Entrevista a Paco Damas"Sentí el compromiso de darles voz a las autoras de la generación del 27"
Madrid-Actualizado a
El cantautor Paco Damas vuelve a homenajear a Las Sinsombrero en su nuevo disco, Invisibles, donde da voz a las autoras de la generación del 27 que nunca habían sido cantadas y recupera la figura de la poeta berciana Manuela López, cuya carrera truncó la guerra civil.
Médico de carrera, ¿cómo da el salto de la psicoterapia a la canción?
La música siempre estuvo presente en mi vida, empujando desde el interior. En un momento, me di la oportunidad de grabar un proyecto sobre Rafael Alberti, me salieron cuarenta conciertos y tuve que elegir...
No obstante, tampoco estoy tan lejos de lo que hacía, porque mi relación con la poesía y la literatura está muy vinculada con el psicoanálisis, hasta el punto de que mis conciertos son una pequeña o gran psicoterapia de grupo. No solo canto, sino que también intento llegar al público con mensajes comprometidos que terminan emocionando.
Cuando alguien me dice que le dé un abrazo al final de una actuación, para mí es muy importante, porque uno puede ayudar desde el diván pero también desde la música.
Comienza a interpretar composiciones propias, pero luego adapta a Machado, a Juan Ramón Jiménez, a Lorca, a Miguel Hernández…
Durante años, canté piezas propias en el circuito de cantautores de Madrid, con el Rincón del Arte Nuevo como referente. Luego encontré un lugar en la poesía y empecé a cantar a Alberti, a Cernuda o a Machado.
En 2004, publico el disco Once canciones de amor y una reina, dedicado a la poesía medieval, desde Juan del Encina hasta Jorge Manrique, y un año después Los versos del Quijote, donde recojo poemas del libro de Cervantes. De ahí paso a Juan Ramón Jiménez, con Animal de fondo, y a Miguel Hernández, con Tristes guerras. Y en Que a todas las balas se les haga de noche mezclo a Gabriel Celaya y a Blas de Otero, entre otros autores, con textos míos.
Me daba pudor, porque estaba cantando a grandes poetas, pero Caballero Bonald tuvo la gentileza de leerme y me dijo: "Tranquilo, Paco, puedes incorporar tus letras a tus discos". En la poesía encontré el camino, con un objetivo claro: los versos, llevados a la música, pueden llegar al gran público.
Para ello, intento que mis discos sean muy contemporáneos, con ritmos actuales, desde el pop al rock, pasando por el funky. Mi obsesión ha sido llegar a la gente joven, de manera que nadie diría que los textos de mi último proyecto tengan setenta u ochenta años, porque los selecciono con la intención, precisamente, de que lleguen a ese gran público.
En 2017 rescata a las Sinsombrero, autoras de la generación del 27, y ahora amplía la nómina: de María Zambrano y Concha Espina, de Zenobia Camprubí a María Lejárraga.
En realidad, todo comenzó en 2012, cuando cayó en mis manos un libro de mujeres poetas. Fue un shock: ¡qué altura literaria y qué biografías más intensas! Sentí el compromiso de darles voz en mis conciertos por la España vaciada, ya que nunca habían sido cantadas y necesitaban ser conocidas. Siempre he concebido la música como un compromiso social, moral y ético.
En 2017, grabé mi sexto disco, Paco Damas canta a Las Sinsombrero, donde varias autoras escriben sobre igualdad —Espido Freire, Ángeles Caso, Cristina Almeida…— y me acompañan doce cantantes —Rozalén, Carmen París, Marina Heredia, Carmen Linares…—. Es un disco pensado en femenino, donde rescato exclusivamente a poetas de la generación del 27, las llamadas Sinsombrero.
En este disco, también hay un canto contra la violencia de género en Vivas nos queremos, una composición propia, que interpreta junto a María Rodés, Carmen Ferre y otras seis cantantes.
