Farlopa, zarpa, perico, merca, fariña… por qué los españoles nos metemos tanta cocaína
El porcentaje de población que esnifa cocaína se ha triplicado en las dos últimas décadas. David López Canales analiza en el ensayo ¿Una rayita? el disparado nivel de consumo de esta droga.

Madrid--Actualizado a
¿Por qué los españoles nos metemos tanta cocaína? ¿Y por qué esnifamos a la chita callando? Dos preguntas a las que intenta dar respuesta el periodista David López Canales (Madrid, 1980) en el ensayo ¿Una rayita? (Nuevos Cuadernos Anagrama), donde refleja con cifras oficiales el ingente consumo en nuestro país de farlopa, perico, merca, fariña, zarpa o, simplemente, coca.
Tantas denominaciones recibe la nieve como tipos de consumidores hay, alejados ya del estereotipo de los ochenta, cuando los yuppies querían comerse el mundo —y luego lamer la bolsa—. Desde entonces, la cocaína ha saltado de un coto sofisticado —la beautiful people, los tiburones financieros, la jet set, el pijerío con posibles, los nuevos ricos, el artisteo y la farándula— a todo tipo de ambientes, incluso proletarios, más de speed.
Cocaína: de las élites a la 'democratización'
"Es una coca que ha traspasado generaciones y clases sociales", escribe el autor de ¿Una rayita? "Ahora también la toma un fontanero. O un médico. O un albañil. O un periodista. Ya no es exclusiva de esa clase alta, de los poderosos o los ricos. Se ha democratizado. El límite es el sueldo". Aunque, curiosamente, un gramo de farlopa sigue costando lo mismo que hace cuarenta años. Más adelante, David López Canales explicará el motivo.
Basta echar un vistazo al trasiego del baño de un local de ocio nocturno para percatarse de los usos y costumbres de los cocainómanos. No, su amigo o su primo no están mal de la próstata, recuerde que aún no han cumplido los cincuenta. "Está por todas partes y no entiende de clases sociales. Ya no es la coca de las élites, asociada al alto poder adquisitivo o al rollo artístico. Incluso ha perdido la imagen de producto aspiracional", explica a Público el escritor y guionista de documentales.
- ¿Resulta entonces menos glamurosa para las personas adineradas? ¿O la diferencia de clase está en el porcentaje de pureza de la cocaína que consumen?
- La coca ya no está asociada a esa imagen de glamur, pero el poder adquisitivo del consumidor claro que marca una diferencia, de modo que quien tiene mucho dinero o está dispuesto a gastárselo accede a una cocaína mejor. Hay diferentes calidades y, por ello, grandes abismos entre lo que venden unos y otros camellos.
- En las últimas décadas se ha disparado el precio de todo, empezando por la vivienda. Sin embargo, un pollo sigue costando lo mismo que entonces: 10.000 pesetas el gramo de cocaína, o sea, sesenta euros. ¿Influye su ritmo vertiginoso de producción, que se ha triplicado en los últimos tres lustros, hasta alcanzar las 3.000 toneladas anuales, según la ONU?
- Entiendo que ese es el motivo. Aunque sea ilegal, es un mercado como cualquier otro, donde rige la ley de la oferta y la demanda. Por ello, con la producción de cocaína disparada, si el precio fuese más alto no se vendería el actual volumen de droga.
- ¿Por qué España es el país que consume más farlopa de Europa? Podríamos argumentar que se debe a que somos un puerto de entrada de la cocaína en el continente. Sin embargo, en Portugal el consumo es diez veces inferior.
- Y con las fronteras abiertas… Se plantea la idea de la disponibilidad como si la cocaína fuera gratis, lo que no justifica su alto nivel de consumo. También somos el mayor productor de aceitunas del mundo, pero solo el cuarto país consumidor. Que España sea un puerto de entrada sí propicia que pueda ser más fácil conseguirla, aunque el ejemplo de Portugal resta importancia a ese argumento.
- En las dos últimas décadas, el porcentaje de población que esnifa cocaína en España se ha triplicado, hasta el punto de que doce de cada cien personas aseguran que la han probado, la estadística más alta del mundo. ¿Farlopa pa la tropa, como cantaban Os Papaqueixos en 1993?
