Un agujero negro a 33 rpm
Las tiendas de discos perduran en equilibrio entre lo romántico y la supervivencia mientras atraen a un público que busca una compra más allá de la descarga en la aplicación del momento.

Pablo Vázquez - Luzes
Vigo--Actualizado a
Lis camina con gracilidad sobre las cajas llenas de vinilos. Blanquísima, con un ojo azul y otro verde, la gata decide descansar en uno de estos cubos de madera, entre los que destaca un disco de 1980 del compositor, cantante y trompetista checo Karel Vacek. De entre los casi 14.000 álbumes que tenía para escoger, parece sentirse cómoda improvisando sobre una base de jazz, swing y polka. Estamos en RioLagares, tienda de discos y libros y espacio cultural regentado por Cé Tomé y Xavier Queipo en el centro de Vigo. Comparte calle con el cadáver de la Panificadora y con Honky Tonk Discos, otro de los cinco establecimientos de este tipo que permanecen abiertos en la ciudad: Elepé, Pick Up y La Cueva completan la alineación.
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"Una tienda de discos no es un negocio. Es un espacio especializado donde se trata a la gente como personas, no como clientes. Para nosotros triunfar es sobrevivir", dice Cé Tomé, quien ya a mediados de los años 80 abrió Star Discos en el centro de la urbe olívica. El tendero, músico y artista plástico presume de la calidad de los discos de segunda mano y de la variedad estilística: "Tenemos desde rock progresivo checo hasta dono wop griego, pasando por el rap y la ópera. Darle al público lo que quiere no es cultura, es negocio. Las personas somos más interesantes y ricas cuando nos abrimos a otras disciplinas", defiende.
Si abrir una tienda de discos parece una temeridad, esta apuesta tan extrema por el underground se visualiza como una ruleta rusa con un vinilo girando a 33 rpm, como el tambor de una pistola: "Lo que hacemos es político, suicida, anacrónico y absurdo", afirma. La filosofía de Cé se resume en que, aunque el público potencial sea escaso, quien entre en la tienda tenga mucho donde escoger: "Si viene alguien interesado en el drum and bass, yo tengo que ofrecerle 400 discos de ese género. ¿Por qué? Porque si no, esa persona viene y se queda en el mismo punto en el que estaba antes de entrar". Entonces, ¿son necesarios los 13.800 álbumes que tiene a la venta? "Yo no puedo pretender que la gente con criterio venga a una tienda en la que no hay criterio ni producto. Siempre tiene que haber más oferta que demanda para que ésta pueda avanzar".
Tiendas de leyenda
Otro que lleva toda la vida rodeado de discos es el coruñés Nonito Pereira. Por influjo de su padre, del mismo nombre y fallecido en 2019, comenzó de adolescente poniendo música en una emisora de radio, y de ahí a pinchadiscos del Playa Club, promotor, tendero, empleado de discográficas, editor de revistas musicales y un largo etcétera: "Excepto de músico, trabajé en todas las profesiones posibles relacionadas con la música", confirma. En Nito’s, la tienda de discos de su padre, aprendió a tratar estos objetos circulares con cariño y respeto. Después, en 1997, abrió Noni’s, que fue el punto de encuentro de la melomanía herculina hasta 2014: "Por sus dimensiones podíamos hacer conciertos, presentaciones, exposiciones… No estaba en una calle muy transitada, pero la cosa fue muy bien hasta la llegada de la piratería y Operación Triunfo".
"La cosa fue muy bien hasta la llegada de la piratería y Operación Triunfo. Las multinacionales pusieron por delante a las grandes superficies" (Nonito Pereira)
"Las multinacionales pusieron por delante a las grandes superficies", recuerda. Hace seis años volvió de nuevo a la carga con un pequeño local en las céntricas Galerías Real, donde cada fin de semana él y otros vendedores celebran un pequeño mercado discográfico: "Vendemos mucho Queen, Pink Floyd, Bowie… Es difícil mover a la gente de ahí. Pero en el momento en el que alguien entra en una tienda de discos está jugando en tu territorio, y tu actitud hacia él o ella está condicionando su experiencia", explica. Además, en agosto, durante la celebración del Festival Noroeste —evento impulsado por su progenitor—, Nonito organiza una feria discográfica de grandes dimensiones en el Mercado de San Agustín.
