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Piano de majestad para una intensa noche de sábado

Elton John sedujo anoche al público madrileño con un concierto enérgico junto a Ray Cooper

CARLOS FUENTES

No hay nada como convertir los problemas en oportunidades. En 1979, Elton John respondió con astucia al férreo control en Rusia, donde fue autorizado a cantar bajo la condición de llevar únicamente a un músico acompañante. Y Sir Elton, más sabio por diablo que por viejo, aterrizó en Moscú con Ray Cooper, percusionista de largo recorrido que ha tocado para Eric Clapton, Pink Floyd y Mark Knopfler, entre muchos otros. Con este formato a dúo, rescatado con no escaso éxito el otoño pasado, el cantante de nombre real Reginald Kenneth Dwight desembarcó anoche en un Palacio de los Deportes de Madrid casi lleno de viejos seguidores y algunas caras adolescentes. Nadie salió decepcionado.

Concebido como un recital a medio camino entre la nostalgia de los tiempos que se van y no vuelven, y la confirmación, por si todavía había duda, del buen estado de forma que Elton John mantiene con 63 años, su espectáculo a cuatro manos prescindió de cualquier artificio de pop star (otra cosa es el negocio: entradas de 50 a 134 euros y camisetas a 25 la más barata) en beneficio de los genuinos aromas clásicos que destilan las canciones de un pianista superlativo. Cronista de princesas muertas que ya atesora más de 250 millones de discos vendidos desde que en 1964 debutara con proyectos juveniles escorados hacia el blues.

Su espectáculo a cuatro manos prescindió de cualquier artificio de pop star'

Con un registro vocal que con el tiempo ha evolucionado en texturas del tenor al barítono reposado, sin dejar de sumar seguidores (entre ellos, un tal Barack Obama), Elton John encandiló a los que anoche ocuparon las gradas del recinto deportivo del barrio de Salamanca. Entre tiendas de alta moda y plazas de duro hormigón, canciones con vuelo propio cada vez más cerca del clásico absoluto.

Sobre todo en la primera docena de canciones, interpretadas sólo a piano, donde destacó la energía dramática de 60 years on, la historia adolescente de The greatest discovery, el piano de carrusel de Red shoes (con recordatorio al silencio cobarde de Reagan por no atender a las víctimas del sida) y un estreno, Never too old. John mostró un un esfuerzo loable por convertir el piano en un instrumento perceptible en un espacio tan amplio. Hubo momentos de gloria genuina cuando interpretó That's why they call it the blues, Rocket man (piano galáctico que deberían escuchar los adictos a Arcade Fire) o los pespuntes de soul sincopado de Philadelphia freedom y Your song, baladón para arrullar a tu chica.

Recordó el silencio cobarde de Reagan por no atender a las víctimas del sida

Ya con la artillería rítmica de Ray Cooper, el concierto se tornó más bailable, con robusto soul, aires de liturgia sagrada (Levon, Gone to Shiloh) y algún comienzo voz en cuello (Indian sunset), que terminaron por imponer un silencio reverencial a un público de primera que siempre halló respuesta en canciones que están grabadas a fuego en la memorias de sus vidas.

Como ya es costumbre en las visitas de las estrellas de la música a España, Elton John felicitó al público por la Copa del Mundo de fútbol. Y lo dijo sonriente, de frac negro adornado de lentejuelas y camisa roja, en un guiño sincero de un músico que en julio modificó los horarios de sus conciertos para disfrutar del espectáculo de La Roja.

A la salida, aún con cara de éxtasis, una aficionada hablaba con sus amigos del próximo capítulo musical de Elton John: un disco grabado junto a su sosias norteamericano Leon Russell bajo producción de T-Bone Burnett. Se titula The Union e incluye colaboraciones de Brian Wilson, Booker T. Jones, Don Was y Neil Young. Saldrá publicado el 19 de octubre, con austera portada de Annie Leibowitz y un documental de Cameron Crowe. Yo de usted no me lo perdería.

 

 

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