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Hoy es el futuro

Hoy es el futuro Peridis: "La derecha trata de derribar al Gobierno, pero el enemigo es el bicho"

El viñetista y novelista Peridis reflexiona sobre la España de la guerra civil y de la del coronavirus.  / ASÍS G. AYERBE
El viñetista y novelista Peridis reflexiona sobre la España de la guerra civil y de la del coronavirus. / ASÍS G. AYERBE

Peridis engarza un confinamiento con otro. Primero perdió a un hijo, lo que le llevó a escribir para olvidar. Arquitecto de formación, José María Pérez González —una firma nada apropiada para un viñetista— ha ganado con la novela El corazón con que vivo (Espasa) el Premio Primavera, que no se corresponde con su estación vital. Del luto al coronavirus, que ha sufrido en carne propia y lo ha enclaustrado en un doble encierro interior, aunque su voz destila optimismo.

Cántabro de Cabezón de Liébana, setenta y ocho años, espíritu mozo y apenas un trazo para retratar —con la retranca de un sabio tunante— a la clase política española: la simbología de la épica y la fábula.

El dibujante, humorista, escritor y otros tantos oficios toma el testigo de la bióloga molecular María Blasco en la serie de entrevistas Hoy es el futuro, donde habla de eso mismo: un mañana incierto que otea desde la trinchera involuntaria del presente.

En su novela habla de los afectos, cuya máxima expresión —la física, como el beso, la caricia o el abrazo— se han visto truncados durantes estos meses entre seres queridos, incluso entre quienes se fueron y los que no pudieron verlos marchar.

Cada uno de nosotros tenemos un muro de Berlín alrededor, porque al ser susceptibles de estar contagiados y de infectar a los demás nos convertimos en alguien peligroso.

Basta salir a la calle para ver cómo miramos a quien viene de frente. Es lo que más me conmueve, porque tengo que guardar las distancias para protegerme, pero también para proteger.

¿Cómo fue su vivencia como víctima del coronavirus?

Una experiencia dura. No sé lo grave que he estado, pero los pulmones salían muy oscuros en las radiografías. Por eso me ingresaron durante seis días y luego me confiné en casa, hasta que me recuperé.

A punto de cumplir ochenta años...

De hecho, cuando fui al hospital tenía miedo de no regresar nunca más a mi casa, porque además estoy operado del corazón y soy hipertenso. Una persona de riesgo, por lo que tenía suficientes papeletas para que me tocase, más que el premio, la bola negra...

Pero acertaron con el tratamiento. Contamos con buenos hospitales, así como con excelentes médicos y con un personal extraordinario. Yo veía que los podía contagiar, porque no estaban muy protegidos.

Una experiencia que evidencia la importancia de la sanidad.

Antes decíamos cuídate, porque la salud es lo primero. Ahora es cuídate y cuídanos, porque de nosotros —o sea, de cumplir con nuestros deberes como ciudadanos, como no contagiar al prójimo— depende la vida de muchas personas. Teóricamente yo y tantos otros somos inmunes, pero supuestamente podríamos volver a infectarnos si el virus muta o nuestro sistema inmunitario pierde efectividad.

¿Ha bajado a la calle?

¡Cómo no! Todos los días salgo al paseo de los mayores, porque terminé baldado y debo recuperar el tono muscular. No obstante, cuando camino me miran con recelo y yo también lo hago. En castellano, guardar las distancias significa: "¡Un respeto, eh! Yo no le he dado confianza, por lo que no puede invadir mi terreno". Sin embargo, también hay que pensar al revés: yo no debo invadir el terreno de los demás.

En su novela, que aborda la guerra civil, aboga por la reconciliación, justo ahora que en España han vuelto a cavarse las trincheras. Parece que no hay manera de salir del frente.

Esa es la realidad, porque parece que la derecha quiere resucitar o simular que ha habido otro Frente Popular. La situación actual, no solo en España, recuerda a la que se vivió en los años treinta. No con aquella tensión, aunque parece que a algunos dirigentes internacionales les interesa cerrar fronteras, sacar pecho y ondear banderas. 

Mi novela refleja esas diferencias: en pueblos pequeños, vecinos y colegas se vuelven enemigos de la noche a la mañana porque alguien ha dado un golpe de Estado. Dos bandos, afectos y desafectos, combatiendo enconadamente. Pero la guerra terminará algún día, los militares se irán y los paisanos tendrán que seguir conviviendo. Ese es el intríngulis del libro: ¿cómo les afecta esa división en dos bandos enfrentados a muerte?