El santiagués Alfonso Espiño también ha pasado muchas horas a lo largo de su vida en estas tiendas, pero como comprador. En algunas de ellas incluso podemos encontrar discos de bandas de las que formó o forma parte: Contrastes, Los Chavales o Espiño, su último proyecto. El compositor, instrumentista y historiador musical considera que las tiendas de discos son "ecosistemas muy particulares donde puede pasar de todo. Se podría grabar un programa tipo Gran Hermano en ellas. Su desaparición sería una gran pérdida a nivel antropológico". Por suerte, en Santiago continúan clásicos como Disco Precio y A Reixa, y también surgen nuevas propuestas como El Muelle 1931 Shop. "Siempre que viajo me gusta visitar tiendas de discos y traer algo para casa", cuenta, pero reconoce que debido a la comodidad del streaming, visita mucho menos estos lugares repletos de música prensada y "personajes surrealistas".
Pero, a día de hoy, ¿quién sigue comprando discos? Según Promusicae, la entidad que agrupa la práctica totalidad del mercado discográfico español, en 2023 el 87% de los consumidores optaron por el digital –principalmente streaming–como medio predilecto para escuchar música. Dentro del 12% restante –el 1% que falta sería para el vídeo y otros formatos–, el vinilo se alza como el formato favorito con algo más de la mitad de las ventas. Justamente, 2022 fue el primer año desde 1987 en el que las ventas de vinilos superaron al CD en España.
La moda del vinilo
Se puede afirmar, pues, que el vinilo está de moda. Que un objeto que lleva más de 70 años entre nosotros genere casi 15 millones de euros de ingresos al Estado es sorprendente, más teniendo en cuenta la feroz competencia que tiene. De 2010 a 2022 se pasó de tres a 43 millones de vinilos vendidos a nivel mundial. Por otra parte, esta escalada meteórica está dando claros síntomas de agotamiento: de 2021 a 2022 el aumento interanual de la venta de vinilos pasó del 51% al 4%. Los motivos, como suele acontecer, son variados, pero hay un que se alza sobre los demás: "Los vinilos son caros", resume Fernando Fernández Rego, docente, periodista musical y uno de los creadores, junto con Sergio Peck, del sello discográfico underground Ferror Records. "Nosotros intentamos que no pasen de los 20 euros, pero las multinacionales están editando novedades a 30 ó 40", añade. Entre los grupos que editan vinilos encontramos a Chicharrón, Radio Océano, Copa Turbo, Músculo o Pablo Leira. Los vinilos son caros, sí, porque como acabamos de ver, constituyen un nicho de mercado que creció mucho en la última década y nadie está dispuesto a dejar de ganar dinero, especialmente las grandes empresas.
"Una tienda de discos no es un negocio. Es un espacio especializado donde se trata a la gente como personas, no como clientes. Para nosotros triunfar es sobrevivir" (Cé Tomé)
Lo que no ha crecido ha sido el número de fabricantes. Esto hace que una misma fábrica tenga que prensar al mismo tiempo los vinilos de Taylor Swift y del grupo de tu vecino del quinto, y por muy bien que toque la guitarra y sea simpático en el ascensor, las prioridades son las que son. "Es el mercado, amigo", decía aquél. Este desbordamiento discográfico afecta incluso a los más grandes. En 2021 la cantante Adele publicó el álbum 30, y Sony Music ordenó fabricar más de 500.000 vinilos –¡500.000!–. El colapso que provocó la británica influyó en los lanzamientos de Coldplay, Ed Sheeran, ABBA o Elton John, llegando en algunos casos a los nueve meses de retraso.
