Este artículo se publicó hace 2 años.
'¿Qué vemos cuando miramos al cielo?': Cine contra el mal de ojo
Alexandre Koberidge revela en '¿Qué vemos cuando miramos al cielo?' la existencia de lo misterioso, el poder de los cuentos de hadas y la alegría del fútbol y del arte para vencer al aburrimiento y al desánimo. Premio de la Crítica Internacional en Berlín, es un divertido ejercicio de desprecio por las normas.
Madrid-
Lisa y Giorgi tropiezan a la puerta de un colegio y se enamoran en ese mismo instante. El amor les ha golpeado tan de repente que no han sido capaces ni de reaccionar para preguntarse por su nombres. Antes de seguir sus caminos, deciden verse al día siguiente. Pero por la mañana, por culpa de un mal de ojo que les hechiza, su aspecto ha cambiado y no se reconocen. Y a partir de aquí, el cineasta georgiano Alexandre Koberidze se lanza con su cámara tras estos personajes y, con ellos, descubre toda la vida de Kutaisi, revela su pasión por el fútbol y por Leo Messi y celebra la alegría del cine.
Lo hace en su segundo largometraje, ¿Qué vemos cuando miramos al cielo?, un gozoso ejercicio de libertad artística que se inicia con un maleficio y termina en medio de la felicidad, y con el que demuestra que "hay fuerzas, buenas y malas, que parecen haber sido excluidas de nuestro mundo materialista, pero que de vez en cuando todavía se presentan". Premio FIPRESCI de la crítica internacional en Berlín, Premio Especial del Jurado en Mar de Plata y Mejor Fotografía en Sevilla, el filme es un arma potentísima contra el aburrimiento y contra el desánimo.
Verdades que el cine revela
Rodada como si fuera una película muda –"a menudo intento hacer una especie de película muda, no literalmente, sino en esencia"–, con actores profesionales y con debutantes, huyendo de la narrativa convencional y con un evidente y divertido desprecio por la opinión ajena y por las reglas imperantes, la película se pasea por la ciudad con la misma soltura con que juega con 'los lenguajes' del cine.
Niños jugando al fútbol, perros callejeros recorriendo los rincones de la ciudad, parques frondosos y un verano luminoso envuelven a los dos personajes principales, que se relacionan sin saberlo en un bar al aire libre y en medio de un frenesí por la Copa del Mundo, y que aceptan participar en el rodaje de una película. Cine dentro del cine para convencer a incrédulos de 'lo inexplicable' y "del lugar que estos fenómenos tienen en la vida cotidiana", para seducir a escépticos que al finalizar esta historia habrán visto con sus propios ojos y comprobado con sus corazones que "el cine, cuando sale bien, revela verdades que la gente no vio antes".
Amor por el fútbol
¿Qué vemos cuando miramos al cielo? es una historia de amor, el retrato de una ciudad, un recorrido de verano, pero sobre todo es puro amor por el cine y por la manera en que nos hace ver el mundo. "Hace unos años, estuve en Finlandia durante unos días durante la víspera de Año Nuevo –escribe el director en las notas de producción de la película–. Tuve la extraña sensación de no estar seguro de si las cosas eran como las veía, si Aki Kaurismäki simplemente las mostraba como eran o si las cosas eran como eran porque Aki Kaurismäki las había mostrado así".
El inmenso poder que tiene el cine para influir en la forma en que vemos las cosas y para crear patrones de comportamiento "que luego pasan a formar parte de nuestro repertorio diario" es una idea contenida en esta película, en la que Alexandre Koberidze mira sin descifrar nunca si lo hace como le ha enseñado el cine o como él quiere que miren los demás después de ver su mirada. El cine como un juego, lo mismo que el fútbol. "Mi gran amor –confiesa- es el fútbol", y desde este llegó al cine –"en segundo lugar"–. Comprendió que podría vivir en la ficción una de las ilusiones, imposibles, de su vida: salir desde el túnel de los vestuarios a un campo de fútbol repleto de espectadores.
El misterio del cine
Con la voz de un narrador –una costumbre que adquirió el director de pequeño cuando su abuela le leía historias "incluso cuando era ya mayor y debería haberlas leído yo mismo"– y una música muy sugerente, escrita por su hermano Giorgi Koberidze y que es tan variada como sus inspiraciones, "desde Tom y Jerry, donde la música se deriva directamente de los movimientos de los protagonistas, hasta las grandes bandas sonoras donde la música es enorme, como una ópera", la película es una declaración a favor de lo misterioso que encierra el cine, "de lo incomprensible, como la atracción de dos personas entre sí, que es algo tan enigmático".
"¿Cómo se ensarta el hilo que une a dos personas y por qué es tan doloroso cuando este hilo se rompe?" se pregunta el cineasta, que se contesta a sí mismo con un "nadie lo sabe realmente", tan contundente como otra de sus certezas, la de que repetimos los modos' del amor, especialmente los besos, que hemos visto en el cine. "¿Y no es emocionante saber quién es el responsable de los momentos más hermosos de nuestras vidas?"
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