¿Podría extrapolarse esa pregunta a la situación actual?

Depende de cada lector: en función de su experiencia vital y de lo que le hayan contado sus padres y sus abuelos, se posicionará en la sociedad en la que vivimos. Los personajes de El corazón con que vivo en su mayoría son reales, si bien no deja de ser una novela en la que me tomo algunas licencias.

"Yo perdí recientemente a un hijo y, durante un confinamiento interior que me provocaba un enorme sufrimiento, escribí una novela como un loco para preservar mi higiene mental y no darle vueltas a lo mismo…"

Uno de los protagonistas, aunque figura con otro nombre, es abuelo de Pablo Casado. Un médico republicano que se libró de la pena de muerte y estuvo cuatro años encerrado en Palencia. Fue un héroe: un personaje extraordinario y un profesional excepcional. Estando preso, podríamos decir que era el médico de la cárcel, además de amigo y consejero. Se entregó, como si fuera un misionero, a la ética de su profesión, que le dictaba curar a los enfermos, muchos de ellos tuberculosos y víctimas de enfermedades contraídas por el hacinamiento. Entre rejas se las apañaba hasta para operar.

Exponiéndose a peligros y riesgos, como los sanitarios durante esta pandemia.

Absolutamente. La tuberculosis entonces era terrible. Por cierto, en aquella cárcel estuvo Miguel Hernández, Antonio Buero Vallejo y Pepe Hierro.

Su padre era nacional.

Cada generación tiene que hacer su propia historia. Y cada persona se posiciona en relación a lo que le han dicho sus padres y abuelos, incluso en contra. Fíjate: Javier Pradera era nieto del carlista Víctor Pradera Larumbe —fusilado, al igual que su hijo falangista, durante la guerra civil— y los Sánchez Ferlosio eran hijos de Rafael Sánchez Mazas, fundador de Falange Española.

Sí, mi padre era de los nacionales. ¿Quiere decir eso que yo también tengo que ser de derechas? ¡Pues no! Cada uno se posiciona en función de su vida. Recuerdo que de niño un médico me operó de anginas y otro me salvó la vida. Pues uno era falangista y otro, republicano. La vida en los pueblos era así.

Si la concepción del libro hubiese tenido lugar en su casa durante la cuarentena, ¿sobre qué habría escrito?

Quizás otra novela... Tal vez sobre el confinamiento, pero ya estaba inmerso en ella y además había otras circunstancias anteriores que me incitaron a escribirla a toda velocidad.

La muerte de...

Yo perdí a un hijo cuando estaba empezando el libro. Tenía que hacer algo... Me había encontrado en el tren con uno de los descendientes del médico republicano y le comenté que su familia tenía una novela. Me dijo: "Pues escríbela". Le respondí que él conocía mejor esa historia, mas insistió en que lo hiciese yo.

"La finalidad de los bancos y de las empresas no debería ser ganar dinero, sino crear una sociedad mejor y más próspera"

Cuando me encontré en una situación personal de un confinamiento interior que me provocaba un enorme sufrimiento, me pregunté qué podía hacer para preservar mi higiene mental y no darle vueltas a lo mismo… Y me puse a escribir a toda prisa y la terminé en nueve meses, aunque habría tardado mucho más si no hubiese conocido la atmósfera del lugar y a sus protagonistas.

Cuando fue premiada y enviada a la imprenta, surgió el coronavirus. Durante la cuarentena estuve tentado de escribir, pero he preferido leer, porque uno se atonta y no tenía la cabeza fresca. Con el bicho, estaba espeso porque pierdes memoria, agilidad mental y capacidad de asociación de ideas.

El viñetista Peridis, contagiado por el coronavirus, publica novela. / ASÍS G. AYERBE
El viñetista Peridis, contagiado por el coronavirus, publica la novela 'El corazón con que vivo'. / ASÍS G. AYERBE

Muchos de los hechos relatados proceden de la tradición oral de su comarca. Si viajase al futuro, ¿qué le contaría a sus descendientes y a los jóvenes sobre el tiempo que estamos viviendo?