Los precios de fabricación aumentaron en todo el mundo y muchas factorías se dedicaron exclusivamente durante meses a prensar 30. A pesar de que el disco se vendió estupendamente –unas 320.000 copias–, el producto restante, a las pocas semanas, estaba de saldo en las estanterías de las grandes superficies. La escasez de fábricas hizo que en los últimos años algunos artistas, como Jack White y Metallica, estén creando o comprando las suyas propias. Fernández Rego, quien encarga los discos de su sello a la fábrica vasca Press Play Vinyl, nos habla de cifras: "100 copias cuestan unos 1.600 euros, mientras que 200, solo 1.800 euros", por lo que las perjudicadas son, una vez más, las bandas y sellos humildes que hacen tiradas más ajustadas. Espiño concuerda con esta visión: "Este resurgimiento es una moda que ha puesto a las grandes maquinarias a prensar vinilos de quien nunca apoyó este formato. El vinilo se mantuvo vivo gracias a los coleccionistas, grupos independientes y románticos que los compraban. Ahora lo que encuentran son alzas de precios y retrasos en las fábricas".
Nonito Pereira señala otro motivo que afecta al precio de los discos desde tiempos inmemoriales: "Lo del IVA siempre fue una afrenta histórica. ¿Por qué el disco tiene el 21% y el libro solo el 4%? ¿Es más cultura Shakespeare que Beethoven?", pregunta. El coruñés reconoce que le compensaba comprar los discos a distribuidores nacionales e internacionales en lugar de a las compañías debido a sus cláusulas abusivas: "Si sólo vendes discos nuevos estás condicionado por los precios del mercado, que actualmente marca cantidades altas. La segunda mano siempre te va a permitir tener discos baratos, sobre todo teniendo en cuenta los precios a los que salen las reediciones en la actualidad", explica.
Apuesta por la segunda mano
También en RioLagares apuestan con convicción por la segunda mano, pero no de cualquier manera: "Cada disco va protegido en una funda de plástico y lleva una etiqueta con el autor, productor, género musical y año y país de edición. La gente tiende a relacionar la segunda mano con los discos viejos del rastro a tres euros", dice Cé Tomé. Admite que el hecho de que internet elimine la necesidad de intermediarios entre proveedores y consumidores limita mucho la capacidad de la tienda para poner precios competitivos.
No todo lo que reluce es vinilo. El compact disc supone el 43% de los ingresos del mercado físico, a pesar de que su musculatura va mermando año tras año. Según Promusicae, hace 20 años se vendían en España casi 40 millones de cedés y solo 15.000 vinilos. La diferencia era abismal. Ahora no le queda otra que conformarse con el segundo puesto hasta que explote la burbuja del vinilo, si esto acontece.
"Las tiendas de discos son ecosistemas muy particulares donde puede pasar de todo. Su desaparición sería una gran pérdida a nivel antropológico" (Alfonso Espiño)
El que parece que está asomando de nuevo la cabeza con timidez es el casete, formato nacido en los años 60 que tuvo en los 80 su década de gloria. Grabar canciones directamente de la radio (una forma de "prepiratería") o realizar compilaciones para regalar eran prácticas tan habituales como el uso de las hombreras y la laca. "Es un formato bastante incómodo que obedece más a los dictados de la moda que la otra cosa. No veo a la gente comprando un walkman para ir por la calle", comenta Espiño.
Nonito prefiere verlo con buenos ojos: "Es un formato entrañable que fue fundamental en otros tiempos. Estas pautas las marca la industria", dice. Fernández Rego ha trabajado con este formato en cuatro ocasiones con Ferror Records: "En 2017 editamos cien casetes de Alarido Mongólico y nos salió la unidad a dos euros. Y en lo último que hicimos de Chicharrón, en 2022, la unidad salía a más de cinco euros. ¿Por qué? Porque se puso de moda. Al underground lo que nos conviene es que no se pongan de moda determinadas cosas", resume de manera cristalina.
Claro está que el auge del vinilo en esta última década consiguió mantener la flote a la venta de discos, pero no impidió que en veinte años a facturación anual de música en formato físico en España descendiera de 530 a 56 millones de euros. Al principio la causante de esta bajada fue la piratería, especialmente las descargas ilegales en la red, pero en los últimos tiempos el responsable es sueco y de color verde: "Spotimierda [Spotify, la app musical] es lo más tóxico que ha aparecido en la historia de la música. Yo compongo, grabo y produzco una canción, pero son ellos los que llevan el dinero y a mí me dejan las migajas. Si yo quiero regalarle mi trabajo a alguien es cosa mía, pero que lo haga otra persona y que además cobre por eso, me parece infame", dice Cé Tomé, quien, como resulta obvio por sus declaraciones, no tiene su música subida a la plataforma.
