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De la oxicodona al fentanilo: las mejores series sobre la crisis de los opiáceos

Las drogas sintéticas y legales saltaron de las farmacias al mercado negro de Estados Unidos.

Adictos al fentanilo en San Francisco.
Adictos al fentanilo en San Francisco. Shannon Stapleton (Reuters)

Isabel Díaz Ayuso no dudó en ilustrar un comentario en Twitter contra el plan de Sanidad de prohibir fumar en las terrazas madrileñas con las imágenes de unos yonquis consumiendo drogas en las calles de una ciudad yanqui.

El desconcertante e incomprensible exabrupto visual remitía a las víctimas de la crisis de los opioides en Estados Unidos, que ha vuelto a acaparar nuestras pantallas tras la confirmación de que el actor Angus Cloud, protagonista de Euphoria, falleció a causa de una sobredosis de varias sustancias, incluida el fentanilo. Curiosamente, Zendaya, su compañera de reparto, también se pasaba de la raya en la ficción.

Mientras los medios españoles abordan la irrupción de fenómeno en nuestro país —su consumo, bajo prescripción médica, ha aumentado, pero es anecdótico en comparación con el caso norteamericano, incluido México—, Estados Unidos sigue produciendo series y documentales que tratan sobre los enganchados a los opioides y los causantes de su adicción.

No obstante, hace casi veinte años, la Fox ya introducía el debate en House, protagonizado por un doctor cascarrabias —trasunto médico de Sherlock Holmes— que no para de tragarse tabletas de Vicodin (hidrocodona) para aliviar el dolor en su pierna derecha.

De algún modo, la serie sugería que a Gregory House le iba el rollo, aunque llegado un momento decide, para librarse definitivamente del sufrimiento, recurrir a la metadona. No lo hace para aliviar el dolor, advierte, sino para eliminarlo. Parece, al fin, feliz: ha tirado a la basura su bastón y, de paso, su cinismo. Sin embargo, algo no encaja, hasta el punto de que, tras las amenazas de su jefa, prefiere dejar el hospital antes que el chupito.

House podría calificarse como un yonqui de lujo, con acceso a recetas y medicamentos —o a colegas que se los prescriban—, hasta que mete la pata con un paciente con mosaicismo genético y decide, por su propia cuenta, dejar la metadona.

La vida duele, por eso Purdue Pharma se hizo de oro cuando comenzó a comercializar OxyContin. La familia Sackler ya fabricaba analgésicos como el fentanilo y la hidrocodona, el derivado de la codeína al que tan aficionado era House, pero llegado un momento emprendió una agresiva campaña para expandir a toda costa la oxicodona.

Para qué sufrir, vendía la farmacéutica, pero los médicos captados para la causa con las prebendas habituales comenzaron a recetar el opioide para dolores leves. Las consecuencias son historia: todo quisque se enganchó, de Alabama a Oregón, pasando por Kentucky, donde el marshal Raylan Givens debe lidiar en Justified con adictos, traficantes y otras hierbas.

Ambientada en el estado de Virginia, Dopesick (Disney+) quizás sea la serie más redonda del género. Carga contra la ambición desmedida de los Sackler y de todos los lacayos que favorecen la epidemia provocada por el OxyContin, que comienza comercializándose con receta y termina vendiéndose en el mercado negro, como sucede con otros fármacos.

Dopesick presenta dos casos que reflejan cómo sus efectos son transversales o universales, sin que importe la raza ni la cartera: una chiquilla, interpretada por Kaitlyn Dever, que trabajaba en la mina y se engancha cuando empieza a ser tratada de un dolor de espalda; y su médico, encarnado por Michael Keaton, quien comienza a prescribir el opioide a sus pacientes —engañado y sin mala intención— y acaba consumiéndolo tras romperse las costillas en un accidente de coche.

Magníficas interpretaciones y dolorosos relatos, que tendrían su continuación en Medicina letal (Painkiller), protagonizada por Matthew Broderick, también sobre los estragos de Purdue Pharma. Sin embargo, empezaron a quedarse cortos cuando irrumpió el fentanilo en la calle y en las pantallas, muchísimo más potente que la heroína, una droga que también entró en escena al rebufo de los citados opioides sintéticos y legales.

Cómo y por qué lo ha explicado David Bollero en este artículo, donde se hace eco del libro Tierra de Sueños (Capitán Swing), de Sam Quinones, quien "revela cómo la mercadotecnia agresiva de las grandes farmacéuticas terminó por abrir las puertas al narcotráfico procedente de México, desarrollando generaciones de adictos a la heroína".

El documental El crimen del siglo (HBO) también apunta a los políticos y a las grietas legales, aunque el protagonista de la serie El farmacéutico (Netflix), un padre coraje que ha perdido a su hijo, lo llamaría corrupción. Los Sackler son el objetivo de la artista Nan Goldin en el documental La belleza y el dolor (Filmin), mientras que El negocio del dolor (Netflix) se centra en el comercial de una farmacéutica, cuya hipocresía y codicia ya habían quedado reflejadas en Dopesick.

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