Ahora mismo nos falta perspectiva para situarlo. Es decir, desconocemos el final de la película, que puede ser mejor o peor... Y ese final va a condicionar el relato, porque si esto deviene en una catástrofe sanitaria y económica habrá que ver quién va quedar para contarlo y cómo lo cuenta. Son momentos de incertidumbre y de zozobra, de encontrarse con uno mismo frente a la muerte y ante el peligro de que les pase algo a tus seres queridos.

"La derecha quiere resucitar o simular que ha habido otro Frente Popular. La situación recuerda a la que se vivió en los años treinta, aunque no con tanta tensión"

Yo ya he perdido en esta batalla a amigos y a gente que admiraba o quería. A menudo recibo llamadas para anunciarme que personas cercanas han fallecido por culpa del coronavirus, desde colegas a compañeros del colegio. Quizás uno contaría esas cosas... Aunque más que narrar lo que pasó en general, la historia reside en describir cómo lo vivió la gente que yo conocía, que es lo que he hecho en la novela.

Una sola persona puede contar toda una historia.

Una sola persona puede contar desde un pueblo toda la guerra civil. Como decía Miguel Delibes, no hace falta estar en todos los frentes si lo puedes narrar a través una familia. Ya sabemos cómo fueron las batallas, cómo lo vivieron, cómo convivieron y cómo acabó aquello...

Usted, que es arquitecto, podría proyectar el futuro. ¿Cuáles serían sus cimientos y sus pilares?

El cimiento es lo que somos. Estamos en un país que ha hecho grandes cosas a lo largo de la historia, que ha sobrevivido y que tiene grandes genios: San Juan de la Cruz, Cervantes, Goya... Posee una historia, una lengua, un sentimiento de pertenencia… Con una geografía maravillosa y una gastronomía cada día mejor. Somos generosos, trabajadores, envidiosos y pícaros: ese es el suelo.

"Nuestro pilar es la generosidad y la solidaridad del pueblo español. A partir de ahí se levanta el edificio que haga falta. Tomemos ejemplo de los sanitarios"

Aunque el pilar fundamental es la generosidad y la solidaridad del pueblo español. A partir de ahí se levanta el edificio que haga falta, apoyándonos en lo que somos, sacando lo mejor de nosotros mismos y tomando ejemplo de los enfermeros, de los médicos, del personal sanitario y de toda la gente que está cumpliendo con su deber en condiciones difíciles. Lo sabemos hacer y lo podemos hacer, solamente nos lo tenemos creer.

El viñetista Peridis reflexiona sobre la memoria histórica y la España del coronavirus. / ASÍS G. AYERBE
El viñetista Peridis reflexiona sobre la memoria histórica y la España del coronavirus. / ASÍS G. AYERBE

¿Le resulta más fácil dibujar cien tiras o escribir una novela?

Es más fácil dibujar cien tiras, porque se hacen día a día, ya tengo los personajes y me dan el argumento. Pero haber dibujado más de veinte mil me proporciona un conocimiento de los protagonistas y me da un cierto lenguaje.

Además, gracias a las viñetas soy conocido, lo que me facilita escribir libros como El corazón donde vivo. Incluso el propio ejercicio de mi profesión me ayuda a desarrollar la novela, porque la tira es una extraordinaria gimnasia. No obstante, lo importante es que te guste contar historias.

Usted ha donado sus dibujos a la Biblioteca Nacional de España. Tras recibir tantas ayudas públicas, ¿qué tendría que aportar la banca a esta emergencia sanitaria y cómo debería contribuir a paliar la crisis económica?

La banca debería pagar religiosamente los impuestos que le corresponden y contar con fundaciones solidarias. Y a las empresas habría que exigirles buenas prácticas y una ética de la honestidad.

La finalidad no es ganar dinero, sino crear una sociedad mejor y más próspera. Resulta evidente que para ello tienen que ganar pasta, algo que se da por añadidura, pero deben hacerlo honestamente.

¿Cree que el guerracivilismo es un mal endémico de la sociedad española? En una situación como la actual, ¿la oposición no debería hacer piña con el Gobierno?

Es una pena que en circunstancias como esta no haya más generosidad. "Te toca gobernar, hazlo lo mejor posible: estamos aquí". En cambio, parece que la derecha trata de derribar al Gobierno, cuando no va de eso, sino de solucionar este problema.

Debemos hacernos una pregunta clave: ¿qué espera el pueblo español del Gobierno y de la posición? Pues que nos saquen cuanto antes del atolladero. Esa es la batalla primordial, mientras que el enemigo principal es el bicho.

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