Algoritmos
"Cuando todo depende de que una serie de ceros y unos sean los que te recomienden la música, eso solo favorece a los que ya tenían un privilegio de antes por sus cifras o por la discográfica en la que trabajan", añade Espiño. "Es el sino de los tiempos, la evolución, el progreso; ahora, quien hizo la ley, hizo la trampa", concluye el músico picheleiro. Hace un mes, el periodista musical Ignacio Juliá publicaba una columna en la revista Ruta 66 titulada Abogado del diablo, donde daba voz a un coleccionista que defendía Spotify: "Las ventajas para los músicos que salen de gira son muchas (...), lo mismo para aquellos artistas que solo graban sus temas y no pisan los escenarios. Ahora todo el mundo puede escuchar tus creaciones sin las dificultades que entrañaba la distribución física". Continúa con su opinión personal: "Detesto esa estrategia del si-te-gusta-esto-te encantará-esto-otro que guía al oyente al mínimo común denominador y cierra las puertas a la exploración de otros sabores, pero si hubiera existido internet cuando empecé a comprar discos, me habría ahorrado muchas expediciones a la caza de referencias descatalogadas y mucha pasta en elepés que luego resultaron mediocres".
"Hay muchísima edición, más que nunca. Se ha democratizado todo el proceso creativo, tanto de grabación como de distribución" (Fernando Fernández Rego)
Como apuntaba Espiño, y Dylan en su día, los tiempos están cambiando. Los lanzamientos discográficos perdieron la importancia que tenían antaño, cuando eran hitos mediáticos. En 2023, según la compañía de análisis de datos Luminate, Spotify y las demás plataformas de streaming llegaron de media a 120.000 pistas de audio por día, lo que sobrepasa los 3,5 millones al mes. "Hay muchísima edición, más que nunca. Se ha democratizado todo el proceso creativo, tanto de grabación como de distribución. Es muy difícil darle cobertura a todo lo que se publica y esto afecta en especial a la visibilización del underground", comenta Fernández Rego. Con todo, el ferrolano no se queda solo con lo negativo: "La mayoría de nuestros discos pueden descargarse de manera gratuita en la web. El streaming ayuda la que la gente pueda escuchar los discos antes de comprarlos".
También favorece que sucedan anécdotas curiosas: "El casete que reeditamos de una maqueta de 1986 de Voces de Ultratumba, un grupo vigués de punk femenino de los años 80, se vendió más en los Estados Unidos que aquí. Al estar en streaming empezó a salir en podcasts internacionales relacionados con el movimiento Riot Grrrl", concluye Fernández Rego.
Nonito Pereira compara este fenómeno con otro que él vivió muy de cerca a principios de este siglo: "Los seres humanos somos muy posesivos. Cuando fue la fiebre de la piratería, la gente presumía de tener toda la discografía de tal artista, aunque no la escuchara. Con el streaming no posees nada, sólo coges algo mientras la plataforma te lo permita". No sabe si aplicaciones como Spotify son positivas para los artistas, "pero sí para quien tenga ya inquietudes y curiosidad. El algoritmo es perezoso, el estímulo tiene que partir de un mismo".
La gatita Lis se ha cansado de recorrer las fundas plásticas de los vinilos y ahora juguetea con un resorte en el suelo. Igual que las personas, que abandonaron los vinilos en favor de otras formas de entretenimiento, la gata de los ojos de colores parece estar disfrutando más ahora con su nuevo juguete. Las modas es lo que tienen: "La gente que ahora compra vinilos pasado mañana comprará…", dice Cé Tomé, y se queda pensativo. "Tamagochis", completa rápido Xavier Queipo. "Ese público va y viene, las modas también, pero las tiendas de discos estamos ahí siempre". Que así sea.






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