Este artículo se publicó hace 15 años.
Green Day, el punk como espectáculo
Sin discursos ni proclamas políticas, descargaron sus canciones en el Palacio de los Deportes de Madrid
En el fondo, Green Day, con sus proclamas antibelicistas y su defensa de la reforma sanitaria de Obama, no están tan lejos de The Killers, republicanos militantes. Coinciden con los de Las Vegas en una visión del directo efectista y llena de trucos circenses, por mucho que ambas bandas se hayan intercambiado críticas por temas ideológicos en varias ocasiones.
Aunque estos punks procesados por la maquinaria de la industria discográfica les ganan con holgura en carisma, adrenalina y canciones. El trío ha pasado de actuar en pequeños locales del circuito underground en sus visitas a Madrid en los noventa, a llenar recintos como el Palacio de los Deportes. Eso hicieron anoche. La clave para entender semejante aumento de público está en el hábil sentido del espectáculo del grupo, que en esta gira va acompañado por un guitarrista, un corista que hace las veces de tercer guitarra y un teclista.
Green Day han tomado buena nota de todo lo que ha funcionado en la puesta en escena de los clásicos del rock (proyecciones, luces, pirotecnia y llamaradas) y le dan acabado de show juvenil, con un Billie Joe Armstrong (cantante y guitarrista) hiperactivo y desbocado, actuando como maestro de ceremonias a medio camino entre un presentador del Club Disney y Bitelchus.
Viva la adrenalinaSin tiempo para los discursos y las proclamas políticas, descargan canciones, arengan al público, suben a gente al escenario y hacen versiones de otras bandas (War Pigs de Black Sabbath, Break On Through de The Doors o Satisfaction de The Rolling Stones). La cara adulta y politizada de sus dos últimos discos, American Idiot y 21st Century Breakdown, que dividieron en actos como si fuera una ópera, queda en un segundo plano.
Aquí lo importante es ofrecer entretenimiento. Entregaron clásicos de su primera época, como Basket case o Longview, y algunos de sus temas recientes más emocionantes (Boulevard of broken dreams), hasta alcanzar las dos horas y cuarto de entertainment.
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