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La 'meiga' de Dalí

La Academia de San Fernando recupera la figura de la gallega Maruja Mallo

GUILLAUME FOURMONT

Aparece como una sirena en una playa de Chile, en 1945. Viste un manto de algas que le cubre todo el cuerpo, está medio desnuda. Ella es Maruja Mallo, olvidada artista vanguardista de principios del siglo XX y cuya figura recupera ahora la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid con una exposición retrospectiva.

Leer sobre Maruja Mallo (Viveiro, 1902 - Madrid, 1995) es descubrir la cara femenina más emblemática del surrealismo, del realismo socialista y de otros tantos géneros que la propia artista creó. Porque antes de exiliarse a América Latina, Estados Unidos y Francia, Mallo su verdadero nombre era Ana María Gómez González se relacionaba y trabajaba con todos los grandes nombres de la Generación del 27, como Salvador Dalí, Rafael Alberti y Luis Buñuel. Se formó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en cuyo patio jugaba con Dalí. Para el pintor, ella era 'mitad ángel, mitad marisco'.

La exposición, organizada por Caixa Galicia y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, recorre toda la carrera artística de la pintura, desde el óleo La isleña, de 1927, hasta el lienzo Protoesquema, de 1982. En total, se pueden ver 130 obras. Además de las pinturas, también se exponen fotografías 'plásticas escenográficas', según Mallo, autorretratos que la artista convertía en performances, como en la imagen que la muestra a ella vestida con un manto de algas.

'Era una rebelde y una insumisa. Era un bruja'

'Era una rebelde y una insumisa. Era un bruja', dijo ayer en la inauguración de la muestra Antonio Bonet Correa, director de la Academia. Era una meiga, como dicen los gallegos. Con la ambigüedad que contiene la palabra: es un espíritu que puede ser malo o bueno.

Una ambigüedad que se expresa en dos obras claves de la exposición y de la obra de Mallo. La primera es Antro de fósiles, cuadro de 1930 que se expone por primera vez al público. La obra desaparecida desde 1932 y hallada en una subasta el pasado mes de diciembre es un óleo sobre lienzo que representa la muerte con esqueletos de seres humanos y de lagartos. Se nota la influencia del surrealismo. Es la llamada 'etapa negra' de Mallo.

Al estallar la Guerra Civil, la artista huyó a Buenos Aires, donde empezó su etapa de 'retratos bidimensionales'. De esta época americana es el segundo cuadro importante de la muestra: Cabeza de mujer (Cabeza de negra), de 1946. Pocas veces se consiguió retratar una belleza tan perfecta, casi imposible de alterar, aunque los ojos de la protagonista expresan algo que Mallo explicó con estas palabras: 'En este inmenso continente [América] que me brindaba la alegría de vivir frente a la agonía de morir, era la aurora que me revelaba nuevas visiones, sorpresas y conceptos [...]. Aparecían mágicamente ante mí las exóticas razas de un inédito despertar'.

La magia de la meiga consistía en no repetir nunca un estilo 'va contra las leyes del espíritu. El arte es presagio', decía Maruja Mallo. Artista comprometida, la pintora pasó del surrealismo al realismo del arte socialista con sus mujeres trabajadoras, y de ahí a las 'naturalezas vivas', antítesis de las muertas.

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