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Amy cubre el expediente

La diva soul sonó ausente y apagada en el Rock in Rio de Arganda del Rey

VÍCTOR LENORE

Estuvo apenas una hora sobre el escenario y desapareció apretando el paso. No daba pena, como en su actuación de Lisboa, ni se pegó con un fan, como en el festival de Glastonbury. Tampoco se acercó en ningún momento a su memorable concierto en Benicàssim del 2007. Amy Winehouse fue una pálida fotocopia de sí misma que se limitó a cumplir el contrato con Rock in Rio sin poner la intensidad deseable en su actuación.

Por un lado la banda parece más mustia que la pasada temporada (algún cambio de formación ha habido). Además, resulta obvio que el personaje se ha comido a la persona. El público aplaudía más los tragos de su enorme copa de vino que los estribillos de sus canciones. La mirada perdida de Winehouse -presente a lo largo de todo el show- fue la mejor prueba de su falta de concentración escénica. En Benicàssim también estuvo ausente a ratos, pero parecía extraviada en el interior de las canciones , no fuera de ellas.

Comenzó con Addicted poniendo tan escasa energía que aquello sonó a calentamiento de voz (muy apagada toda la noche). La tercera, Tears Dry on Their Own, fue el primer aviso de despegue, pero no llegó a prender. Muchas canciones siguieron el mismo esquema: te animaban con las primeras notas, la entrada de su voz rebajaba la pegada y al
final todo terminaba diluyéndose.

Los brochazos jamaicanos inyectaron algo de vida. You Wondering Now fue uno de los momentos más salvables de la noche. Hey Little Girl supo transmitir su alegre malicia. Es una de esas historias de pijas descarriadas que tanto gustan a Winehouse. Otro ejemplo es su versión de Valerie, de The Zutons, que se ha convertido en clásico de sus conciertos (también sonó en Arganda del Rey).

Lo más especial de la noche fue un recuerdo a los míticos The Specials en forma de repesca de uno de sus grandes clásicos: A Message to You, Rudy. La letra es una parodia de esas broncas paternas que todo adolescente ha sufrido cuando está más centrado en salir de farra que en diseñar su futuro. Encaja dentro del show, pero la diva se entregó a medias a la interpretación.

Hubo, por supuesto, exitazos como Back to Black o Rehab. El problema es que no alcanzan el voltaje exigible. Me & Mr Jones fue la más tristona. A falta de interpretaciones torrenciales, ganan protagonismo los gestos de la estrella. Ahí si ofrece todo un recital: se cambia los tacones por otros de suelo plano para evitar tropiezos, se seca el sudor de las tetas y se las recoloca constantemente, al igual que el escaso largo de la minifalda. Quien esté aburrido con su flojera artística siempre puede entretenerse repasando sus tatuajes.

En su pelo esta vez no lleva sombrillas de cóctel, sino un pequeño corazón de peluche con el nombre de Blake, su marido encarcelado. Incluso cambió la letra de Rehab para mencionar a su esposo en el verso dedicado a Ray Charles. Fue uno de esos conciertos que sirven para decir 'yo estuve allí', pero no 'qué bien estuvo'. Como en el caso de su amigo Pete Doherty, asistir a un show de la Winehouse es como apostar a la ruleta. Unos días están al rojo vivo y otros su talento parece fundido en negro.

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