Este artículo se publicó hace 2 años.
La revolución de los fogones, en el cine
'Delicioso', de Eric Besnard, se inspira en el nacimiento del primer restaurante de la historia, en plena Revolución Francesa y como reacción a los abusos de la nobleza. Otras películas se han ocupado también de los críticos gastronómicos, los locales en los que se abren los restaurantes, los trabajadores, los cocineros, los comensales…
Madrid-
"Venid a mí, hombre de estómago cansado, y yo os restauraré", escribió en un cartel el cocinero Dossier Boulanger —cierto que lo hizo en latín, "Veinte ad me omnes qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos"—, en 1765, y así inauguró en un local de la Rue Des Poulies de París el primer restaurante conocido de la historia. Unos años después con la Revolución Francesa cambió para siempre la gastronomía mundial.
Los cocineros que antes habían trabajado para las casas de los aristócratas galos, huyeron en busca de otros nobles europeos o perdieron la cabeza en la guillotina. Muchos de los que se salvaron abrieron sus propios negocios, como Boulanger. En España, antes incluso que éste, otro francés, Jean Botin, abrió la madrileña Casa Botín, aunque con la categoría de hostería. El proceso que se vivió en Francia a las puertas de la Revolución Francesa y que transformó la cocina mundial, se cuenta ahora en la película ‘Delicioso’.
Aunque con algunas licencias históricas, su director y coguionista Eric Besnard relata cómo el orgullo profesional de un cocinero y la ira de un pueblo empobrecido y explotado por los señores ricos de aquella Francia del XVIII abrió las puertas a todas y a todos a disfrutar de uno de los placeres más grandes del ser humano.
Protagonizada por Grégory Gadebois e Isabelle Carré, adornada con algunas recetas suculentas —entre las que destaca el delicioso, un pastel de patatas y trufas— y ambientada en un hermoso paraje campestre de las afueras de París, la película viaja a aquel año clave en la historia, 1789, y al nacimiento de los restaurantes y añade a su receta un poco de base social y una dosis amable de romanticismo.
Son ingredientes que han acompañado a gran parte de las películas relacionadas con la gastronomía, en las que, por cierto, se han retratado los restaurantes y sus entresijos desde casi todos los puntos de vista.
Fatih Akin convirtió el local de un restaurante de comida griega en Hamburgo en uno de los personajes principales de su película Soul Kitchen en 2009. Premio Especial del Jurado en Venecia, era la historia de este lugar y de Zinos, su propietario, que peleaba contra poderosos especuladores inmobiliarios que querían convertir su negocio en un grupo de viviendas. Sentido del humor y sentido crítico, en una película con una banda sonora fantástica, llena de soul.
Pixar, todavía en sus buenos tiempos, se alzó con un Globo de Oro a la Mejor Película de Animación en 2007 con la historia de una rata que quiere convertirse en chef. Los aciertos de la película son muchos, pero de todos, sin duda, uno de los más grandes es la creación del personaje de Anton Ego, un siniestro crítico gastronómico que quiere cerrar a cal y canto el restaurante Gusteau y que olvida su propósito y pierde su gesto amargo y amenazante en cuanto prueba el ratatouille con la receta de Remy, la rata.
Al Pacino y Michelle Pfeiffer tomaron el relevo a Kenneth Walsh y a Kathy Bates y llevaron los personajes creados por el dramaturgo Terrence McNally al cine después de años de éxito en los teatros neoyorquinos. Mandiles blancos y bastante actividad acompañaban a Frankie y a Johnny en el pequeño restaurante donde trabajaban. Personas corrientes intentando salir adelante con sus trabajos y sus vidas y, además, enamorados.
Ha habido muchas y muchos cocineros en el cine, el brasileño Raimundo Nonato, Rosmarino, no es el mejor, pero sí uno de los buenos. Acostumbrado a los fogones, se convierte en el rey de la cocina en la cárcel donde cumple condena y donde aprovecha su talento gastronómico para desviar amenazas, conseguir poder y sobrevivir. De tono bastante negro, este drama de Marcos Jorge estaba salpicado con cierto humor y con la interpretación estupenda de João Miguel.
Si hay convidados a una mesa que han trascendido el tiempo estos son, sin duda, los mendigos de la cena de Viridiana de Buñuel. Colocados exactamente como los apóstoles y el Cristo de La última cena de Leonardo Da Vinci, estos fueron la causa principal de que la película se prohibiera en España. Al fin y al cabo eran una pandilla de rufianes que transformaban el momento ‘santo’ en una bacanal absolutamente terrenal. A Franco y al Vaticano no les gustaba nada Buñuel y les perturbó muchísimo Enedina (Lola Gaos) retratando a aquellos 'apóstoles' con "la máquina que le regalaron sus papás".
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