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Movistar+ 'El embarcadero', un thriller de gente buscando su sitio

Movistar+ estrena este viernes 'El embarcadero', serie creada por Álex Pina y Esther Martínez Lobato en la que se despliega un amplio abanico de sentimientos y emociones. Álvaro Morte, Verónica Sánchez e Irene Arcos protagonizan una historia ambientada en La Albufera.

Irene Arcos y Álvaro Morte en 'El embarcadero'. María Heras/Movistar+

Si se ven los tráilers de El Embarcadero, a ratos parece la historia romántica de un trío y a otros, una de suspense con cadáver. Sin embargo, una vez dentro de la serie, cuando se está viendo, se descubre que lo que ocurre con ella es que al principio plantea la idea del thriller –arranca con la incógnita a resolver de si lo de Óscar es suicidio o asesinato–, pero esta no se retoma hasta la recta final. Entre medias hay otro tipo de thriller de gente buscando su sitio resolviendo el propio misterio que son ellos mismos. Para Álex Pina, uno de los creadores de la nueva producción de Movistar+, El Embarcadero es, en sus propias palabras, “una serie para sentir”.

Tras el éxito nacional e internacional de La casa de papel, producción que ha trascendido la pequeña pantalla para convertirse en un fenómeno a nivel mundial, sus responsables reconocen haber afrontado el nuevo reto de crear con “cansancio y respeto”. Lo dice Esther Martínez Lobato, una de las principales responsables de ambas ficciones en la conversación del equipo con Público. Pero más allá del agotamiento tras exprimirse al máximo con la historia de El Profesor y su banda, Martínez Lobato explica que lo que tenían era “ganas de hacer algo totalmente distinto, que nos llevara a otro lugar mental y emocional”.

Eso es lo que es El Embarcadero, una serie con un universo propio iluminado con la luz de La Albufera valenciana en el que pasado y presente se entremezclan para contar una historia “que habla principalmente de la transformación interior”, como apunta el director Jesús Colmenar. Un camino que recorren todos los personajes, cada uno a su ritmo. Óscar (Álvaro Morte), porque su vida cambian cuando conoce a Verónica (Irene Arcos) y se descubre capaz de disfrutar cosas que nunca imaginó que se atrevería a hacer y, al mismo tiempo, incapaz de dejar a una esposa, Alejandra (Verónica Sánchez), de la que también está profundamente enamorado.

La primera es una suerte de espíritu libre que de pronto debe afrontar el hecho de haber perdido al amor de su vida. Y lo mismo Álex, esa arquitecta de carrera profesional exitosa que ha de añadir al duelo de haber tenido que reconocer el cadáver de su marido el descubrir que llevaba una doble vida de la que no sospechaba nada. Con ellos, un buen número de secundarios que por serlo no están menos cuidados desde el guion. Y para interpretarlos, nombres como Roberto Enríquez, Cecilia Roth, Antonio Garrido y Marta Milans, entre otros. Todos tienen su hueco, su historia, su arco y su propia búsqueda.

Porque, como explica Morte, “una de las cosas de las que también habla la serie es de esa identidad, de ese buscar su sitio, el quién se es y cómo somos realmente, qué partes de nosotros mismos nos pueden sorprender”. Al personaje, pero también al espectador y al propio actor. Cuenta el protagonista de La casa de papel que hay una cosa muy de actores, esa de decir eso de “esto mi personaje no lo diría nunca” cuando reciben un guion, que él no comparte del todo. “En mi caso yo me lo tomo como pepitas de oro, porque hacen que tu personaje sorprenda. Creo que esto es maravilloso, sino tendríamos personajes planos. Y estas sorpresas enfocadas a través de esa búsqueda de identidad es uno de los grandes pilares de la serie”.

