Este artículo se publicó hace 6 años.
Peaky BlindersLa sangre gitana de los Peaky Blinders
Una relectura romaní de la producción de la BBC, que más allá de los estereotipos presenta a una familia pobre que lucha por progresar socialmente en la Inglaterra de los años veinte. “La serie es justa, el antigitanismo está en el ojo del espectador”.
Madrid-Actualizado a
El gansterismo, la violencia, el comunismo, las apuestas ilegales, el IRA, la industrialización, el anarquismo, la lucha de clases y hasta los traumas de la Gran Guerra planean sobre el guion de Peaky Blinders, la serie británica protagonizada por la familia Shelby, que regenta un local de apuestas hípicas en Birmingham y no duda en recurrir a la fuerza para expandir su negocio. Sin embargo, bajo la trama mafiosa subyace una historia gitana que escapa de los análisis y reseñas sobre la exitosa producción de la BBC.
Peaky Blinders, más allá de la violencia física, también habla del esfuerzo de una familia pobre por tratar de ascender en la pirámide social de la Inglaterra de los años veinte. Una dura pugna contra una organización de la sociedad que ha relegado a los gitanos y, por extensión, a la clase obrera a los márgenes de una estructura inmóvil. Los modos quizás no resulten ortodoxos, porque la navaja y la cachiporra como instrumentos para apropiarse de lo ajeno siempre han estado peor vistas que el guante blanco, pero quizás sea una cuestión de perspectiva y prejuicio.
“Es muy interesante ver cómo la percepción identitaria se construye a partir de unos rasgos preconcebidos por la gente”, explica el estudioso de la historia gitana Rafael Buhigas Jiménez, quien advierte que las figuras del hampa local, en las se inspiran los protagonistas de la serie, han pasado a la posteridad audiovisual como romá porque se dedicaban al negocio de los caballos, aunque podrían haber sido payos. En realidad, no hay datos fiables sobre la etnia de los verdaderos Peaky Blinders, banda oriunda de Small Heath y a su vez denominación genérica para definir a los pandilleros de la época.
Poco importa: la serie es una ficción, aunque tampoco despeja las dudas al respecto, pues hay referencias que remiten tanto a los gitanos como a los irish travellers, los nómadas de origen irlandés que se asentaron en Gran Bretaña y Estados Unidos. Traducido a nuestro país y salvando las distancias, serían una suerte de mercheros o quincalleros, si bien la confusión en las islas es tal que a veces son denominados gypsies —o sea, gitanos, aunque no tengan nada que ver con el pueblo romaní—.
“Son una mezcla de los dos, porque en el Reino Unido ha habido un mestizaje amplio, incluso con la clase obrera empobrecida. Unos y otros ocupan los mismos espacios y se dedican a oficios similares. De hecho, hay un término, didicoy, que define a ambos cuando se han mezclado”, matiza Buhigas, autor del artículo Una (re)lectura gitana de Peaky Blinders, donde pone en solfa la “imagen romántica estereotipada y negativa intrínseca a muchas de las recensiones” sobre la producción televisiva.
Un “antigitanismo” que se manifiesta, según el historiador, cuando se califica a la familia como “clan” debido a su etnia, algo que no ocurre con los mafiosos italianos o judíos que aparecen en la serie. Un “atributo peyorativo”, escribe el historiador, que los vincula con “conductas entendidas como primitivas y anticivilizadas”.
[Estos son los verdaderos Peaky Blinders]
Sin embargo, Peaky Blinders, pese a algunos clichés —la brujería, las maldiciones, la lectura de las manos y de los posos del café—, no ofrece una mala imagen del pueblo romaní. Hasta podríamos considerar que la etnia de los protagonistas es accesoria, pues se trata de una familia lumpenproletaria que busca desclasarse mediante la acumulación de riqueza para ascender a una burguesía que, en el fondo, mira a sus miembros por encima del hombro.
Un rechazo similar, como señala Buhigas en su trabajo, al que sufren Stringer Bell en The Wire —quien busca salir del gueto e integrarse a través de los estudios— y Nucky Thompson en Boardwalk Empire —quien huye de su padre maltratador, trabaja de niño como recadero y persigue legalizar sus negocios ilegales a través de la política—.