- Hasta el punto de que se hacen chistecitos sobre el consumo de cocaína con total naturalidad. Además de ese dato tan llamativo, España siempre figura entre los puestos más altos del ranking mundial —y en ocasiones, dependiendo del estudio, en primer lugar— junto a Estados Unidos, Australia y Europa, entre cuyos países destacan Inglaterra y Países Bajos.
Campañas contra el consumo de cocaína
Un año antes de que comenzase a sonar la canción Teknotrafikante (Farloppo ma non troppo) —cuya letra en clave irónica, además de "farlopa pa la tropa", incluía el lema "Sito Miñanco, preso político"—, en 1992 la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción lanzó una brillante campaña cuyo eslogan era Ten cerebro. Pasa de la coca.
Sin embargo, el popular anuncio del gusano entrando por la nariz —una imagen grimosa y repulsiva— parece que no resultó muy efectivo entre los consumidores, ni tampoco entre la chavalada imberbe que apenas conocía la nieve por el Telediario y el portal de Belén, más traumatizada por los giros del Gusano loco en las fiestas del pueblo que por aquel bicho que nos sorbía el cerebro.
"No solo no resultó útil, sino que tampoco fue la campaña adecuada, como se ha visto con el paso de los años. El anuncio era muy bueno, simbólico y potente, porque todavía nos sobrecoge. Sin embargo, no llegó a quienes asumían los riesgos del consumo, ni sirvió para prevenirlo de una forma realista porque, como la del Di no a la droga, se basaba en el prohibicionismo", añade el periodista.
- En cambio, las multas de tráfico y la pérdida de puntos del carné de conducir sí que han contribuido a reducir los accidentes. ¿El descenso del consumo pasaría por el punitivismo?
- No es lo mismo, porque en las campañas de tráfico se veían las consecuencias de las conductas imprudentes y de los accidentes. Sin embargo, si te decían que la cocaína era un gusano que te devoraba el cerebro, pero tú salías una noche, te metías una raya y ningún gusano te comía la cabeza, el anuncio publicitario perdía efectividad. Por otra parte, el punitivismo tampoco es efectivo, porque venimos de eso. La reducción del consumo pasa por hacer campañas informativas y de prevención sobre lo que significan realmente los diferentes tipos de droga, sobre cómo está elaborada la cocaína, sobre la implicación como consumidor al aportar dinero al narcotráfico, sobre el impacto que deja esa actividad ilícita… Y pasa también por atajar los problemas sociales que provocan que mucha gente se drogue.
- Las nuevas generaciones beben y fuman menos, según varios estudios. ¿Se meten también menos coca?
- Sí, como refleja un dato de la encuesta del Plan Nacional sobre Drogas: en 2008, antes de la crisis económica, quienes consumían más cocaína eran los menores de 35 años, mientras que ahora son los que tienen entre 35 y 45. Es una hipótesis personal mía, pero creo que la cocaína, para los jóvenes, no está asociada a una imagen que fomente el consumo, sino que lo ven como un hábito de viejos, o sea, propio de los padres de esos chicos que ahora tienen 18 años.
- Usted sostiene que la peña se mete en silencio. "Sorprende lo integrada que está, como choca que no se hable de ello", escribe en el libro. "De la coca solo se habla para pillar y nunca por su nombre, como si nombrándola se invocara una maldición".
- El silencio no se produce entre los consumidores, pero fuera del círculo de amigos todavía hay un estigma social alrededor de las drogas que lleva a guardar el secreto. Nadie dice en público "qué buena estaba la cocaína que me pasaron el sábado", aunque sí "ayer fui a una cata y me inflé a vinos del Bierzo". En cambio, entre el grupo de iguales está claro que se habla de drogas, porque su consumo recreativo es muy social y la conversación también integra la ceremonia y forma parte de su atractivo. Es un ejemplo más de lo integrada que está la cocaína en la sociedad.
- Como subraya en el libro, se ha pasado de la condena moral a la normalización de su uso.