El reto de empatizar con un infiel

Para Alejandra, Verónica y los demás el gran reto es superar el duelo de la pérdida, del engaño o de ambos. Para la serie, el conseguir que el espectador empatice con este hombre “que de entrada tiene esa etiqueta de tipo infiel con condena directa”, como explica quien le da vida, Álvaro Morte. “Creo que se ve que hemos hecho un esfuerzo por conseguir ese objetivo, que la gente cuando viera la serie no dijera: ‘Ostias, qué cabrón es este tío’. Que no condenen directamente, sino que se les quede una sensación de…qué ha pasado aquí, cómo se ha llegado a esta situación, quiero saber más sobre lo que ha sucedido”, añade el actor.

Lo más importante a la hora de lograr lo que, sin duda, era uno de los retos de El Embarcadero tiene que ver con el hecho de que desde el guion no se juzga a sus protagonistas. Es cierto que hay personajes que lo hacen entre ellos, que se echan cosas en cara, pero no la serie. “Las series han evolucionado mucho y tú ya no tienes que juzgar al personaje para que el espectador lo coloque ahí, sino que muestras verdaderamente las emociones y los sentimientos de los protagonistas desde la verdad emocional. Es el espectador el que tiene que colocarse y juzgar lo que ve. Tiene que identificarse o no con ellos. (…) Es una historia de amor doble y eso es lo que hace que seas capaz de entender lo que les pasa”, analiza Colmenar.

No enjuiciar y elegir de manera adecuada dónde poner el foco de la historia, como señala Martínez Lobato. “Este tipo de historias, en el 80% de los casos, se cuentan desde el punto de vista del conflicto del engaño. Nosotros nos estrujamos el cerebro y al final dijimos, es una historia de amor, vamos a ser honestos con el amor de los tres personajes, que son los protagonistas”. Uno de ellos es Alejandra. Es quien ejerce de punto de vista del espectador que, como ella, comienza preguntándose cómo es posible que Óscar actuase como lo hizo y va comprendiendo a medida que ella lo hace el por qué se llegó hasta el punto al que se llegó.

Para Pina, “estás a lomos de Alejandra y vas sintiendo lo que ella siente. Es un carrusel de sensaciones y de situaciones y todas ellas son emocionales. Esta serie, que la ves y parece muy sencilla, realmente es muy complicada de montar, de escribir, de hacer, de interpretar…”. Lo es y en realidad se nota, en ningún momento da la sensación de ser fácil. Es compleja por lo que cuenta, una historia de sentimientos –muchos y mezclados–, y por el vaivén de géneros y tonos.

“Vale que te cuento un thriller, pero ¿y si de repente pasa esta cosa y me tengo que reír? Pues vamos a reírnos. ¿Y si de repente tenemos que entrar en una cosa más romántica y más emocional? ¿Y si tengo que entrar en una cosa más erótica? ¿Y si tengo que entrar en una cosa más hipnótica? Yo creo que eso ha sido un acierto por parte de los directores, el dejar la mano abierta. Es decir, qué necesita esta secuencia más allá de que la serie tenga un tono. ¿Por qué tenemos que hacer un género concreto?”, se pregunta Álvaro Morte.

La clave de 'El embarcadero' está en el montaje

Pasado y presente se mezclan en cada capítulo como parte de una misma línea temporal de manera que ayudan a comprender los porqué, los cuándo y los cómo. Todo ello salpicado de pistas que van dejando para resolver el misterio de la muerte de Óscar. Porque aunque parezca que esa parte de suicidio o asesinato se olvida hasta los dos últimos episodios, en realidad está siempre presente con pistas y migas de pan que se van dejando con cuidado.

De ahí la complejidad del montaje. Tanto que Pina reconoce que pese a que La casa de papel es una serie con muchísima acción los montadores, en cuyo trabajo hizo hincapié Irene Arcos durante la entrevista, les decían que está había sido más complicada. Al final “el espectador lo recibe bien porque la serie fluye. Es una labor de artesanía complicada y todo está al servicio de sentir. La serie está hecha para sentir”, sentencia. Como colofón esa banda sonora tan trabajada que incluye a Angelique Kidjo, The Cure, Elvis Presley, Nacha Pop, Los secretos, Loquillo… “Las hemos convertido en estudio en country porque tiene algo de country la serie”.

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