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'Rage': Una vuelta por el mundo de 'Mad Max'

El ambicioso 'Rage' retoma la tradición de los 'shooters' clásicos como 'Doom' y Quake' y la lleva hasta un futuro donde reina la anarquía

JESÚS ROCAMORA

Los aficionados a la ciencia ficción en todas sus variantes, de la ópera espacial al ciber-punk, pueden encontrar hoy en los videojuegos un vastísimo material con el que seguir alimentando (y llevar un poco más allá) toda una tradición de literatura y cine fantásticos. Rage vendría a ser, en este sentido, una expansión interactiva del universo grasiento y canalla de Mad Max, es decir: en un escenario devastado por una catástrofe que ha dejado al mundo hecho polvo literalmente, un grupo de personajes lucha por sobrevivir en un entorno seco y hostil, marcado por la anarquía y las guerras entre tribus rebeldes, mutantes y la autoridad oficial, con las carreras de coches como único pasatiempo y la omni-presencia de una tecnología tan oxidada como necesaria en tiempos de crisis.

Acción, conducción y exploración son por tanto los tres pilares que sustentan este ambicioso y monumental Rage, lanzado después de siete años de desarrollo para PlayStation 3, PC y Xbox 360. La acción está en su médula espinal, como shooter en primera persona de la vieja escuela que es, en la más pura tradición de Doom y Quake. Precisamente sus responsables son ID Software, con el genio John Carmack a la cabeza, creadores de ambos clásicos. Y se nota el buen hacer. Su modo campaña garantiza una experiencia larga y profunda para un solo jugador, con una historia brillantemente ambientada y muy bien conducida. Por otro lado, con sus opciones para multijugador no reniega de la mucho más veloz experiencia online, indispensable hoy para alargar la vida de los shooters en primera persona.

Su apartado técnico es brillante, más cercano a un juego de PC que de consola

La conducción se ha integrado de dos formas en el desarrollo: viajar en coche es fundamental a la hora de moverse por un escenario abierto, por lo que es necesario hacerse con un buen coche y mejorarlo con armas y blindaje, pero además en las diferentes ciudades del juego hay disponibles retos en formas de carreras, tipo MotorStorm, con diferentes desafíos y premios.

Por último, la exploración es lo que terminará empujando al jugador a recorrer un vastísimo territorio, diferentes ciudades e instalaciones, cumpliendo misiones principales y secundarias, y recados para unos y otros, así como minijuegos de cartas y timbas callejeras para ganar dinero.

Sería injusto no subrayar el apabullante apartado técnico del que hace gala Rage (que llega además doblado al castellano), más propio de un juego de última generación de PC de lo que están acostumbrados los jugadores de consolas. Lo más cercano a su espíritu es el también fabuloso Borderlands, aunque tira más por los gráficos cartoon que por el hiperrealismo de Rage. Otros títulos con los que emparentarlo podrían ser Far Cry 2, por su extensión y libertad, y, sobre todo, con Fallout 3, a quien se le homenajea con suficientes guiños como para que el jugador se plantee si Rage no es una extensión de aquel orientada 100% a la acción. Sea lo que sea, bienvenido. Y que la anarquía reine aún por mucho tiempo.

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