- Yo no valoro esa normalización ni digo que sea mala, porque también tiene sus aspectos positivos, porque permite entender los consumos y ayudar a la gente que tiene problemas de adicción. Es decir, si el uso está normalizado, a lo mejor a alguien le resulta más fácil dar un paso, reconocer su adicción, buscar un tratamiento o salir de la droga. Y fruto de esa integración, estamos asistiendo a la trivialización, que da lugar a los chistecitos, a los guiños en televisión, a los memes que circulan por internet o a las campañas publicitarias de marcas comerciales con alusiones muy claras, que van más allá de anunciar un producto y llegan al guiño cómplice.
La cocaína como reclamo publicitario
En el ensayo ¿Una rayita? Por qué en España se consume tanta cocaína y no se habla de ello, David López Canales menciona varios ejemplos. Algunos de carácter local, aunque de alcance autonómico, como la valla publicitaria que anunciaba en Vilagarcía de Arousa que Lo mejor de Colombia pasa por aquí.
El reclamo no era el tráfico de cocaína que relata Nacho Carretero en Fariña (Libros del K.O.), sino el café que tuesta y luego despacha en su cafetería un empresario que ha llegado a plagiar la magnífica portada del diseñador gráfico Artur Galocha para promocionar sus fardos de grano.
Aunque el polémico eslogan obtuvo eco a través de las redes sociales, la campaña de una plataforma televisiva causó un mayor impacto en el kilómetro cero de España. ¡Oh, blanca Navidad!, podía leerse en una valla en la Puerta del Sol de Madrid, junto al rostro de Walter Moura, el actor que interpreta a Pablo Escobar en Narcos, la serie de Netflix.
La coca se había convertido en un gancho publicitario, como también lo sería esta advertencia en los andenes del metro para no caerse a la vía: No te pases de la raya. Narcos. Más chuscos, sin duda, el anuncio de un bar de Valladolid que promocionaba una tapa como Un pollo de coca... Cola, con su turulo, su bolsita y dos líneas de azúcar glas; o el de un local de Madrid, cuyo cartel rezaba Pillamos un pollo, no precisamente franquista.
- La pureza fluctúa entre el 20 y el 80%, con una media entre el 50 y el 70%, según los datos que figuran en su libro. ¿No le parecen unas cifras un tanto infladas? ¿Qué se está metiendo realmente la gente?
- Precisamente, el porcentaje de pureza y la composición de la cocaína son otro problema. Con eso sí que se podría hacer una buena campaña, en la línea de proyectos como Energy Control [que aboga por el consumo responsable y la reducción de riesgos]. Hay que educar en el consumo de drogas, porque está claro que la gente va a seguir consumiendo.
¿- Cómo se las arreglaron los consumidores durante el confinamiento provocado por la pandemia del coronavirus?
- No tengo ni idea [risas]. Eso sí, los riders de las plataformas de reparto a domicilio podían circular, por lo que me imagino que nunca se compartieron y se leyeron tantos libros como entonces [risas]. Ahora en serio, el consumo de cocaína se redujo durante la pandemia [como reflejaba una encuesta del Observatorio Europeo de las Drogas y las Adicciones realizada entre el 8 de abril y el 31 de mayo].
- En fin, ¿por qué los españoles se meten tanto?
- Esa pregunta tienen que hacérsela los políticos, quienes deben afrontar con una visión realista por qué los españoles consumen tanta cocaína, pero también por qué las españolas llevan el bolso lleno de ansiolíticos o, en general, por qué se bebe tanto.
Además de las campañas para reducir el consumo de drogas, hay que paliar los problemas sociales que llevan a la gente a consumir no solo cocaína, sino también drogas legales. ¿Es una evasión frente a un modelo social que provoca que no estemos bien y que nos lleva a consumir sustancias? Si el problema es el modelo social, habrá que cambiarlo para que la gente no necesite meterse rayas o inflarse a ansiolíticos para estar mejor.
Ahora bien, no se puede reducir todo a eso, porque entonces parecería que el consumo responde a una evasión frente a la angustia existencial o frente al a los problemas sociales. Y no creo que sea así, porque también hay gente que no tiene ninguna angustia vital, ni percibe la sociedad como opresiva, ni le afecta la incertidumbre social que se mete una raya los fines de semana tan a gusto.
Por eso decía que corresponde a los políticos plantearse por qué los españoles consumen tanta cocaína y otras sustancias, así como analizar cuáles de esos problemas son responsabilidad suya como gestores públicos para así poder atajarlos.









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