“Los Shelby no intentan salir de su ámbito por ser gitanos, sino por ser pobres. Su lucha no es por la identidad, sino por dejar atrás el entorno obrero”, explica Buhigas. Lo que interesa de la serie es cómo progresa la mafia o el estudio de la violencia, añade José Ángel Garrido, autor de Minorías en el cine. La etnia gitana en la pantalla (Universitat de Barcelona Edicions). “Los guionistas toman las señas culturales y familiares de los romás y las integran en un vehículo dramático, algo que se ya se había hecho en la época dorada del cine, pero en realidad su etnia es secundaria”.
Es más, a lo largo de las cuatro temporadas, se destierran algunos tópicos. Así, Thomas es el líder de la familia, aunque la ideóloga es su tía Polly, quien tiene relaciones sentimentales con payos, al igual que sus sobrinos y su sobrina Ada, casada con un militante comunista. “Una de las virtudes de la serie es que no muestra un mundo gitano absolutamente monolítico, como una isla en la que sólo se relacionan entre ellos, sino todo lo contrario”, cree Araceli Cañadas, miembro del consejo asesor del Instituto de Cultura Gitana. “Su etnia es una característica más que no condiciona sus acciones, ni les determina”.
Cañadas considera que “la llamada de la sangre, las alusiones a maldiciones y brujería, o la tendencia innata a la estafa y la delincuencia” son ingredientes para enganchar a los espectadores, al tiempo que valora que no se presente lo gitano como algo externo y reacio a la mezcla. “Al contrario, los personajes están perfectamente integrados y tienen la capacidad de medrar en la sociedad, por lo que hablamos de una serie no estereotipada, pues muestra a los romás con las mismas inquietudes que el resto de los seres humanos”.
Sin embargo, la filóloga de la Universidad de Alcalá critica la falta de rigor en el uso de la lengua romaní. Aparentemente, los Peaky Blinders hablan la variante inglesa del romanó y shelta —idioma de los travellers—, lo que reforzaría el mestizaje de los personajes de la serie y no su pureza gitana, pero si afina el oído el espectador podrá advertir que a veces hablan rumano, según el sociólogo Nicolás Jiménez, experto en cultura y dialectos romaníes.
El doblaje y subtitulado al español abundan en la confusión, pues llega a traducirse erróneamente shelta por caló, un pogadolecto que “ha tomado la estructura gramatical del español y sobre ella ha ido insertando el vocabulario romanó”, como explica Jiménez en un artículo publicado en la revista Anales de Historia Contemporánea.
“El análisis lingüístico de la serie deja mucho que desear. Meten bastante la pata, pero es una cuestión que muy pocas personas detectarán, porque los especialistas en la materia escasean y sólo el hablante de esos idiomas es capaz de distinguirlas”, concluye Cañadas, quien aventura que los verdaderos Peaky Blinders, en el caso de que fuesen romás, podrían usar un argot profesional. “Aunque no hay estudios rigurosos, en las apuestas ilegales no sería extraño que hubiese una lengua franca en la que se comunicarían travellers, gitanos y payos ingleses e irlandeses… No se puede asegurar, pero sería la evolución natural de su relación en torno a esa actividad”.
Una actividad vinculada a los caballos que imprime una huella identitaria a la serie, al igual que los ritos funerarios y nupciales, las supersticiones, la trashumancia, los vínculos familiares, el idioma y la ropa: ellos visten pantalones acampanados, gorras y pañuelos de seda, mientras que ellas lucen fulares llamativos, perlas y flequillos.
Aspectos que quizás podrían reforzar los estereotipos fijados en la mente de algunos, pese a que la producción, en sí misma, no resulta en absoluto racista. “La serie es justa, pues solo refleja el rechazo que había en la época y que sigue habiendo hoy”, concluye Buhigas. “El antigitanismo, en todo caso, estaría en el ojo del espectador, influenciado por una sociedad que no está libre de discriminación hacia las minorías”.
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