que tengo de inmanecer, que sería ir más acá.
Y quien quiera entenderlo mejor debe leer el poemario... Algunas palabras se erosionan y se desgastan por el uso, aunque también hay quien prostituye su significado. ¿Cuáles procura evitar en sus poemas?
Cuando escribo, hago un ejercicio consciente de no caer en lugares comunes. No hay una palabra concreta que evite, porque si es la palabra exacta que necesita el texto, la dejo entrar.
En Prendida escribe también en inglés. ¿Lo ha hecho para llegar a más público?
No, surgió después de leer Corazonada, de Berta García Faet, quien mezcla distintos idiomas y juega maravillosa y deliciosamente bien con el lenguaje.
¿Qué sucedería si ahora mismo desapareciesen las redes sociales? O sea, ¿cómo le afectaría a usted como poeta y artista?
Por desgracia, las redes sociales son una herramienta de trabajo muy potente y de la cual no puedo prescindir. Muchas veces me gustaría estar fuera de ellas porque hay que estar en la calle y en la vida. En el hipotético caso de que desapareciesen, confío en que hay vida más allá, por lo que estoy segura de que encontraría la manera de seguir creando sin esa ventana, lo que implicaría volver a métodos más tradicionales, como picar la puerta de los programadores de eventos culturales.
¿Realmente le gustaría ser un cantante de rock argentino, "alto y flaco", "un romántico profundo sin remordimientos"?
Pues a veces sí [risas].
¿Andrés Calamaro, Spinetta, Andy Chango, Fito Páez, Charly García o mejor Juan Carlos Baglietto?
Me enganché mucho a Fito Páez: lo he reventado.
Como lo cita en un poema, pensé que le gustaba más Baglietto.
Desde que vi la serie El amor después del amor (Netflix), me persigue la canción La vida es una moneda, compuesta por Fito Páez e interpretada por Baglietto. Por eso la cité en ese poema.
Quizás algunas personas que no la hayan leído la conozcan por su intervención en el acto celebrado en febrero con motivo del vigésimo aniversario de la aprobación de la ley contra la violencia de género, donde proclamó: "¡Que viva la lucha feminista y que viva la lucha antifascista!". ¿Le enorgullecería que la recordasen por eso?
Bueno, creo que está bien. Al final es una declaración de mi marco político y un pedazo esencial de mí, aunque también me constituyen muchas otras partes. En todo caso, no voy a ser yo quien dictamine cómo me tiene que recordar la gente, porque además está fuera de mi control.






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