Sí, aunque en el disco anterior ya había incluido 016. ¿Quién eres tú? Ahora, en Invisibles, canto de nuevo a mujeres que no había cantado nadie —Zenobia Camprubí María Lejárraga, Pilar de Valderrama…— y sumo a autoras latinoamericanas como Concha Zardoya y Rosario Castellanos. Además, junto a Isabel Allende, Rosa Montero o Soledad Puértolas, incorporo a muchos hombres en los textos, desde Antonio Muñoz Molina hasta Luis García Montero. De las 26 colaboraciones literarias, la mitad son masculinas, al igual que las musicales.
Junto a Estrella Morente, Eugenia León, Mai Meneses o Pasión Vega figuran Andrés Suárez, Miguel Ríos, Arcángel, Vetusta Morla… ¿Por qué abrió el abanico?
El proyecto busca la visibilidad de la mujer, la igualdad y la lucha contra la violencia de género. Al final, los hombres tenemos que ser los primeros en estar en primera línea. La base de la lucha contra esa lacra es la educación.
Ahora que todo es de usar y tirar, yo publico un disco que se puede escuchar y leer, pero que además tiene un código QR que da acceso a una plataforma educativa dirigida por el profesor universitario Luis Miguel Miñarro, con actividades para el alumnado de todos los ciclos educativos y el profesorado de coeducación, música y literatura.
Yo presumo de hacer cultura con mayúsculas. Sin embargo, si no haces lo que te exigen las compañías discográficas, que es básicamente facturar, eres menos conocido.
Hay un claro propósito didáctico.
Los alumnos estudian a autores masculinos, aunque las mujeres se van incorporando poco a poco a los contenidos. Yo, a través de la plataforma, propongo actividades que acerquen la literatura femenina a estudiantes de secundaria y bachillerato. Ayer, por ejemplo, me escribió una profesora de Florida que la usaba en sus aulas, algo muy gratificante, porque no todo va a ser reguetón.
Es una herramienta educativa muy útil que se complementa con conciertos en colegios e institutos. Los niños se sorprenden, pues se imaginan que van a ver a un cantautor con una guitarra y terminan enganchándose porque aparezco con una banda y proyecciones multimedia.
En Septiembre, donde lo acompaña Zenet, musica el poema Tres páginas, de Manuela López. La poeta de Cacabelos lo escribió en 1936 después de que su fusilasen a su marido, cuando estaba embarazada.
Una gran desconocida. También hay un rescate femenino en clave de memoria histórica. Todas estas mujeres eran valientes, modernas y empoderadas, pero predestinadas al cuidado de la casa y sus hijos. De hecho, no figura ninguna poeta en la antología de Gerardo Diego Poesía española, aunque cuando le pidieron que rectificara añadió en una edición posterior a Josefina de la Torre o a Ernestina de Champourcín. No se contaba con ellas, pese a que muchas eran de su entorno: esposas, parejas, amigas o parejas… Fueron injustos a la hora de darles visibilidad.
En el caso de Manuela López, la guerra civil truncó su carrera, porque tras pasar por la Residencia de Señoritas y estudiar Magisterio en Madrid, tuvo que regresar a Cacabelos y no publicaría su primer poemario, Cauce para un latido, hasta los 67 años.
Ella escribió 1.500 poemas, pero apenas se conocían, hasta que José Luis Ferris la incluyó en su antología poética Mujeres del 27 (Austral) [Ediciones del Lobo Sapiens también ha publicado el poemario Soñando infancias y el libro Manuela López García. Una vida, una obra, editados por Mercedes G. Rojo].
He tenido la fortuna de cantar la canción que le dedico ante su hijo Enrique y fue emocionante. El poema, dedicado a la muerte de su esposo, el médico de Cacabelos, describe una vida armoniosa y feliz que se va oscureciendo hasta que, en septiembre de 1936, le pegan un tiro en la cabeza.
Qué vida…
O la de María Lejárraga, la dramaturga española más prolífica, quien escribió dos poemas en Cádiz que he rescatado en sendas canciones: La vida pasa, a dúo con Funambulista, y Cádiz se ha echado a navegar, con Pasión Vega.
Ella es la autora de los libretos de El amor brujo y El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla, pero figuran a nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra, como tantas otras suyas. Él disfrutó de los derechos de autor y ella murió en la indigencia en Argentina. Una historia sangrante.
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